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Heroes del Minimomundo_Manuel Jose Sierra Hernandez

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solo una vez en su vida <strong>del</strong> orfanato, pero había visto a menudo por la tele <strong>del</strong> salón común <strong>del</strong><br />

orfanato programas de circo. Le encantaba el circo y admiraba profundamente a los domadores de<br />

leones. Pero antes de que pudiera reconvertir al muñeco, Frank entró en la oficina.<br />

- Escucha, Oliver.- Comenzó a decir Rousseau- Tengo que hablar contigo. He llamado al<br />

orfanato, pero tranquilo, les he informado que de momento estás conmigo y que estás bien, y que hasta<br />

que ellos no digan lo contrario te quedarás aquí, porque por lo que supongo no quieres regresar allí.<br />

¿No es cierto?- Hizo una pausa y prosiguió- Escucha, Oliver, y escucha atentamente, quizás esto te<br />

suene un poco precipitado pero les he dicho que quiero adoptarte.<br />

Aquellas palabras sorprendieron al muchacho que nunca se hubiera esperado aquello. A veces<br />

iban parejas al orfanato y adoptaban a alguno de sus compañeros. Pero jamás se habrían fijado en él.<br />

Era un bicho raro y nadie adoptaba a los bichos raros.<br />

- Pero no lo haré si tú no estás de acuerdo.- Añadió Frank.<br />

- ¿Por… por qué yo?- Acertó a balbucear Oliver.<br />

- Eso no te lo puedo decir.- Y añadió- Si quieres ve unos días a mi casa de campo y dime si te<br />

gusta. Allí te estará esperando Cynthia, mi mujer, y su hija que se llama Julie. Mi secretario se<br />

encuentra fuera, él te llevará allí. Yo no puedo porque ahora mismo tengo mucho trabajo, pero cuando<br />

llegue el fin de semana iré allí, y conmigo verás a un asistente social. ¿Qué dices? ¿Estás de acuerdo<br />

con esto?- Oliver durante un momento dudó pero finalmente aceptó. Aquello era demasiado bueno<br />

como para rechazarlo.- Sin embargo, antes de irte me tienes que prometer una cosa,- Rousseau agarró<br />

de la mesa al muñeco de colillas y lo metió en una bolsa opaca- que por nada <strong>del</strong> mundo, ni ante<br />

Cynthia, ni ante mi secretario, ni ante cualquier persona que no sea yo, mostrarás tus poderes.<br />

Desde aquel instante Frank Rousseau había sido su padre adoptivo, y hasta aquel día, él, Oliver<br />

Rousseau, había cumplido su promesa. Hasta el suceso <strong>del</strong> pomo. Pero no pensó mucho en aquello,<br />

corría por el bosque de Fontaine Roige, y aunque se lo conocía de cabo a rabo de las veces que había<br />

paseado por él, la oscuridad hizo que tuviera miedo de tropezar. Finalmente llegó a un lago en el<br />

centro <strong>del</strong> bosque, en un lateral había un embarcadero y junto a él unos bancos. Se sentó en uno e<br />

intentó descansar.<br />

Fue en ese momento cuando pudo pensar en lo que había sucedido durante la tarde. Caviló en<br />

las palabras de aquellas personas dentro <strong>del</strong> despacho de su padre adoptivo. Querían llevárselo,<br />

querían darle una educación. Ahora bien, ¿qué clase de educación? Quizás tuviera que ver con su don,<br />

con sus habilidades. A fin de cuentas, seguramente no fuera él el único. La historia que a menudo le<br />

contaba a Julie no se la había inventado, sino que soñaba con ella desde que tenía uso de razón. Con<br />

mayor o menor detalle, siempre eran los mismos hechos. Algunas veces el sueño se mostraba diferente<br />

respecto de otras ocasiones. Por ejemplo, una vez pudo leer el letrero <strong>del</strong> laboratorio: “Minimal<br />

Technology Corporation”. Estando en el internado buscó ese nombre por Internet y eureka: se trataba<br />

<strong>del</strong> nombre de una empresa de ingeniería informática cuya sede central se encontraba en la ciudad de<br />

Helgist en Suecia. También encontró que unos cincuenta años atrás el edificio había sufrido una<br />

tremenda explosión y la sede tuvo que ser trasladada a otra ciudad hasta que se construyó uno nuevo.<br />

Hasta ahí todo concordaba, sin embargo no se decía ni una sola palabra <strong>del</strong> “Hombre de cobre”.<br />

Poco a poco el sueño invadió a Oliver hasta que se durmió en el banco. Y como otras tantas<br />

veces soñó con los sucesos <strong>del</strong> laboratorio. La primera explosión, la columna de humo negro en el<br />

horizonte, los vecinos agolpándose en la entrada, los bomberos con sus mangueras tratando de apagar<br />

el fuego, las ambulancias,… de repente la segunda explosión, el coche de bomberos que se vuelca, y el<br />

Hombre de cobre que apareció de entre las ruinas majestuoso y gallardo como un dios griego. Hasta<br />

ahí lo de siempre. Sin embargo, algo había cambiado. Cuando el Hombre de cobre levantó los brazos<br />

el sueño no se interrumpió como de costumbre sino que continuó. Ahora se hallaba sobre un lago,<br />

caminaba sobre las aguas, sin hundirse, y como solía ser habitual en él, andaba a grandes trancos. Pero<br />

lo extraño de aquel sueño no era que el Hombre de cobre anduviese sobre la aguas sin hundirse. Oliver<br />

se fijó en el paraje alrededor, le resultaba demasiado conocido. Hasta que reconoció el embarcadero y<br />

más allá a sí mismo dormido sobre el banco.<br />

Se despertó y miró al lago, el Hombre de cobre no estaba allí. Suspiró aliviado. En aquel<br />

instante escuchó el sonido de una voz que desde el bosque le llamaba. Reconoció la voz, se trataba de<br />

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