Heroes del Minimomundo_Manuel Jose Sierra Hernandez
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- No, pero me lo han contado. Hablo con gente, no como tú que sólo insultas.<br />
- Si siempre nos estás persiguiendo, ¿con quien hablas? Alguna vez me gustaría conocer a tus<br />
compañeros de cuarto.<br />
- Dejadlo ya,- intervino el francés. Y a continuación se levantó y ante la mirada atónita de<br />
todos se atrevió a infringir las normas (aunque no había ningún precepto que lo impidiera) traspasando<br />
la barrera de cristal que dividía los comedores de los alumnos de la Academia y los foráneos a la<br />
misma. Eso era lo que más le gustaba a Midori de Oliver, su resolución y su capacidad para hacer fácil<br />
lo difícil. Éste sólo tuvo que desearlo y el cristal desapareció para volverse a componer cuando él<br />
pasó. Midori enseguida fue tras él, en principio con el propósito de ayudarle en sus pesquisas. Aunque<br />
la verdad sobre todo era que hacía tiempo que le intrigaba lo que existía más allá de los muros de<br />
oscuridad de la Academia. La gente allí vestía diferente, con un aspecto distinto <strong>del</strong> de aviador o<br />
astronauta sin escafandra <strong>del</strong> uniforme de la Academia Blixen: con chándal y ropa deportiva barata<br />
como si hubieran ido a un mercadillo y se hubieran puesto lo primero que encontraron. Algunos la<br />
miraban extrañados, otros se burlaban de ella por no haberse revelado todavía contra el sistema, y los<br />
más la observaban temerosos y con recelo. Midori supuso que era por lo extraño que alguien de la<br />
Academia traspasara el muro de vidrio. En cualquier caso, ninguno dio noticia de David Rousseau.<br />
Tuvieron que esperar semanas para que sus pesquisas hallaran resultado. Acababan de<br />
terminar el tercer trimestre, Midori, Oliver, y Sandra regresaban <strong>del</strong> último de los exámenes y<br />
cavilaban sobre la cuestión de los dormitorios. Al entrar en el cuarto trimestre los trasladaban a la<br />
primera planta. La cuestión es que de nuevo allá arriba tendrían que elegir y buscar compañeros para<br />
copar las ocho plazas de dormitorio. En estas condiciones se permitía a los alumnos incluso cambiar<br />
de residencia. Así Kareena los abandonó yéndose a la Beethoven, y Aisa, que no soportaba a sus<br />
actuales compañeros, vendría con ellos. La cuestión era Saskia que seguramente se empeñaría en ser<br />
su compañera de cuarto. Ni siquiera Oliver parecía estar muy convencido. En éstas se encontraban<br />
cuando una pandilla de chicos y chicas mayores les interceptaron. Se trataba de gente <strong>del</strong> exterior,<br />
entre quince y veinte años, vestidos ya no con ropa deportiva como los <strong>del</strong> comedor, pero sí como si<br />
hubieran regresado a la Edad Media, con vestiduras sencillas de lino, camisolas y pantalones incluso<br />
las chicas, capas, capuchas, así como uno de ellos llevaba una espada disimulada entre las ropas. De<br />
repente y sin que viniera a cuento los rodearon, entre dos hombres apresaron a Oliver mientras que una<br />
muchacha inmovilizó a Midori por la espalda. Sandra, ante aquello, se quedó paralizada.<br />
- Éste es el que preguntaba por ti.- Comentó uno de los que sujetaban a Oliver. El interpelado<br />
se a<strong>del</strong>antó, un muchacho de veintipocos, alto, cabello rubio oscuro y barba espesa.- Dice de sí mismo<br />
que se llama Oliver Rousseau. Y ésa es su compinche.- Dijo señalando a Midori- No hay duda, es cosa<br />
de los oradores.<br />
La japonesa fue a protestar, pero no pudo. La manera como la observó aquel tipo la intimidó.<br />
- Desde luego.- Dijo con voz burlona, y refiriéndose al francés añadió- Llevo mucho tiempo<br />
sin contacto con mi familia, pero no recuerdo que nadie hubiera engendrado a un mocoso llamado<br />
Oliver. Dile a Fretum que…<br />
- Soy adoptado. Frank lo hizo hace cuatro años.- Interrumpió el muchacho, tras lo cual añadió-<br />
Descubrieron tu don cuando al columpiarte contemplaron que eras capaz de quedarte en el aire más<br />
tiempo de lo normal.<br />
David abrió los ojos y durante un momento pensó que era posible que aquel chaval estuviera<br />
diciendo la verdad. Abandonando toda precaución comenzó a preguntarle a Oliver toda clase de<br />
cuestiones acerca de su familia, de sus padres, de su tío, y de si seguía intacta la casa que éste tenía en<br />
Fontaine Bleau.<br />
- Fontaine Roige.- Aclaró Oliver, y David sonrió.<br />
- Sí, claro.<br />
A David le brillaban los ojos. Así que era verdad, aquel chiquillo venía de parte de su familia.<br />
Dijo a sus compañeros que si querían podían marcharse, que él se iba a quedar un rato allí, y fue hasta<br />
el dormitorio donde Oliver, acompañado de las dos niñas, pudo entregarle por fin el obsequio de Frank<br />
que resultó ser un libro de cuentos que el tío le había leído al sobrino en tiempos. David estaba tan<br />
emocionado que le propuso al francés que fuera con él al mundo exterior a la Academia en aquel<br />
mismo instante, que se lo enseñaría con todo lujo de detalles. Y hubiera dicho que sí si Sandra no<br />
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