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Boletín de la Real Academia de Córdoba, de Ciencias, Bellas Letras ...

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EL PROTAGONISMO DE LA MUJER EN MI NARRATIVA 261<br />

La misma nove<strong>la</strong> nos pone <strong>de</strong> manifiesto, en el capítulo El Amal<strong>la</strong>ves, <strong>la</strong> personalidad<br />

y <strong>la</strong>s dramáticas vivencias <strong>de</strong> dos personajes femeninos netainente antagónicos,<br />

pero que ambos, con comportamientos ajenos a <strong>la</strong>s normas sociales imperantes y totalmente<br />

enfrentados, están motivados por <strong>la</strong>s mismas necesida<strong>de</strong>s acomodaticias y <strong>de</strong><br />

supervivencia.<br />

La Marquesa, sin necesidad <strong>de</strong> ningún <strong>de</strong>talle <strong>de</strong><strong>la</strong>tador intuyó que ciertas re<strong>la</strong>ciones<br />

íntimas unían a su marido con el Amal<strong>la</strong>ves. Su fmo instinto <strong>de</strong> mujer se percataba <strong>de</strong> un no<br />

se qué que flotaba en el ambiente. Observó, vigiló y espió; pero todo fue en vano porque no<br />

logró serial alguna que los <strong>de</strong><strong>la</strong>tara. Sin embargo, estaba plenamente convencida <strong>de</strong> que su<br />

marido se entendía con su sirvienta. Una noche se lo recriminó agriamente:<br />

- Demuéstramelo con hechos y déjate <strong>de</strong> hab<strong>la</strong>durías. -Le contestó parsimoniosamente<br />

sin mirar<strong>la</strong>.<br />

De nada sirvieron regañinas, rabietas y sofocones <strong>de</strong> <strong>la</strong> mujer. La sangre fría <strong>de</strong>l Marqués,<br />

con quince generaciones <strong>de</strong> nobleza, no se alteró por tan poca cosa. Durante una buena<br />

temporada durmieron en camas separadas, y aunque en público mantenían <strong>la</strong>s apariencias, en<br />

<strong>la</strong> intimidad ni se dirigían <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra.<br />

- Mañana mismo se marchará <strong>de</strong> mi casa.<br />

- Cuanto más lejos <strong>la</strong> man<strong>de</strong>s, más tiempo necesitaré para buscar<strong>la</strong>. — Le contestó tranqui<strong>la</strong>mente<br />

su marido.<br />

Era <strong>la</strong> primera vez que el Marqués admitía aquel<strong>la</strong>s re<strong>la</strong>ciones; pero no perdió su fría,<br />

hipócrita y cínica sonrisa. La Marquesa pensó abandonar el hogar conyugal, sin embargo,<br />

recapacitó y cambió <strong>de</strong> i<strong>de</strong>a porque estaba segura <strong>de</strong> que su marido seguiría tranqui<strong>la</strong>mente<br />

en Los Toriles y el Amal<strong>la</strong>ves se adueñaría <strong>de</strong> <strong>la</strong> situación<br />

La vida en el cortijo discurría con p<strong>la</strong>centera normalidad. Las re<strong>la</strong>ciones <strong>de</strong>l Señor con su<br />

amante eran tan discretas, que nadie, ni <strong>la</strong> propia Señora, <strong>la</strong>s notaba. Con el paso <strong>de</strong>l tiempo,<br />

ésta intuyó <strong>la</strong> mejor solución: comportarse como si nada ocurriese. Se acostumbró al distanciamiento<br />

que se había impuesto y a todo se le dio categoría <strong>de</strong> normalidad. La Marquesa<br />

estaba <strong>de</strong> buen ver y apetecer, pero el Amal<strong>la</strong>ves era <strong>de</strong> otro estilo. La Señora era alta, fma,<br />

elegante y <strong>de</strong> gusto refmado. La sirvienta, en cambio, estaba fresca, lozana y apetecible<br />

como tajada <strong>de</strong> sandía... aquel<strong>la</strong>s dos hembras se complementaban, y el Señor no se cansaba<br />

ni <strong>de</strong> <strong>la</strong> una ni <strong>de</strong> <strong>la</strong> otra.<br />

En este capítulo se refleja una cruel realidad que, por <strong>de</strong>sdicha, se ha repetido con<br />

machacona frecuencia a lo <strong>la</strong>rgo <strong>de</strong> los tiempos: un hombre se aprovecha sexualmente<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> situación <strong>de</strong> inferioridad en <strong>la</strong> que se encuentran <strong>la</strong>s mujeres. Una indignante<br />

realidad que a fuerza <strong>de</strong> ser tolerada y hasta so<strong>la</strong>padamente ap<strong>la</strong>udida por una sociedad<br />

injusta y machista, había tomado marchamo <strong>de</strong> naturalidad hasta para <strong>la</strong>s mismas esposas,<br />

<strong>la</strong>s verda<strong>de</strong>ras y auténticas víctimas <strong>de</strong> tan dramáticas y frustrantes vivencias. Esta<br />

secuencia da fe y certifica <strong>la</strong> hipócrita y reprochable actitud <strong>de</strong> una sociedad que permitía<br />

<strong>la</strong> infi<strong>de</strong>lidad masculina mientras que con<strong>de</strong>naba sin paliativos <strong>la</strong>s traiciones conyugales<br />

femeninas.<br />

Aunque el protagonismo principal <strong>de</strong> <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> lo ofrece Florencio Flores, Pedro<br />

Pedrosa o Bruno Cabeo, nombres que utiliza el mismo personaje a lo <strong>la</strong>rgo <strong>de</strong>l re<strong>la</strong>to, <strong>la</strong><br />

protagonista esencial lo es, sin duda alguna, Gregoria, <strong>la</strong> mujer <strong>de</strong>l principal personaje<br />

en su última etapa <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida, cuando se l<strong>la</strong>ma Bruno Cabeo. Gregoria, en el argumento<br />

novelístico, está adornada <strong>de</strong> todas <strong>la</strong>s cualida<strong>de</strong>s y virtu<strong>de</strong>s que <strong>la</strong> sociedad <strong>de</strong> aquel<br />

tiempo exigía a una esposa, a una madre y a una abue<strong>la</strong>. El<strong>la</strong> es respetuosa con su<br />

marido, hacendosa, obediente, alegre, comprensiva, tolerante, intuitiva, y buena administradora,<br />

sin que su buen hacer tuviera posibilidad <strong>de</strong> ejercitarlo en los asuntos que<br />

estaban circunscritos <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l coto privado propio <strong>de</strong> los hombres.

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