Heroes del Minimomundo_Manuel Jose Sierra Hernandez
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de verano acababan de empezar, y por ello esperaban que de aquella reunión en la planta baja surgiera<br />
un pequeño viaje. Julie quería ir a algún parque temático, en cambio Oliver prefería montarse en<br />
alguno de aquellos ascensores orbitales de los que todo el mundo hablaba y que decían llegaban hasta<br />
el espacio.<br />
Al rato la señora Dobb regresó, Oliver y Julie fueron hacia ella haciéndole preguntas, pero ésta<br />
hizo caso omiso de la expectación de los niños. Su rostro revelaba preocupación, aunque trató de<br />
sonreír cuando le dijo al muchacho:<br />
- Oliver, tu padre te llama. Quiere que vayas enseguida.<br />
- ¿Y yo no?- Dijo Julie.<br />
- No, tú no. Tú te quedas aquí.<br />
- Jo, eso no es justo. ¿Por qué puede ir él y…- Pero la mirada de la señora Dobb no dejaba<br />
lugar a dudas. El muchacho no sabía qué hacer, no alcanzaba a adivinar por qué su padre adoptivo le<br />
reclamaba.<br />
- Venga, Oliver. No seas remolón. Frank te está esperando.- Insistió la señora Dobb.<br />
El muchacho bajó las escaleras, cruzó el salón y llegó a la puerta <strong>del</strong> despacho. Pero antes de<br />
entrar se miró en un espejo que quedaba en el cuarto de baño colindante. Sabía que su padre adoptivo<br />
le regañaría si iba con aquel aspecto. Para Frank Rousseau la importancia de un hombre descansaba en<br />
el hecho de ir siempre arreglado. Por supuesto la belleza de una persona se encuentra en su interior,<br />
pero en palabras de su padre adoptivo: “si un hombre presenta un aspecto desaliñado es señal de un<br />
interior caótico y descuidado”. Se arregló la camisa y se alisó el jersey. A continuación, con la mano<br />
se intentó alisar los rizos indómitos castaños que a su pesar salían de su cabeza. No lo consiguió, pero<br />
por lo menos logró rehacer una raya en el lado derecho de la cabeza. Por último se miró de pies a<br />
cabeza. Tenía once años, era un chaval alto aunque no demasiado, lo suficiente como para que en el<br />
colegio le eligieran capitán <strong>del</strong> equipo de baloncesto. Por lo demás, era de constitución fibrosa, su<br />
rostro era alargado y fino, con orejas pequeñas, la nariz algo perfilada, y los ojos azules acuosos. La<br />
señora Dobb siempre decía que se convertiría en un rompecorazones, aunque de momento él se<br />
ruborizaba cada vez que le comentaban ese tipo de cosas.<br />
En fin, tras observarse de cabo a rabo se dio a sí mismo el visto bueno, y ya iba a girar el<br />
pomo de la puerta cuando unas voces le alertaron que su padre adoptivo no se encontraba solo.<br />
- …Oliver es un buen muchacho, no le haría daño a nadie.- Dijo Frank- Doy fe de ello. No<br />
tienen por qué llevárselo; yo mismo, si fuera necesario, le enseñaré todo lo que le haga falta.<br />
El chico, al escuchar aquello, se detuvo en seco. No entendía: ¿a dónde tenían que llevárselo?<br />
Pegó el oído a la puerta.<br />
- Le agradecemos su ofrecimiento,- habló una mujer- pero no podemos confiarle la atención<br />
<strong>del</strong> chico. No nos entienda mal, no queremos darle a entender lo contrario, que sea mal muchacho.<br />
Pero tiene que comprender que a la larga será mejor para usted y para él. No vamos a hacerle daño ni a<br />
encerrarle en una cárcel, sólo queremos darle una educación como merece.<br />
¿Cómo educación? Cada vez entendía menos. Él era Oliver Rousseau, su padre adoptivo desde<br />
hacía cuatro años era Frank Rousseau; la mujer de éste, aunque no estuvieran casados, la señora Dobb.<br />
Vivían felices, Oliver iba a un internado de prestigio, tenía algunos amigos, jugaba al baloncesto y era<br />
bueno en los estudios. ¿Por qué tenían que llevárselo? ¿Acaso no le estaban dando una buena<br />
educación?<br />
- Aún así tengo que informarles que no estoy de acuerdo,- continuó Frank- sé a dónde se lo<br />
llevan, y me niego a verlo una vez al año para navidad o a no llegar a verlo. Es mi hijo. Si procede,<br />
llegaré a los tribunales, pero de aquí no se van con él.<br />
Oliver estaba cada vez más asustado, ¿qué era todo aquello?<br />
- Entonces iremos a los tribunales. Créame, perderá el tiempo. Es el gobierno quien dicta estas<br />
leyes.<br />
- Bla, bla, bla, el gobierno, el gobierno. Si estamos en una democracia, ¿por qué el gobierno<br />
nos obliga a hacer lo que no queremos?<br />
- Es por su bien.<br />
- ¿Por mi bien? No me haga reír.<br />
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