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Artaud antonin - heliogabalo o el anarquista coronado

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Librodot H<strong>el</strong>iogábalo o <strong>el</strong> <strong>anarquista</strong> <strong>coronado</strong> Antonin <strong>Artaud</strong><br />

Como emperador, H<strong>el</strong>iogábalo se comporta como un bribón y un libertario irrespetuoso. En la<br />

primera reunión un poco solemne, les pregunta brutalmente a los grandes d<strong>el</strong> estado, a los<br />

nobles, a los senadores en disponibilidad, a los legisladores de todo tipo, si también <strong>el</strong>los han<br />

conocido la pederastia en su juventud, si han practicado la sodomía, <strong>el</strong> vampirismo, <strong>el</strong> sucubato,<br />

la fornicación con animales, y lo hace, dice Lampridio, en los términos más crudos.<br />

Desde aquí vemos a H<strong>el</strong>iogábalo maquillado, escoltado por sus queridos y sus mujeres, pasando<br />

en medio de los vejestorios. Les palmotea <strong>el</strong> vientre y les pregunta si también <strong>el</strong>los se han hecho<br />

encular en su juventud; y éstos, pálidos de vergüenza, agachan la cabeza bajo <strong>el</strong> ultraje,<br />

rumiando su humillación.<br />

Mejor aún, simula en público, y con gestos, <strong>el</strong> acto de la fornicación.<br />

“Llegaba hasta a representar obscenidades con sus dedos –dice Lampridio-, acostumbrado como<br />

estaba a atacar todo pudor en las asambleas y en presencia d<strong>el</strong> pueblo.”<br />

En esto hay más que una simple niñería, por supuesto, está <strong>el</strong> deseo de manifestar con violencia<br />

su individualidad y su gusto por las cosas primordiales: la naturaleza tal cual es.<br />

Por otra parte es fácil culpar a la locura y a la juventud por todo aqu<strong>el</strong>lo que, en <strong>el</strong> caso de<br />

H<strong>el</strong>iogábalo, no es más que <strong>el</strong> rebajamiento sistemático de un orden, y responde a un deseo de<br />

desmoralización concertada.<br />

En H<strong>el</strong>iogábalo veo no a un loco, sino a un insurrecto.<br />

1° Contra la anarquía politeísta romana;<br />

2° Contra la monarquía romana, por la que se hizo encular.<br />

Pero en él, ambas reb<strong>el</strong>días, ambas insurrecciones se mezclan, dirigen toda su conducta, dominan<br />

todas sus acciones, hasta las más ínfimas, durante su reinado de cuatro años.<br />

Su insurrección es sistemática y sutil, y primero la ejerce contra sí mismo.<br />

Cuando H<strong>el</strong>iogábalo se viste de prostituta y se vende por cuarenta céntimos en la puerta de las<br />

iglesias cristianas, de los templos de los dioses romanos, no persigue tan sólo la satisfacción de<br />

un vicio, sino que humilla al monarca romano.<br />

Cuando nombra a un bailarín a la cabeza de su guardia pretoriana, realiza una especie de<br />

anarquía indiscutible, pero p<strong>el</strong>igrosa. Abofetea la cobardía de los monarcas, sus predecesores, los<br />

Antoninos y los Marco Aur<strong>el</strong>ios, y le parece que basta un bailarín para mandar un grupo de<br />

policías. A la debilidad llama fuerza, y al teatro, realidad. Trastorna <strong>el</strong> orden recibido, las ideas,<br />

las nociones comunes de las cosas. Realiza una anarquía minuciosa y p<strong>el</strong>igrosa, puesto que se<br />

descubre a la vista de todos. Se juega la pi<strong>el</strong>, par decirlo en pocas palabras. Y esto es cosa de un<br />

<strong>anarquista</strong> valeroso.<br />

Continúa en fin su empresa de degradación de los valores, de monstruosa desorganización moral,<br />

<strong>el</strong>igiendo a sus ministros por la enormidad de su miembro.<br />

“A la cabeza de sus guardias nocturnos –dice Lampridio- puso al cochero Gordius, y nombró<br />

cuidador de los víveres a cierto Claudius, que era censor de las costumbres; todos los otros<br />

cargos fueron distribuidos según recomendaba a las personas la enormidad de su miembro.<br />

Estableció procuradores d<strong>el</strong> vigésimo sobre las herencias a un muletero, a un vagabundo, a un<br />

cocinero, a un cerrajero.”<br />

Esto no le impidió aprovecharse él mismo de ese desorden, de ese r<strong>el</strong>ajamiento desvergonzado<br />

de las costumbres, de hacer un hábito de la obscenidad; y de mostrar, obstinadamente, como un<br />

obseso y un maníaco, aqu<strong>el</strong>lo que por lo general se mantiene oculto.<br />

“En los festines –sigue contando Lampridio-preferentemente se colocaba al lado de los hombres<br />

prostituidos, se complacía en sus tocamientos, y nunca recibía la copa con mejor disposición que<br />

de sus manos, después que <strong>el</strong>los habían bebido.”<br />

Todas las formaciones políticas, todas las formas de gobierno, ante todo tratan de echar mano a<br />

la juventud. Y también H<strong>el</strong>iogábalo trata de echar mano a la juventud latina, pero, al revés de<br />

todo <strong>el</strong> mundo, pervirtiéndola sistemáticamente.<br />

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