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www.elortiba.org LAS COSMICOMICAS (1965) Italo Calvino La ...

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veían las cosas, llamémosle el estilo, ese modo especial que tenía cada cosa de estar ahí<br />

de cierto modo. Debo decir que quedé realmente satisfecho, y ya no se me ocurría lamentar<br />

aquel primer signo borrado, porque éste me parecía infinitamente más hermoso.<br />

Pero durante aquel año galáctico empezamos a comprender que hasta aquel<br />

momento las formas del mundo habían sido provisionales y que irían cambiando una por<br />

una. Y esta conciencia iba acompañada de un hartazgo tal de las viejas imágenes que no se<br />

podía soportar siquiera su recuerdo. Y empezó a atormentarme un pensamiento: había<br />

dejado aquel signo en el espacio, aquel signo que me había parecido tan hermoso y original<br />

y adecuado a su función, que ahora se presentaba a mi memoria en toda su jactancia fuera<br />

de lugar, como signo ante todo de un modo anticuado de concebir los signos, y de mi necia<br />

complicidad con una disposición de las cosas de la que hubiera debido saber separarme a<br />

tiempo. En una palabra, me avergonzaba de aquel signo que los mundos en vuelo seguían<br />

costeando durante siglos, dando un ridículo espectáculo de sí mismo y de mí y de aquel<br />

modo nuestro provisional de ver. Me subían ondas de rubor cuando lo recordaba (y lo<br />

recordaba continuamente), que duraban eras geológicas enteras; para esconder mi<br />

vergüenza me hundía en los cráteres de los volcanes, clavaba los dientes de remordimiento<br />

en las calotas de los glaciares que cubrían los continentes. Me carcomía pensando que<br />

Kgwgk, precediéndome siempre en el periplo de la Vía Láaea, vería el signo antes de que yo<br />

pudiese borrarlo, y como era un patán se burlaría de mí y me remedaría, repitiendo por<br />

desprecio el signo en torpes caricaturas en cada rincón de la esfera circungaláctica.<br />

En cambio esta vez la complicada relojería astral me fue propicia. <strong>La</strong> constelación de<br />

Kgwgk no encontró el signo, mientras nuestro sistema solar volvió a caerle encima<br />

puntualmente al término del primer giro, tan cerca que pude borrar todo con el mayor<br />

cuidado.<br />

Ahora signos míos en el espacio no había ni uno. Podía ponerme a trazar otro, pero<br />

en adelante sabía que los signos sirven también para juzgar a quien los traza y que en un<br />

año galáctico los gustos y las ideas tienen tiempo de cambiar, y el modo de considerar los<br />

de antes depende del que viene después, en fin, tenía miedo de que lo que podía<br />

parecerme ahora signo perfecto, dentro de doscientos o seiscientos millones de años me<br />

hiciera hacer mal papel. En cambio, en mi añoranza, el primer signo vandálicamente borrado<br />

por Kgwgk seguía siendo inatacable por la mudanza de los tiempos, pues había nacido<br />

antes de todo comienzo de las formas y contenía algo que sobreviviría a todas las forrnas,<br />

es decir, el hecho de ser un signo y nada más.<br />

Hacer signos que no fueran aquel signo no tenía interés para mí; y aquel signo lo<br />

había olvidado hacía millares de millones de años. Por eso, como no podía hacer<br />

verdaderos signos, pero quería de algún modo fastidiar a Kgwgk, me puse a trazar signos<br />

fingidos, muescas en el espacio, agujeros, manchas, engañifas que sólo un incompetente<br />

como Kgwgk podía tomar por signos. Y, sin embargo, él se empecinaba en hacerlos<br />

desaparecer borrándolos (como comprobaba yo en los giros subsiguientes) con un empeño<br />

que debía de darle buen trabajo. (Entonces yo sembraba esos signos fingidos en el espacio<br />

para ver hasta dónde llegaba su necedad.)<br />

Pero observando esos borrones un giro tras otro (las revoluciones de la Galaxia se<br />

habían convertido para mí en un navegar indolente y aburrido, sin finalidad ni expectativa),<br />

me di cuenta de una cosa: con el paso de los años galácticos tendían a desteñirse en el<br />

espacio, y debajo reaparecía el que había marcado yo en aquel punto, como decía, mi falso<br />

signo. El abrimiento, lejos de desagradarme, reavivó mis esperanzas. ¡Si los borrones de<br />

Kgwgk se borraban, el primero que había hecho en aquel punto debía de haber<br />

desaparecido ya y mi signo habría recobrado su primitiva evidencia!<br />

Así la expectativa devolvió el ansia a mis días. <strong>La</strong> Galaxia se daba vuelta como una<br />

tortilla en su sartén inflamada, ella misma sartén chirriante y dorada fritura; y yo me freía con<br />

ella de impaciencia.<br />

Pero con el paso de los años galácticos el espacio ya no era aquella extensión<br />

uniformemente despojada y enjalbegada. <strong>La</strong> idea de marcar con signos los puntos por<br />

donde pasábamos, así como se nos había ocurndo a mí y a Kgwgk, la habían tenido<br />

muchos, dispersos en millones de planetas de otros sistemas solares, y continuamente<br />

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