Artaud antonin - heliogabalo o el anarquista coronado
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Librodot H<strong>el</strong>iogábalo o <strong>el</strong> <strong>anarquista</strong> <strong>coronado</strong> Antonin <strong>Artaud</strong><br />
entonces arrojan su cuerpo al Tíber que lo lleva hasta <strong>el</strong> mar, seguido, a algunos remolinos de<br />
distancia, por <strong>el</strong> cadáver de Julia Semia.<br />
Así termina H<strong>el</strong>iogábalo, sin inscripción y sin tumba, pero con atroces funerales. Murió<br />
cobardemente, pero en un estado de reb<strong>el</strong>ión absoluta; y tal vida, coronada por semejante muerte,<br />
creo que no necesita ninguna conclusión.<br />
APÉNDICE I<br />
EL CISMA DE IRSHU<br />
Fabre de Olivet, en su Historia filosófica d<strong>el</strong> género humano, habla largamente de una<br />
separación primitiva de esencias, que debe entenderse en <strong>el</strong> plano divino y humano a la vez.<br />
Puesto que la segunda acción no es más que <strong>el</strong> reflejo y, si se puede decir, <strong>el</strong> contragolpe<br />
histórico de la otra: la acción c<strong>el</strong>este que, en <strong>el</strong> origen de todo, no pone en juego más que fuerzas<br />
puras.<br />
El caso es que mucho después d<strong>el</strong> establecimiento de los hindúes en las tierras d<strong>el</strong><br />
Palistán, los pueblos, grandes aficionados a la metafísica, comienzan a p<strong>el</strong>ear por una cuestión de<br />
principios que hizo correr más sangre que todas las guerras modernas, y durante mucho más<br />
tiempo.<br />
Allí donde en los siglos bárbaros, como estos en que nosotros vivimos, las más altas<br />
cuestiones espirituales apenas alcanzan para repartir un sobrante de alimento entre pueblos<br />
extenuados y que literalmente se mueren de hambre, la prehistoria conoció tiempos gloriosos<br />
para <strong>el</strong> hombre, en los que éste todavía podía hacer la guerra por ideas.<br />
Para aqu<strong>el</strong>los interesados por esta cuestión, para quienes la metafísica es algo más<br />
apasionante que la búsqueda de las posiciones más propicias para <strong>el</strong> amor físico, es decir para<br />
aqu<strong>el</strong>los cuyo espíritu –que en esto no hace otra cosa que seguir su propia ley orgánica- todavía<br />
es capaz, cuando es preciso, de remontare a los principios, progresando en una justa abstracción,<br />
pueden decirse –y en esto no hago otra cosa que seguir a Fabre de Olivet- que durante mucho<br />
tiempo los hombres han creído en la existencia de un principio único, de naturaleza espiritual,<br />
d<strong>el</strong> que todo depende.<br />
Pero un día estos mismos hombres, basados en <strong>el</strong> estudio de la música, hacen un<br />
descubrimiento aterrador. Encuentran que <strong>el</strong> orden de las cosas es doble, cuando <strong>el</strong>los lo creían<br />
simple; y que <strong>el</strong> mundo, lejos de provenir de un principio único, es <strong>el</strong> producto de una dualidad<br />
combinada. Imposible dudar: los hechos están a la vista; los hechos, es decir <strong>el</strong> análisis<br />
trascendente de la música, o más bien d<strong>el</strong> origen de los sonidos. Por más lejos que uno se<br />
remonte en la generación de los sonidos, se encuentran dos principios que actúan paral<strong>el</strong>amente<br />
y se combinan para engendrar la vibración. Y fuera de esto sólo existe la esencia pura, lo<br />
abstracto inanalizable, lo absoluto indeterminado, “lo Int<strong>el</strong>igible”, en fin, como lo llama Fabre de<br />
Olivet.<br />
Y entre “lo Int<strong>el</strong>igible” y <strong>el</strong> mundo, la naturaleza, la creación, está justamente la armonía,<br />
la vibración, la acústica que es <strong>el</strong> primer paso, <strong>el</strong> más sutil <strong>el</strong> mas maleable que une lo abstracto<br />
con lo concreto.<br />
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