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Artaud antonin - heliogabalo o el anarquista coronado

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Librodot H<strong>el</strong>iogábalo o <strong>el</strong> <strong>anarquista</strong> <strong>coronado</strong> Antonin <strong>Artaud</strong><br />

pasa una gruesa cadena alrededor d<strong>el</strong> falo y de su cuerpo, luego sube por medio de salientes de<br />

madera que sobresalen d<strong>el</strong> falo, lo bastante anchas para apoyar <strong>el</strong> pie. A medida que se <strong>el</strong>eva<br />

levanta la cadena consigo d<strong>el</strong> mismo modo que los carreros levantan las riendas. Si nunca han<br />

visto esto, seguramente han visto treparse a las palmeras, ya sea en Arabia, en Egipto o en otras<br />

partes, entonces comprenderán lo que quiero decir. Al llegar al término de su camino, nuestro<br />

hombre su<strong>el</strong>ta otra cadena que lleva consigo y, por medio de esta cadena, que es muy larga, alza<br />

todo lo que necesita: maderas, ropas, utensilios. Con todo eso se confecciona una morada, una<br />

especie de nido, se sienta y permanece <strong>el</strong> tiempo mencionado. La muchedumbre que llega le trae,<br />

algunos oro, otros plata, otros cobre; depositan estas ofrendas d<strong>el</strong>ante de él y se retiran diciendo<br />

cada uno su nombre.<br />

“Allí hay otro sacerdote, de pie, que le va repitiendo los nombres, y en cuanto los<br />

escucha, dice una oración por cada uno de <strong>el</strong>los. Al orar, golpea en un instrumento de bronce que<br />

produce un sonido estrepitoso y chillón.<br />

“El hombre no duerme. Se cuenta que, si se quedara dormido, un escorpión llegaría hasta<br />

él y lo despertaría con una picadura dolorosa. Tal es <strong>el</strong> castigo atribuido a su sueño. Lo que se<br />

cuenta d<strong>el</strong> escorpión es santo y divino.<br />

“El templo mira al Sol naciente. Por su forma y estructura se asemeja a los templos<br />

construidos en Jonia.”<br />

Aquí es donde hu<strong>el</strong>e a mujer. Si en lugar de darnos una descripción exterior d<strong>el</strong> templo de<br />

Hierápolis –y nunca es más exterior su descripción que cuando simula violar sus entrañas,<br />

introducirse en sus secretos-, Luciano hubiese tenido la menor curiosidad por los principios,<br />

habría buscado sobre las columnatas d<strong>el</strong> templo <strong>el</strong> origen extrahumano de los sexos petrificados<br />

de hembra que forman su ornamento. Este es <strong>el</strong> principio mismo de la arquitectura Jónica.<br />

Pero volvamos a su descripción documental.<br />

Esta descripción tiene la ventaja de precisar cierta cantidad de detalles concretos, aunque<br />

superficiales, y pone de manifiesto ese gusto innato d<strong>el</strong> decoro, esa pasión por las<br />

magnificencias, verdaderas o falsas, en un pueblo para <strong>el</strong> que <strong>el</strong> teatro no estaba sobre la escena,<br />

sino en la vida.<br />

“D<strong>el</strong> su<strong>el</strong>o se alza una base de una altura de dos brazas. Sobre esta base está asentado <strong>el</strong><br />

templo. Al entrar uno se siente embargado por la admiración: las puertas son de oro, en <strong>el</strong><br />

interior <strong>el</strong> oro brilla por todas partes, sobre toda la bóveda. Se siente un olor suave, semejante a<br />

aqu<strong>el</strong> d<strong>el</strong> cual se cuenta que está perfumada Arabia. Por más lejos que uno se encuentre al llegar<br />

al templo, puede respirar ese olor d<strong>el</strong>icioso, y una vez fuera de él, éste no se disipa, sino que<br />

impregna profundamente la ropa, y siempre conserva uno <strong>el</strong> recuerdo. Adentro, en un recinto<br />

apartado están colocadas las estatuas de Júpiter y Juno, a quienes los habitantes de la ciudad<br />

llaman por un nombre que posee consonancias sacadas de su propio lenguaje. Esas dos estatuas<br />

son de oro y están sentadas: Juno sobre leones, Júpiter sobre toros. La estatua de Juno tiene un<br />

cetro en una mano, en la otra un tallo, su cabeza coronada de rayos sostiene una torre y está<br />

ceñida con la diadema con que por lo común no se adorna más que la frente de Urania. Sus ropas<br />

están cubiertas de oro, de piedras infinitamente preciosas, unas blancas, otras color de agua, una<br />

gran cantidad color de fuego; son sardónices, circones egipcios, esmeraldas que le traen los<br />

indios, los medos, los armenios, los babilonios.<br />

“La estatua lleva sobre la cabeza un diamante denominado Lámpara. Durante la noche<br />

arroja un resplandor tan intenso que <strong>el</strong> templo se ilumina como con antorchas; durante <strong>el</strong> día esa<br />

claridad es mucho más débil; sin embargo la piedra conserva una parte de su fuego. También hay<br />

otra maravilla en esta estatua; si se la mira de frente, <strong>el</strong>la lo mira, si uno se aleja, su mirada lo<br />

sigue. Si otra persona hace la misma experiencia desde otro lado, la estatua no deja de hacer lo<br />

mismo.<br />

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