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Artaud antonin - heliogabalo o el anarquista coronado

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Librodot H<strong>el</strong>iogábalo o <strong>el</strong> <strong>anarquista</strong> <strong>coronado</strong> Antonin <strong>Artaud</strong><br />

de los principios que irradiaban en <strong>el</strong> fondo d<strong>el</strong> Hálito d<strong>el</strong> caos. El sol no es más que <strong>el</strong> rostro<br />

reducido de todos esos principios, un aspecto que sólo sirve para adoradores fatigados y caídos.<br />

Es preciso decir que <strong>el</strong> Hálito que estaba en <strong>el</strong> Caos se enamoró de sus principios; y que<br />

de ese movimiento de avance, de esa especie de idea que <strong>el</strong>imina las tinieblas nació un deseo<br />

consciente. Y en <strong>el</strong> mismo Sol hay fuentes vivas, una idea d<strong>el</strong> Caos reducido y completamente<br />

<strong>el</strong>iminado.<br />

Ahora bien, aqu<strong>el</strong>lo que en <strong>el</strong> cuerpo humano representa la realidad de ese hálito no es la<br />

respiración pulmonar, que sería a ese hálito lo que <strong>el</strong> Sol en su aspecto físico es al principio de la<br />

reproducción, sino esa especie de hambre vital, cambiante, opaca, que recorre los nervios con sus<br />

descargas, y entra en lucha con los principios int<strong>el</strong>igentes de la cabeza. Y a su vez esos<br />

principios recargan <strong>el</strong> hálito pulmonar y le confiere todos sus poderes. Nadie podrá pretender que<br />

los pulmones que renuevan la vida no estén bajo las órdenes de un hálito proveniente de la<br />

cabeza. Y la cabeza de Elagabalus, dios de Emesa, siempre trabajó mucho.<br />

Pero en <strong>el</strong> año 179, cuando Septimio Severo en Siria toma <strong>el</strong> mando de la cuarta Legión<br />

Escítica de la alta cosmogonía fenicia divulgada por Sanchoniaton ya no queda más que una<br />

piedra negra caída d<strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o: ese monolito, ese bloque en punta d<strong>el</strong> que Basianus se constituyó en<br />

guardián, pero que en realidad está bajo la custodia de sus dos hijas, esas dos sirias voluptuosas:<br />

Julia Domna y Julia Mesa.<br />

Septimio Severo ya está viejo y cansado; desde hace mucho tiempo que las arenas d<strong>el</strong><br />

desierto quemaron sus su<strong>el</strong>as y mordieron sus talones de asta. Detrás de él tiene dos o tres<br />

viudeces: pero ni bien desembarca decide tomar mujer y con ese objeto consulta los registros d<strong>el</strong><br />

estado civil.<br />

En esos registros encuentra a la Luna, es decir la Piedra Lunar, es decir Julia Domna.<br />

Pero Domna es Diana, Artemisa, Ishtar, y también es Proserpina, la fuerza de lo femenino negro.<br />

Lo negro en la tercera región de la tierra. La mujer encarnada en los infiernos, y que jamás<br />

asciende más arriba de los infiernos.<br />

Pero Julia Domna tiene un horóscopo que la destina a ser un día la mujer de un<br />

Emperador; y por su horóscopo decide casarse con Julia Domna. Ahora, la piedra lunar, Julia<br />

Domna, <strong>el</strong> horóscopo y los oráculos hidrománticos ante los que se obtienen los horóscopos de<br />

los emperadores, todo marcha al unísono. Quiero decir que en Siria la tierra vive, y que hay<br />

piedras que viven; y que Julia Domna tiene mucho que ver con todo eso.<br />

Hay piedras negras en forma de verga de hombre, y un sexo de mujer cinc<strong>el</strong>ado debajo. Y<br />

esas piedras son vértebras en preciosos rincones de la tierra. Y la piedra negra de Emesa es la<br />

más grande de esas vértebras, la más pura, y también la más perfecta.<br />

Pero hay piedras que viven, como viven las plantas o los animales, y como puede decirse<br />

que <strong>el</strong> Sol, con sus manchas que se desplazan, se hinchan y se deshinchan, babean unas sobre<br />

otras, vu<strong>el</strong>ven a babear y vu<strong>el</strong>ven a desplazarse –y cuando se hinchan o se deshinchan, lo hacen<br />

rítmicamente y desde <strong>el</strong> interior-, como puede decirse que <strong>el</strong> Sol vive. Las manchas nacen en él<br />

como un cáncer, como los bubones efervescentes de una peste. Allí adentro hay materia<br />

pulverizada que se contrae, como trozos de sol triturados pero negros. Y pulverizados, ocupan<br />

menos lugar. Sin embargo es <strong>el</strong> mismo Sol y la misma extensión y cantidad de Sol, pero en<br />

ciertos sitios apagado, y entonces recuerda al diamante y al carbón. Y todo eso vive; y puede<br />

decirse que algunas piedras viven; y las piedras de Siria viven como milagros de la naturaleza,<br />

puesto que son piedras lanzadas por <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o.<br />

Y hay muchos milagros y maravillas de la naturaleza sobre <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o volcánico de Siria.<br />

Ese su<strong>el</strong>o que parece tapizado y enteramente formado de piedra pómez, pero en donde las<br />

piedras caídas d<strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o viven su propia vida, y sin confundirse con la piedra pómez. Y existen<br />

maravillosas leyendas sobre las piedras de Siria.<br />

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