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Heroes del Minimomundo_Manuel Jose Sierra Hernandez

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El despacho <strong>del</strong> subdirector no era precisamente halagador. Las paredes estaban repletas de<br />

estanterías con botes de formol donde se podían ver toda clase de insectos, roedores y otros pequeños<br />

animales. Oliver incluso llegó a ver una cabeza de zorro y lo que creyó que era una cabeza de jirafa.<br />

William Frampton descansaba en el centro sentado junto a una mesa. Parecía no haberle visto puesto<br />

que no dejaba de revisar unos papeles.<br />

- Señor, soy Oliver Rou…<br />

- Sí, lo sé. Siéntate, ahora te atiendo.<br />

Oliver obedeció. De cerca, el subdirector aparentaba mucha menos seriedad que cuando lo vio<br />

en el atril. Se trataba de un hombre de mediana estatura, corpulento, de cabello corto castaño claro y<br />

rizado, y el rostro cuadrado y ancho. Por otra parte, en la bata blanca a la altura <strong>del</strong> pecho había un<br />

bolsillo con varios bolígrafos. Aparte el subdirector tenía unas gafas de culo de vaso que hacían que<br />

sus ojos se vieran el doble de grandes. Este hecho hizo que el muchacho se riera por dentro mientras<br />

realizaba esfuerzos inmensos para no hacerlo para fuera.<br />

- Verás,...- comenzó a hablar Frampton- Ah, veo que has traído tu libro de preguntas y<br />

respuestas. Dámelo.- El chico se lo tendió- Verás, no solemos espiar lo que cada cual pregunta, pero<br />

hay una serie de cuestiones clave que no podemos dejar pasar por alto. Por ejemplo, en la frase<br />

diecinueve al preguntar por qué las personas sintonizadoras son enviadas al Mínimomundo, el libro te<br />

contesta algo como que es debido a la seguridad de los ciudadanos de la Tierra. Por otra parte, te<br />

informa que si los niños no responden o no dan la talla nunca regresarán. ¿Qué pensaste cuando leíste<br />

esto?<br />

- No entiendo.<br />

- Pues es muy sencillo. Este libro no puede mentir. Fue diseñado así. Por lo tanto, cuando tú<br />

hiciste esa pregunta, el libro te contestó la verdad. Es un riesgo que corremos. Antes de entrar en el<br />

tren bala os damos el libro, y cualquiera podría preguntar lo que tú y llegar a la misma conclusión.<br />

Pero créeme, la mayoría de vosotros cuando entra en el tren lo único en lo que piensa es en hacer<br />

amigos y en probar las maravillas <strong>del</strong> traductor universal. Sólo tú, en los últimos diez años, has sido<br />

capaz de saber eso antes de entrar en el túnel de comunicación entre los dos universos. Por eso te<br />

pregunto, ¿qué sentiste cuando supiste que existía la posibilidad de que nunca regresaras? ¿Quisiste<br />

escapar?<br />

Oliver, en ese momento, no sabía por qué, sintió que debía decir la verdad.<br />

- Sí.<br />

- ¿Y por qué no lo hiciste?<br />

- Porque el tren comenzó a frenar y… porque vi que mis compañeros estaban en apuros.<br />

- Comprendo- apuntó algo en un cuaderno y prosiguió-. No te preocupes, esto no es negativo,<br />

al contrario. Tus ganas de escapar te darán la voluntad necesaria para cumplir todos los preceptos. Lo<br />

preocupante es lo otro.- Le miró fijamente a los ojos.- ¿Qué sabes <strong>del</strong> Hombre de cobre?<br />

Oliver, ante aquella pregunta, se quedó petrificado. No sabía qué contestar.<br />

- No,… no sé…- balbuceó.<br />

- ¿Cómo que no sabes? Está aquí escrito, en la pregunta diecisie…- El subdirector miró<br />

fijamente el libro, por pasiva y por activa, y no consiguió caer en ninguna conclusión.- ¿Qué le has<br />

hecho al libro?<br />

- ¿Co…cómo?<br />

- Sí, ¿qué le has hecho al libro? ¿Por qué la pregunta diecisiete no está impresa? Tú<br />

preguntaste: ¿Existe el Hombre de cobre? Y el libro contestó. ¿Por qué no ha quedado reflejado aquí?<br />

- No sé… no entiendo nada.<br />

- Ya sé que no lo sabes. Supongo que este ejemplar estará estropeado. Así que te lo requiso<br />

hasta que sepamos qué le ocurre.- Volvió a anotar algo en el cuaderno.- Puedes marcharte. Ah, y no<br />

olvides pasar por la papelería para recoger tu calendario de estudios.<br />

Cuando se levantó, Oliver se sintió flotar. Hasta allí llegaba el miedo que había tenido. No<br />

obstante, se reconfortó en parte cuando al salir <strong>del</strong> despacho vio que junto a Saskia estaban Alan,<br />

Giancarlo, el niño hiperactivo, Midori y Sandra.<br />

- Habéis venido.- Dijo el francés alegre.<br />

- Sí, éste se empeñó.- Comentó Midori señalando al “alienígena”.<br />

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