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LA POBLACIÓN INMIGRANTE EN CASTILLA Y LEÓN - Consejo ...

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donde el caso de las cuencas mineras es espectacular. Algo que también se percibe en<br />

las categorías rurales, si bien diluido en un contexto de pérdidas generalizadas.<br />

Todo ello resume las tendencias de un pobre balance, donde se conjuga, por un<br />

lado, un crecimiento vegetativo muy concentrado y exiguo y, por otro, los reajustes<br />

asociados a los movimientos migratorios.<br />

Durante la última década se ha producido un balance vegetativo negativo que<br />

alcanza un valor de B61.889. Los saldos negativos son generalizados, pues un total de<br />

2.096 municipios tienen un balance de este signo, arrojando pérdidas de B76.376<br />

habitantes. La mayor concentración de éstas está en los municipios más pequeños, en el<br />

ámbito rural, particularmente en los estratos de menos de 1.000 habitantes, pues en él<br />

más del 90% de los municipios son negativos. En conjunto, en los rurales se concentran<br />

el 80% de las pérdidas, confirmando una tendencia regresiva caracterizada por la baja<br />

natalidad y la alta mortalidad.<br />

Por el contrario, los saldos positivos están muy concentrados, pues sólo afectan<br />

a 131 municipios, que aportan un balance que no llega a las 15.000 personas.<br />

Concentración todavía más evidente si consideramos que la mayor parte de esta<br />

cantidad está concentrada en 9 núcleos urbanos. Con todo, algunos núcleos, como León,<br />

Salamanca, Palencia, Zamora, ya evidencian regresión natural. La dinámica positiva de<br />

los semiurbanos está contrastada, y son más los que pierden que los que ganan, mientras<br />

en el ámbito rural, los balances positivos están en función de una vitalidad inducida por<br />

nuevos residentes.<br />

Ante la exigüidad del balance natural, la única posibilidad de recuperación de la<br />

población estriba en la naturaleza positiva de los saldos migratorios. Esto no está<br />

ocurriendo en términos generales, y durante toda la década han predominado las salidas,<br />

arrojando un balance negativo que ronda las 40.000 personas.<br />

De todas formas, es significativo constatar la entidad de los desplazamientos<br />

intrarregionales (que en la década de los noventa oscilan entre los 25.000 y 40.000<br />

anuales) y, sobre todo, el hecho de que desde 1981 las 2/3 de esos desplazamientos sean<br />

intraprovinciales y estén claramente emparentados con los reajustes experimentados en<br />

las grandes capitales.<br />

Son, como es lógico, muy numerosos los núcleos que pierden población por<br />

emigración: 1.655 del total arrojan un balance negativo. En este sentido llama la<br />

atención la clara equiparación entre el mundo rural y el urbano. Los rurales tienen un<br />

saldo negativo de 45.472, pero los urbanos (y son 15) arrojan valores negativos de<br />

35.236. La primera cuestión está asociada al lento goteo que sigue derivándose del<br />

mundo rural, y la segunda tiene que ver con la crisis de ciertos sectores (Villarino, en<br />

relación con la minería es bien expresivo) y, sobre todo, con el nuevo patrón residencial<br />

asociado a la dinámica urbana (Valladolid, León, Salamanca, Burgos y Segovia son los<br />

principales centros de emigración). De hecho, esta es la clave para entender el grueso de<br />

estos movimientos que canalizan a residentes urbanos hacia las periferias rurales,<br />

privilegiando sin duda a algunos núcleos (que son los que más crecen), pero afectando a<br />

un número todavía mayor.

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