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Cuando san Basilio habla de la creación, pone el acento en el hecho de que al principio dijo una<br />
palabra. Ahora espera la respuesta, tanto en la oración como en toda la vida humana.<br />
b) La oración de petición<br />
La oración es expresión concreta de la fe en la paternidad de Dios y, por eso, no es fácil<br />
encerrarla en una definición. Es un fenómeno universal y se manifiesta de las formas más variadas.<br />
De los escritos de los Padres se podrían sacar muchas «definiciones» de la oración. De todas ellas,<br />
tres son las más importantes: 1) petición a Dios de bienes convenientes (san Basilio); 2) elevación<br />
de la mente a Dios (Evagrio); 3) coloquio del alma con Dios.<br />
Todas las religiones que tienen el concepto de divinidad personal le hacen peticiones. En la<br />
Biblia se subraya fuertemente este concepto. Los hebreos estaban habituados a recurrir a Dios en<br />
todas las dificultades de la vida, tanto colectiva como privada. También nuestra experiencia<br />
personal atestigua eso mismo: nuestras primeras oraciones, sinceramente sentidas, eran para pedir<br />
algo.<br />
Algunos liturgistas objetan que la oración más 1'recuente y más noble en la Biblia es la<br />
oración de alabanza. Se glorifica al Señor, se le bendice, etc. A esto responde A. Bea: es un<br />
equívoco lingüístico. En hebreo, como también en algunas otras lenguas, no existe una expresión<br />
para decir «gracias», I thank You, Merci. Un semita, para dar gracias por el bien recibido, bendice y<br />
glorifica al dador. Así se comprenden muchas de las llamadas eulogías bíblicas y litúrgicas: Bendito<br />
sea el Señor porque nos ha hecho este bien. Mi alma glorifica al Señor porque...<br />
El agradecimiento (en griego eucharistía) es el cumplimiento natural de la oración de<br />
petición. El que ha pedido y recibido agradece. Sin embargo, san Juan Clímaco aconseja empezar<br />
por agradecer y después, a continuación, pedir. Parece que es invertir la lógica, pero la liturgia<br />
hebrea seguía ese procedimiento. Se recordaban las grandes maravillas operadas por Dios en favor<br />
de su pueblo. Confortados con estas experiencias, los fieles se atrevían a pedir a Dios que<br />
continuase derramando generosamente sus beneficios en lo sucesivo.<br />
En realidad, para atreverse a pedir en la oración un favor concreto, se requiere creer que Dios<br />
puede intervenir en la marcha del mundo, que escucha las peticiones y que tiene un corazón de<br />
padre y misericordioso (véase la fórmula frecuente del Corán: «Alá, omnipotente y<br />
misericordioso»).<br />
Esa fe choca con el concepto filosófico del Dios-Ley o del Dios-Idea y con la convicción<br />
«científica» del mundo basada en la inmutabilidad de las leyes de la naturaleza. Ese desacuerdo se<br />
manifestó en Alejandría, en Egipto, cuando Filón el Hebreo mostró la traducción griega del Antiguo<br />
Testamento a los filósofos que enseñaban allí. Para éstos resultaba ridículo el Yavé de los hebreos<br />
que obra milagros y que, por tanto, trastoca el orden del universo.<br />
Pero fue precisamente en Alejandría donde Orígenes, en su libro Sobre la oración, afrontó<br />
directamente el problema y dio dos respuestas, una filosófica y otra dogmática.<br />
Lo que choca al pensamiento filosófico es la idea de que Dios, que es inmutable por<br />
naturaleza, vaya a cambiar su «status» y oponerse a las leyes inmutables de la naturaleza. A los<br />
filósofos alejandrinos les parecían ridículos los relatos de la Biblia en que se presentaba a Yavé<br />
tomando una decisión y, después de haberse irritado por los pecados del pueblo, calmándose y<br />
volviéndose atrás de sus decisiones a causa del arrepentimiento y de los sacrificios ofrecidos. Como<br />
ellos decían, esa manera de entender a Dios echa por tierra toda posibilidad de ver el mundo<br />
«científicamente» y la religión se llena de antropomorfismos.<br />
Orígenes muestra que esa objeción se basa en nuestro modo humano de concebir las cosas en<br />
el tiempo. Nosotros vemos que las cosas acontecen en sucesión, una después de otra, y este modo<br />
de ver lo trasladamos a Dios, que es inmutable precisamente porque está más allá del tiempo. Sus<br />
decisiones y nuestras peticiones a los ojos de Dios son contemporáneas. Lo que sucede en el mundo