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Artaud antonin - heliogabalo o el anarquista coronado

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Librodot H<strong>el</strong>iogábalo o <strong>el</strong> <strong>anarquista</strong> <strong>coronado</strong> Antonin <strong>Artaud</strong><br />

GANNYS. -¡Este es <strong>el</strong> hijo de Caracalla!<br />

¡Silencio! Estupor. Los soldados se miran.<br />

En la otra punta d<strong>el</strong> campamento, desgreñada, con los senos salidos y <strong>el</strong> pecho en alto;<br />

Julia Semia, iluminada por las llamas.<br />

JULIA SEMIA. –Sí, este es <strong>el</strong> hijo de Caracalla. Este es <strong>el</strong> dios que concebí en sus<br />

brazos.<br />

Nadie ríe, nadie protesta; es un teatro bien ejecutado, magníficamente estudiado.<br />

GANNYS. – Hay en Antioquía un falso emperador, ese Macrino que no es hijo de nadie,<br />

que tomó la púrpura de Caracalla y se alzó en <strong>el</strong> trono de Roma al precio de la sangre de<br />

Caracalla. Yo os invito a restablecer al hijo de Caracalla en sus derechos. El joven Basianus<br />

Avitus debe encontrar en <strong>el</strong> trono romano la herencia de los Basianidas. Vosotros habéis seguido<br />

en treinta guerras a Caracalla, que descendía de Septimio Severo; seguiréis en nuevas guerras a<br />

Elagabalus Avitus, que desciende de Caracalla.<br />

Aquí aplausos, explosiones de alegría, largo rumor que se prolonga hasta la otra punta d<strong>el</strong><br />

campamento.<br />

Las antorchas se inclinan. Nace la aurora. Se alza un viento fresco. Las tropas se agrupan<br />

y se ponen en marcha. Gannys, en un caballo leonado, se pone a la cabeza de los guerreros.<br />

La batalla, alrededor de Emesa, puede dividirse en tres fases.<br />

En la primera, H<strong>el</strong>iogábalo es votado en plebiscito por los soldados, que sintiendo que su<br />

gesto constituye una especie de abierta reb<strong>el</strong>ión, se atrincheran en su campamento y se disponen<br />

a sostener <strong>el</strong> ataque de las fuerzas gubernamentales, conducidas por uno de los jefes d<strong>el</strong> pretorio:<br />

Ulpius Julianus.<br />

Este último, que no cree en la fuerza de la reb<strong>el</strong>ión, conduce <strong>el</strong> ataque sin convicción ni<br />

ardor. Contemporiza, negándose a creer en la entronización de un monarca de catorce años.<br />

Hubiera podido arreglar todo en un día, si hubiese atacado a fondo, pero como contaba<br />

con la deserción espontánea de las tropas de H<strong>el</strong>iogábalo, se retira después de un simulacro de<br />

combate.<br />

En la segunda fase, Ulpius Julianus vu<strong>el</strong>ve a la carga, esta vez decidido a terminar de una<br />

vez por todas. Pero ya es demasiado tarde. Los sitiados han tomado conciencia de su fuerza, y de<br />

la vacilación de los sitiadores. Sin embargo la batalla es violenta. Dura todo un día, desde <strong>el</strong> alba<br />

hasta que cae <strong>el</strong> sol. Al atardecer aparece la luna. No como un decorado, sino como una fuerza.<br />

La luna de Domna y de Semia contra la cual Ulpius Julianus nada puede hacer. Desde lo alto de<br />

las murallas, los soldados de H<strong>el</strong>iogábalo incitan a los pretorianos de Julianus a cambiar de<br />

bando. Emisarios de Gannys, mezclados con las tropas de Julianus, les hablan al oído de<br />

preciosas promesas, y les distribuyen oro gratuitamente.<br />

En las tropas de Julianus se bosqueja una vacilación, ya que si bien los pretorianos se<br />

mantienen firmes, los mercenarios se desbandan; hasta que los mismos pretorianos a quienes<br />

H<strong>el</strong>iogábalo les prometió la vida, si consentían en pasar a su campo, terminan por abandonar a<br />

Ulpius Julianus.<br />

Rey por rey, H<strong>el</strong>iogábalo no le va en zaga a Diadumeno. Ya que Macrino, por su parte,<br />

ha hecho <strong>el</strong>egir a un pequeño rey, ha hecho votar en plebiscito, por los pretorianos de Apamea, a<br />

su hijo, <strong>el</strong> pequeño Diadumeno, así llamado a causa de la corona natural que sobre <strong>el</strong> arco ciliar<br />

le forma la saliencia de su hueso frontal. El pequeño Diadumeno tiene diez años, y acaba de<br />

adquirir <strong>el</strong> título de Augusto. Pero ni bien es <strong>coronado</strong>, se hace notar por sus cru<strong>el</strong>dades. Hace<br />

seccionar lentamente las partes genitales de guardias que, a su parecer, no habían gritado<br />

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