relatos mÃticos y prácticas rituales en pachacamac - Instituto Francés ...
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RELATOS MÍTICOS Y PRÁCTICAS RITUALES EN PACHACAMAC<br />
43<br />
Según Cieza de León (1995[1653], I, cap. 63: 197):<br />
“En muchos valles de estos llanos, <strong>en</strong> sali<strong>en</strong>do del valle por las sierras de rocas y de<br />
ar<strong>en</strong>a hay hechas grandes paredes y apartami<strong>en</strong>tos, adonde cada linaje ti<strong>en</strong>e su lugar<br />
establecido para <strong>en</strong>terrar sus difuntos: y para ello han hecho grandes huecos y<br />
concavidades cerradas con sus puertas lo más primeram<strong>en</strong>te que ellos pued<strong>en</strong> (…)”.<br />
Entre el ajuar funerario, Cobo m<strong>en</strong>ciona respecto a tumbas que él mismo abrió,<br />
pequeñas calabazas, cerámicas y mazorcas de maíz perfectam<strong>en</strong>te conservadas (Cobo,<br />
1964: L. 14, cap. 18: 273; 1990, cap. 18: 248 y ss.). Cieza de León (1995[1653], I, cap.<br />
72: 215) precisa que <strong>en</strong> Pachacamac <strong>en</strong> los primeros tiempos de la conquista “sacaron<br />
gran suma de oro y plata de los <strong>en</strong>terrami<strong>en</strong>tos”.<br />
En el marco de un <strong>en</strong>sayo como este, obviam<strong>en</strong>te es imposible dedicarse a la<br />
revisión sistemática de todos los contextos funerarios docum<strong>en</strong>tados <strong>en</strong> el área de estudio<br />
(Bourget, 1990; Cornejo, 1999; Eeckhout, 1999b; Farfán, 2000; Franco, 1998; Herrman<br />
& Meyer, 1993; Jijón y Caamaño, 1949; Kaulicke, 1983; 1996; 1997; Machacuay &<br />
Aramburú Casas, 1998; Ravines, 1981; Ühle, 1903; Valladolid, 2000; e.o.).<br />
Las excavaciones llevadas a cabo <strong>en</strong> el cem<strong>en</strong>terio de Pampa de las Flores<br />
(Eeckhout, 1999a) demuestran que las prácticas funerarias ychsma del periodo<br />
Intermedio Tardío son similares a las descritas <strong>en</strong> otras zonas y sitios de la costa c<strong>en</strong>tral<br />
<strong>en</strong> el mismo periodo. Por lo m<strong>en</strong>os es el caso de los <strong>en</strong>tierros comunes, donde el difunto<br />
<strong>en</strong>fardelado <strong>en</strong> posición fetal <strong>en</strong> una serie de textiles y capas de algodón crudo formando<br />
un bulto bastante voluminoso está dispuesto verticalm<strong>en</strong>te d<strong>en</strong>tro de una fosa,<br />
acompañado por un ajuar más o m<strong>en</strong>os abundante y diversificado. En aquél caso el<br />
culto a los muertos se limita —según las evid<strong>en</strong>cias— a visitas puntuales del cem<strong>en</strong>terio<br />
por parte de los allegados, qui<strong>en</strong>es realizan ritos conmemorativos incluy<strong>en</strong>do el consumo<br />
de alim<strong>en</strong>tos procesados (29).<br />
El caso de las elites es bastante difer<strong>en</strong>te, pues las prácticas funerarias toman<br />
una dim<strong>en</strong>sión especial que ti<strong>en</strong>e repercusiones hasta <strong>en</strong> la arquitectura y el crecimi<strong>en</strong>to<br />
de los as<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>tos. En efecto, las investigaciones llevadas a cabo <strong>en</strong> el Lurín pon<strong>en</strong><br />
<strong>en</strong> evid<strong>en</strong>cia un proceso de crecimi<strong>en</strong>to g<strong>en</strong>eracional: a la muerte del curaca, su<br />
resid<strong>en</strong>cia le sirve de sepulcro y sus accesos son ritualm<strong>en</strong>te cerrados, excepto una<br />
parte —g<strong>en</strong>eralm<strong>en</strong>te un patio o una sala grande— reservada a los ritos conmemorativos<br />
y a la consulta <strong>en</strong>tre los vivos y el ancestro que se ha vuelto huaca. El sucesor del<br />
curaca construye su resid<strong>en</strong>cia al lado o <strong>en</strong>cima de la del jefe difunto (Eeckhout, 1999a;<br />
1999-2000; Feltham, 1983). Así, al proceso de crecimi<strong>en</strong>to “clásico” de un as<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>to<br />
—es decir, la edificación de nuevas estructuras sigui<strong>en</strong>do las necesidades materiales<br />
concretas (por ejemplo, el crecimi<strong>en</strong>to de la población, las necesidades de def<strong>en</strong>sa o el<br />
aum<strong>en</strong>to de las capacidades de almac<strong>en</strong>ami<strong>en</strong>to)— se agrega este factor particular,<br />
íntimam<strong>en</strong>te ligado a las tradiciones locales. Es interesante subrayar el paralelo <strong>en</strong>tre<br />
esta práctica y la que se puso <strong>en</strong> evid<strong>en</strong>cia para las pirámides con rampa de Pachacamac,<br />
las que parec<strong>en</strong> también haber sido construidas sucesivam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> función de los mismos<br />
criterios.<br />
(29) Ver al respecto Arriaga, 1920[1621]: 14, 25, 61; Cobo, 1990[1653], I, cap. 10: 39-43;<br />
Salomon, 1995.