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Heroes del Minimomundo_Manuel Jose Sierra Hernandez

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- Me gustaría ayudar, no puedo quedarme cruzada de brazos mientras mi familia en la Tierra<br />

corre peligro. Y seguramente no seré la única. Deberíamos decírselo a todo el mundo. Darlo a conocer.<br />

Así si hay un traidor en la Academia podríamos desenmascararlo más fácilmente.<br />

- No. Eso es peligroso. Provocaría el pánico en Blixen y todos desconfiarían de todos. Así<br />

jamás lograríamos averiguar de quien se trata.<br />

- Pero tienen derecho a saberlo. Es su familia la que está ahí fuera.<br />

- ¡Por eso mismo, porque mi familia también está ahí fuera es por lo que tenéis que mantenerlo<br />

en secreto!- dijo alzando la voz- Comprendedlo, no puedo permitir que el miedo se difunda por el<br />

Mínimomundo. Eso no haría otra cosa que facilitarle el camino a Fretum.<br />

David empezaba a mosquearse. Saskia no dejaba de insistir y comenzaba a resultar demasiado<br />

pesada. Midori incluso llegó a escuchar cómo Oliver resoplaba con fastidio.<br />

- No me parece justo. Habría que darle la oportunidad a cada uno de que se pudiera defender.<br />

Es más, os convendría. Vosotros estáis aquí, no en la Academia, nos necesitáis para que seamos<br />

vuestros ojos allá, para que podamos descubrir a ese traidor.<br />

- Para el carro, niña.- esta vez fue Ebony quien habló.- Siempre ha habido traidores, y siempre<br />

los habrá. No te quepa duda. En eso precisamente consiste el juego: ellos atacan y nosotros<br />

protegemos, ellos tratan de escapar y nosotros aseguramos las salidas. Ya tenemos gente en la<br />

Academia, no somos tan tontos, y si necesitáramos a alguien más te lo diríamos pero de momento<br />

olvídalo.<br />

- No os molestéis- continuó David-, pero comprendedlo. Ojalá cada cual pudiera protegerse<br />

por sí solo pero por ejemplo vosotros todavía sois jóvenes inexpertos y aún no manejáis bien la<br />

nanomateria. Y aunque tuvierais ya dieciséis o diecisiete, la mayoría de los alumnos jamás alcanza un<br />

dominio demasiado elevado. Tan es así que ni siquiera son conscientes o capaces de imaginar las<br />

capacidades de quienes contra pretendéis enfrentaros. Y por lo que veo tampoco vosotros sois capaces<br />

todavía.<br />

Saskia ya iba a protestar de nuevo cuando Oliver intervino.<br />

- Estoy de acuerdo. No te preocupes, por mi parte no se lo diré a nadie.<br />

- ¡Pero Oliver!- Se quejó la madrileña.<br />

- ¡Y tú tampoco! ¿Me has oído? Por una vez mantén la boca cerrada.<br />

La madrileña se quedó callada. Midori, imaginando la cara de fastidio de ésta, a punto estuvo<br />

de soltar una carcajada. No obstante, media hora más tarde cuando ambos ya se hubieron ido y ella<br />

comenzado a practicar sus ejercicios de artista, pudo recapacitar sobre lo que había sucedido y convino<br />

que había algo que no le había gustado en absoluto: Oliver le había contado su secreto a Saskia, pero a<br />

nadie más. Se suponía que Sandra, Hiperactivo y ella habían sido sus compañeros de cuarto desde el<br />

tren, pero fue la ramplona aquella en quien finalmente confió. Durante semanas no le dijo nada al<br />

francés, ni siquiera se dignó en mirarle a la cara. Aunque el carácter de la relación que siempre habían<br />

mantenido hizo que éste ni siquiera se percatara de aquello. Poco a poco Midori se fue apartando <strong>del</strong><br />

grupo, ni siquiera se relacionaba ya con Sandra o con Aisa. Cada vez se sentía más sola, y pronto<br />

comenzó a acudir también los domingos al mundo exterior.<br />

Fue a mediados <strong>del</strong> quinto trimestre cuando Ebony dio a luz a una niña. Sucedió durante la semana por<br />

lo que Midori se encontró llegado el sábado con la sorpresa de encontrar a la recién nacida en un<br />

moisés de madera. Su maestra reposaba en una cama a su lado, estaba exhausta y se excusó porque no<br />

podría atenderla, pero la japonesa sólo tenía ojos para la pequeña a la que habían llamado Ruth. Fue<br />

como asistir de nuevo al parto y nacimiento de sus dos hermanos menores. Y como con ellos se pasó<br />

el fin de semana dibujando y componiendo motivos para la pequeña.<br />

Para Midori el mes y medio siguiente fue como un retornar a la Tierra, a la casa de sus padres<br />

en medio de las montañas, con el bosque de coníferas en el horizonte y el estanque de carpas. Entre<br />

Ebony, David y su hija sintió una calidez que echaba de menos. Llegaban los exámenes y más que<br />

nunca le costó concentrarse. Esta vez ni siquiera le importó sacar tan solo un siete y medio en clase de<br />

arte. Lo único que quería era que llegase el último examen y salir pitando para el mundo exterior.<br />

- Midori, ¿a dónde vas?- Dijo Sandra.<br />

- Voy… voy al arroyo.- Mintió la japonesa.<br />

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