Lenka21Mag 2014/03/21 - Lenka21

CULTURA
LITERATURA
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Knausgard, invasión vikinga
Albada2 17/04/2014
El caso es que Karl Ove Knausgåard (1968) sacudió al mundo
intelectual noruego cuando, entre el 2009 y el 2011, publicó
la más ambiciosa empresa novelística de la literatura
escandinava. Titulada Mi lucha (Sin duda nada que ver con
Hitler, pero provocadora declaración de intenciones),
acogiendo seis novelas de carácter autobiográfico. Por
supuesto, le ha pasado factura. Como sin duda él sabía. En su
actual refugio, con su familia, y en un universo a medida del
altavoz que recoge su monólogo interior en megafonía, sigue
escuchando a su voz, que se parece a todas las voces de
todos los hombres. Los que hubo, y los que habrá.
Este noruego debutó en la literatura en el año1998 con una
novela, Ute av verden (Fuera del mundo), que fue un gran
éxito de crítica y de ventas. Se le otorgó el Premio de los
Críticos de Noruega, (hasta entonces jamás dado por una una
primera novela). Llegó la segunda, en 2004, En tid for alt (Un
tiempo para todo), que resultó igualmente un gran éxito, y
desde 2009 Knausgård se embarcaría en un proyecto literario
experimental.
He tenido oportunidad de leer parcialemente la primera y la
segunda entrega. Ayer leí sobre esta obra, con sus seis
volúmenes, en palabras de un crítico y escritor que respeto,
Robert Saladrigas, quien ya habló en 2009 del primer
volumen del noruego (La muerte del padre) con esta mención
que solo ahora valoro en su plenitud «El primer tomo de una
monumental -y polémica- obra autobiográfica que sorprende
por su lucidez y profundidad, una obra seria, concienzuda,
que sugiere buenos augurios sobre el resto. En el otoño del
2009, Karl Ove sorprendió a todos arrancando un proyecto
literario de gran tonelaje, probablemente único en el
trivializado paisaje de la ficción actual. Una obra
rotundamente clásica, con métodos del diecinueve que hacen
pensar en Musil pero también en Henry James y sus juegos
con el factor tiempo».
Pues si como dice Knausgaard, la literatura de ficción no tiene
valor alguno; y lo que pide el lector es la realidad de la verdad,
las necropsias pueden ser obras de arte de consumo masivo.
“Los únicos géneros que tenían valor para mí, los que todavía
conferían algo de significado al mundo, eran los diarios
personales y los ensayos, el tipo de literatura que no lidiaba
con la narrativa, que no era acerca de algo, sino que sólo
consistía en una voz, la voz de una personalidad propia, una
vida, una cara, una mirada que pudiera verte. ¿Qué es la obra
de arte sino la mirada de otro viéndote? Una mirada que no se
dirige ni a algo superior ni algo inferior en nosotros, sino que
nos enfrenta a la misma altura de nuestra propia mirada”.
(Vol.2, 545).
Pudiera ser que yo sea más estrecha de mente de lo que mi
mirada refleja en el espejo de lo que uno de sí mismo quiere
pensar, pero, en mi modesta opinión, el exhibicionismo,
siempre lícito, y los procesos de catarsis, son asuntos
privados.
No es lo mismo entender que comprender, pero creo entender
la catarsis liberadora, incluso en sus formas escénicas. Me da
igual que el escenario sea literario, pictórico o fotográfico,
pero he llegado a la conclusión de que no leeré más a este
autor, por un sentido del pudor hacia los que nos rodean.
Uno puede abrir sus carnes, hasta desangrarse, pero dudo
que nos sea permitido dejar al aire los arañazos, coágulos o
vómitos de los que han compartido nuestro tiempo, partes de
nuestra vida. Porque forman parte de nuestra vida, pero sólo
ellos pueden decidir qué podemos desnudar de su propia
desnudez. De la nuestra, cada uno dejar ver, tapa o disfraza a
su gusto y ocasión.
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