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www.elortiba.org LAS COSMICOMICAS (1965) Italo Calvino La ...

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significado (porque hasta entonces nadie había tocado jamás nada, tengan la seguridad),<br />

pero que adquirió un significado en el mismo instante en que fue dicha, esto es, significó la<br />

sensación que empezábamos a experimentar, levemente nauseabunda, como una charca<br />

de fango que nos pasara debajo, de plano, y sobre la cual nos parecía que rebotábamos. Y<br />

yo dije, con tono de reprobación: –¡Oh, abuelita!<br />

Me he preguntado muchas veces por qué mi primera reacción fue tomármelas con<br />

nuestra abuela. <strong>La</strong> abuela Bb'b, que había conservado sus costumbres de otros tiempos,<br />

tenía a menudo cosas fuera de propósito: seguía creyendo que la materia estaba en<br />

expansión uniforme y, por ejemplo, que bastaba tirar las basuras de cualquier manera para<br />

que se enrarecieran y desaparecieran lejos. Que el proceso de condensación hubiese<br />

comenzado hacía un tiempo, es decir, que la suciedad se espesase en las partículas de<br />

modo que no se consiguiera sacarla de alrededor, no le entraba en la cabeza. Por eso yo<br />

oscuramente relacioné aquel hecho nuevo del "¡se toca!" con algún error que podía haber<br />

cometido mi abuela y lancé esa exclamación.<br />

Y entonces la abuela Bb'b: –¿Qué? ¿Encontraste el almohadón?<br />

Este almohadón era un pequeño elipsoide de materia galáctica en forma de rosca que<br />

la abuela había descubierto quién sabe dónde en los primeros cataclismos del universo y<br />

había llevado siempre consigo para sentarse encima. En cierto momento, en la gran noche,<br />

se había perdido, y mi abuela me acusaba de habérselo escondido. Pero era cierto que yo<br />

había odiado siempre aquel almohadón, tan sin gracia y fuera de lugar en nuestra nébula,<br />

pero todo lo que podía reprochárseme es que no lo hubiera vigilado constantemente, como<br />

pretendía mi abuela.<br />

Hasta mi padre, que con ella era muy respetuoso, no pudo menos de hacérselo notar:<br />

–¡Vamos, mamá, aquí esta ocurriendo quién sabe qué, y usted me viene con el almohadón!<br />

–¡Ah, yo decía que no podía dormir! –dijo mi mamá, con otra observación poco<br />

apropiada.<br />

En ese momento se oye un gran: –¡Puach! ¡Uach! ¡Sgrr! –y comprendimos que al<br />

señor Hnw debía de haberle sucedido algo: escupía y expecioraba a todo vapor.<br />

–¡Señor Hnw! ¡Señor Hnw! ¡Venga arriba! ¿Dónde ha ido a parar? –empezó a decir<br />

mi padre, y en aquellas tinieblas todavía sin resquicio, a tientas, conseguimos atraparlo y<br />

alzarlo a la superficie de la nébula, para que recobrase el aliento. Lo extendimos sobre aquel<br />

estrato exterior, que iba asumiendo entonces una consistencia coagulada y resbalosa.<br />

–¡Uach! ¡Se te pega encima esta cosa! –trataba de decir el señor Hnw, cuya<br />

capacidad para expresarse nunca había sido muy notable–. ¡Uno baja, baja y ¡traga!<br />

¡Scrach! –y escupía.<br />

<strong>La</strong> novedad era ésta: ahora el que en la nébula no estaba atento, se hundía. Mi<br />

madre, con el instinto de las madres, fue la primera en comprenderlo. Y gritó: –Chicos,<br />

¿estáis todos? ¿Dónde estáis?<br />

En realidad éramos un poco distraídos, y si al principio, mientras todo se mantenía<br />

regularmente durante siglos, nos preocupábamos siempre de no dispersarnos, ahora ni se<br />

nos ocurría.<br />

–Calma, calma. Nadie se aleje –dijo mi padre–. ¡G'd (w)n ¿Dónde estás? ¡El que haya<br />

visto a los mellizos que lo diga!<br />

Nadie contestó. –¡Dios mío, se han perdido! –gritó nuestra madre. Mis hermanitos<br />

todavía no estaban en edad de saber transmitir un mensaje; por eso se perdían fácilmente y<br />

los vigilábamos continuamente. –¡Voy a buscarlos! –dije.<br />

–¡Sí, vé, valiente Qfwfq! –dijeron papá y mamá, y luego, súbitamente arrepentidos–:<br />

¡Pero si te alejas te pierdes tú también! ¡Quédate aquí! Bueno, anda, pero avisa dónde<br />

estás: ¡silba!<br />

Eché a andar en la oscuridad, en el pantano de aquella condensación de nébula,<br />

emitiendo un silbido continuo. Digo andar, esto es, un modo de moverse en la superficie,<br />

inimaginable pocos minutos antes, y que entonces apenas si se podía hablar de él porque la<br />

materia oponía tan poca resistencia que si no se prestaba atención, en vez de continuar<br />

sobre la superficie uno se hundía al sesgo o directamente en perpendicular y terminaba<br />

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