El Avisador Malagueño REVISTA HISTÓRICO-CULTURAL ONLINE

Pero era su ideal. El “puntito picaresco y guasón”
se le incontrola alguna vez. Y resultan curiosas
esas fugas de alegría y carcajada, en confianza
siempre, ante una persona que presenta un semblante
serio junto a un genuino carácter. Viñas
es un continuo burbujeo, permanente ebullición
creativa.
Siempre le ha interesado
conocer “lo más nimio
de la vida de un artista; las
películas que ve, los libros
que lee, lo más profundo de
la persona”. Estima que si
no se dedicase “a esto del
arte, para ser práctico, creo
que hubiera sido funcionario,
aunque igualmente
creo que me habría aburrido”. Argumenta que,
“apalancado y en un país que no es precisamente
productivo, el tejido del funcionario es estupendo”.
Las galerías abren, cierran... y constata que
la clave de su éxito es “la pasión, porque cuando
estás convencido de lo que haces, sabes transmitirlo,
aunque abras el cajón y veas que los recursos
económicos son cada vez más limitados, todo el día
gastando, y eso influye en el mercado del arte, especialmente
aquí en el sur”. Confiesa que en sus “revisiones
en soledad, a veces te preguntas qué hago yo
con este quiosco con una situación tan complicada,
pero anima saber que, por un lado, el negocio y mi
cuota de mercado que me invita a esperar y me motiva,
y por otro, tener el equipo de 20-22 artistas que
trabajan en exclusividad con la galería, un grupo
humano detrás que sé que vive de la galería, lo que
también me impide tomar medidas drásticas. No son
amigos, ya son más que eso”.
Según él, la suya “es una profesión autodidacta
en la que debes aprender las claves a través de
las relaciones, ya que es un comercio muy especial
que yo he ido aprendiendo a manejar a trompicones,
equivocándome siempre. Y hoy, afortunadamente,
conozco las herramientas de cómo llevar bien este
negocio, pero ahora falta capital”.
Sí es verdad, exclama, que “deberíamos tener
ese apoyo institucional que también tienen el olivo
o el pepino en tiempos de crisis, pues además generamos
puestos de trabajo y una red de personas
que viven de alguna manera de esto; por ello estimo
que son necesarias las galerías,
para la calidad de vida
y el desarrollo cultural de un
país, para estimular la sensibilidad,
que es el sentido
más grande de la vida”.
“Soy feliz y no me quejo,
ya sabía de las dificultades
de esto cuando monté la
galería”, asevera sabiendo
que “era un negocio innovador
y pionero” en una ciudad en la que acababan
de cerrar sus galerías Carmen de Julián y Pedro
Pizarro. Tras su esquema de viabilidad vio en Málaga
un segmento poblacional de clase media-alta
interesado por el arte. “Todos estábamos verdes y,
a la vez que abría la galería, tenía que ir generando
interés social”, recuerda.
Una galería es una “tienda de barrio” y los museos,
grandes “centros comerciales”...
“Los museos familiarizan al público general con
el arte de hoy gracias a su lenguaje. Bienvenido
Thyssen, Museo Picasso, CAC... porque hacen una
campaña de divulgación artística que genera interés
en el tejido social por el arte. Esto es una cadena,
desde la creación hasta la proyección, con intermediarios
en la promoción del arte como yo”, sostiene.
Cuando abrió la galería sólo existía el Museo de
Bellas Artes, donde actualmente se encuentra el
Museo Picasso y con pintura del XIX... “no había
nada”. Y “18 años después, la ciudad ha dado
un vuelco y ha mejorado muchísimo. Ahora, las referencias
son Picasso, Thyssen, pintura del XIX y
CAC, con las corrientes más actuales del arte que
enseñan y dan conocimiento”.
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