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Heroes del Minimomundo_Manuel Jose Sierra Hernandez

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plato que la señora Dobb preparaba en las noches frías de invierno. No era su comida preferida, pero al<br />

engullirla se sentía como si hubiera regresado a la casa junto al bosque de Fontaine Roige.<br />

Cuando terminó de comer, se fijó en las personas que había a su alrededor. Junto a la Bach en<br />

aquel comedor se habían reunido otras cinco residencias, y ante él había una muchacha que no conocía<br />

ni había visto antes. Se fijó en el plato que ésta había elegido, recordaba haber comido algo parecido<br />

de una vez que viajó por España.<br />

- Tortilla de patatas, ¿verdad?- La muchacha le miró.<br />

- Sí, ¿quieres un poco? Está muy rica.- Invitó ésta.<br />

- Muchas gracias, pero no podría devolverte el favor, ya he terminado mi comida.<br />

- No te preocupes, Sanjuanero me ha puesto demasiado, por mucho que me guste no voy a ser<br />

capaz de tragármelo todo.<br />

Oliver con el tenedor pinchó un trozo que ésta había cortado. Estaba muy bueno.<br />

- Mi nombre es Oliver.- Le tendió la mano.<br />

- El mío Saskia.- Y se estrecharon la mano.<br />

- ¿Saskia? No es un nombre muy español.<br />

- No, no lo es. Yo nací en Madrid pero mi madre es argelina y mi padre ruso.- Eso podría<br />

explicar el aspecto de aquella muchacha. Sus facciones eran como las de una princesa de los cuentos<br />

de las mil y una noches, pero su cabello era rubio oscuro y sus ojos de color almendrado verdoso.- ¿De<br />

qué residencia eres?<br />

- De la Residencia Bach.<br />

- Yo soy de la Residencia Debussy. Creo que está al lado de la tuya.<br />

No pudieron seguir hablando más, en ese momento se les unieron otros chicos que acababan<br />

de ser servidos por el cocinero. Había allí un compendio de todas las residencias presentes. Junto a la<br />

Bach y a la Debussy había allí gente de la Verdi, la Tchaikovsky, la Chopin y la Falla. Al principio<br />

cada cual habló de cómo eran sus respectivos dormitorios, pero todos asemejaban ser iguales: ocho<br />

camas, dos cuartos de baño, armarios, mesitas de noche y un reloj digital, por lo que terminaron<br />

discutiendo de cómo eran sus respectivos prefectos. Cada uno tenía una tara, una imperfección. El de<br />

la Residencia Debussy estaba cojo, la prefecta de la Residencia Verdi tenía el cabello que le llegaba<br />

hasta los pies y tropezaba continuamente, el de la Chaikovsky escupía mientras hablaba y el que<br />

estuviera a su lado tenía que ponerse un chubasquero, al prefecto de la Residencia Falla le gustaba<br />

mucho cantar y desentonaba, y la de la Residencia Chopin estaba siempre en las nubes, incluso de<br />

camino de la estación a los dormitorios erró varias veces de rumbo y llegaron media hora tarde. Pero<br />

todos tuvieron que reconocer que ninguno era tan terrible como la vikinga Krüss.<br />

- Jo, menudo bicho.- Exclamó un niño de la Verdi. Oliver, y Sandra que se había unido<br />

también a la conversación, asintieron.<br />

Cuando todos hubieron terminado de comer, Sanjuanero fue mesa por mesa diciéndoles que<br />

cerca había un descampado junto al arroyo en el que podrían reunirse y seguir la celebración. Todos<br />

los niños estuvieron de acuerdo y los recién llegados de las seis residencias se congregaron en el sitio<br />

que señaló el cocinero. Al principio sólo hubo tímidas conversaciones, pero después la cosa se fue<br />

animando y algunos hasta sacaron instrumentos musicales, y otros se pusieron a cantar y a bailar.<br />

Hasta que a las once y media los diferentes prefectos acudieron para llevarlos a sus dormitorios. Todos<br />

menos la vikinga Krüss que directamente se puso a gritarles desde su ventana en la planta penúltima.<br />

La fiesta concluyó sin que nadie lo deseara, aunque a decir verdad todos se encontraban ya a<br />

esa hora muy cansados. Cada uno regresó a su dormitorio y sin mediar más palabras se acostaron para<br />

dar por finalizado su primer día en el Mínimomundo. No había sido exactamente como se lo hubieran<br />

imaginado, pero dentro de lo malo descubrieron que el estar todos juntos allí resultaba un alivio.<br />

A la mañana siguiente una sirena les despertó muy temprano, a eso de las seis y media. Dos minutos<br />

más tarde la voz de la vikinga Krüss resonó en el dormitorio:<br />

- Arriba, pandilla de energúmenos. Levantaos y vestiros. A las ocho y media será la<br />

presentación de los novatos en el Salón central y tenéis que estar antes en el comedor para desayunar.<br />

Los somnolientos muchachos de la 31-A a duras penas se revolvieron entre las sábanas.<br />

Después, por turnos, se metieron en el cuarto de baño. Aunque cual no fue su sorpresa cuando al abrir<br />

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