Artaud antonin - heliogabalo o el anarquista coronado
Artaud antonin - heliogabalo o el anarquista coronado
Artaud antonin - heliogabalo o el anarquista coronado
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Librodot H<strong>el</strong>iogábalo o <strong>el</strong> <strong>anarquista</strong> <strong>coronado</strong> Antonin <strong>Artaud</strong><br />
III<br />
LA ANARQUIA<br />
En <strong>el</strong> año 217 en Emesa, H<strong>el</strong>iogábalo aún no tiene catorce años pero ha alcanzado ya ese<br />
grado de b<strong>el</strong>leza perfecta que nos muestran todas sus estatuas. Tiene las redondeces de una<br />
mujer, una cara de cera lisa, ojos que viran al oro quemado. Se ve que nunca será muy alto, pero<br />
está admirablemente proporcionado, con los hombros a la egipcia, anchos aunque caídos, caderas<br />
d<strong>el</strong>gadas, un posterior que no tiene nada de prominente. Sus cab<strong>el</strong>los tiran al rubio castaño; su<br />
carne demasiado blanca está azulada por las venas, cubierta por extrañas livideces en los<br />
pliegues y las sombras.<br />
Sus labios son un tanto abultados, vistos de perfil, como <strong>el</strong> gollete cortado de una bot<strong>el</strong>la.<br />
Aún no es tal como se lo ve en <strong>el</strong> Louvre, con ese v<strong>el</strong>lo bajo <strong>el</strong> mentón que se enrula como los<br />
p<strong>el</strong>os de un pubis rubio; y sobre todo esa boca ruin, esa boca agujereada de chupador.<br />
Está en <strong>el</strong> apogeo de la b<strong>el</strong>leza de un efebo que va a emplear su b<strong>el</strong>leza.<br />
Pero ese femenino desbordante, esa hu<strong>el</strong>la venusiana que se transparenta incluso bajo las<br />
luces, las luces de la tiara solar que se pone todas las mañanas, se lo debe a su madre; a su<br />
madre, a la ramera, la prostituta, la zorra que nunca supo hacer otra cosa que ofrecerse a la<br />
sevicia d<strong>el</strong> Masculino. Y cuando, a propósito de Julia Semia, hablo de sevicia d<strong>el</strong> Masculino,<br />
quiero decir con <strong>el</strong>lo que <strong>el</strong> c<strong>el</strong>o de Julia Semia no se limitaba a un simple acercamiento de<br />
epidermis, sino que se entregaba con una idea ritual y por principio no a los machos que la<br />
deseaban, sino a los que <strong>el</strong>la <strong>el</strong>egía.<br />
“Vivía como cortesana –dice Lampridio-, incapaz de resistir sus caprichos. Y todos, hasta<br />
los más mínimos esclavos, enrojecían de sus libertinajes”.<br />
Ella se identifica con Venus, la luna húmeda, lo femenino tibio, pero que no desciende<br />
hasta lo negro. Por lo demás no digo que esta identificación ritual le haya impedido una o dos<br />
veces entregarse dejando a un lado los principios.<br />
El caso es que Julia Semia, desde <strong>el</strong> punto de vista sexual, es lo que se llama un “bocado<br />
de primera”. De las cuatro Julias <strong>el</strong>la es físicamente la más perfecta. Responde a ese canon de la<br />
b<strong>el</strong>leza femenina un poco gorda, inventado por Alberto Durero. Es decir que hay alquimia en su<br />
físico, mil años antes de la alquimia.<br />
Redondeada y firme, tal como nos la muestran sus estatuas y medallas, con la pi<strong>el</strong><br />
ambarina, también <strong>el</strong>la empolvada de oro, con esa eterna bruma grisácea que oscurece su pi<strong>el</strong>.<br />
Su insignia es la violeta “Ioneh”, la flor d<strong>el</strong> amor y d<strong>el</strong> sexo, porque se deshoja como un<br />
sexo. Y sobre su hombro, la paloma”Ionah”.<br />
Como Domna, se entrega a quien le sirve; y sabe olfatear a quien le servirá.<br />
O más bien, y esto es lo notable de su caso, sus amores le sirven a H<strong>el</strong>iogábalo, parecen<br />
hechos, aparecen combinados para la gloria de H<strong>el</strong>iogábalo, <strong>el</strong> efebo a quien seguirá hasta en la<br />
muerte.<br />
H<strong>el</strong>iogábalo corresponde bien a ese amor, como lo reconoce un historiador antiguo.<br />
Lampridio, que no llegará a decir que H<strong>el</strong>iogábalo es un buen hijo, sino que al contrario da a<br />
entender que en <strong>el</strong> amor de H<strong>el</strong>iogábalo por su madre hay incesto; y una pizca de inversión<br />
sexual en <strong>el</strong> de Julia Semia por su hijo.<br />
“Se sentía tan apegado a Semiamira, su madre –dice Lampridio-, que no hizo nada en la<br />
república sin consultarla, mientras que <strong>el</strong>la, que vivía como una cortesana, se abandonaba en <strong>el</strong><br />
palacio a todo tipo de desórdenes. Por eso, sus r<strong>el</strong>aciones conocidas con Antonio Caracallus<br />
27<br />
Librodot<br />
27