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padrenuestros y después también de avemarías. Un libro inglés del siglo XIV describe cómo se<br />
intercalaban: después de cada cierto número de avemarías se recitaban las antífonas. Las primeras<br />
cincuenta avemarías se rezaban por la mañana, en honor de la Anunciación; otras cincuenta al<br />
mediodía, en honor del nacimiento del Señor; el tercer grupo por la tarde para venerar a la Virgen<br />
Asunta. Como en el breviario habitualmente eran cinco antífonas, se empezó a intercalar una cada<br />
diez avemarías.<br />
La forma definitiva del rosario, como la conocemos hoy, data del siglo XV o XVI. En 1507<br />
un monje escribe, en el convento de santa Brígida, que algunos añaden a cada avemaría algún hecho<br />
de la vida de Jesús, pero que para el pueblo sencillo bastan 50 avemarías y 5 padrenuestros. El<br />
nombre «rosario» tiene un origen más bien extraño. En la Edad Media se llamaban así los tratados<br />
de moral y las colecciones de ejemplos para las predicaciones.<br />
En 1500 se imprime el Rosarium theologicum 2 . Por tanto, la palabra significa manual. De<br />
modo metafórico, nuestra oración es llamada así como si fuese un manual del hombre devoto.<br />
En el siglo pasado tiene lugar el florecimiento del rosario. El papa León XIII escribió varias<br />
encíclicas en las que se recomendaba calurosamente esta oración. Por ejemplo, escribía la víspera<br />
de Navidad de 1883: «Exhortamos y alentamos a todos a rezar el rosario cada día y constantemente.<br />
Al mismo tiempo declaramos que es deseo de nuestro corazón que la oración del rosario se haga en<br />
todas las catedrales de las diócesis todos los días y en las iglesias parroquiales al menos los<br />
domingos y fiestas». En la encíclica de 1883 el Papa recomienda el rosario como arma eficaz contra<br />
la inmoralidad: «Nos parece que las tres cosas que llevan a la corrupción del bien público son: la<br />
aversión a la vida virtuosa y razonable, la aversión a soportar los sufrimientos y el olvido de la vida<br />
futura, en la que está toda nuestra esperanza. Contra estos males de nuestro tiempo, el rosario puede<br />
ser un remedio saludable. La meditación de los misterios gozosos inspira, a quienes rezan<br />
devotamente, el amor por la vida virtuosa y diligente, como la de la familia de Nazaret. Contra el<br />
segundo mal están los misterios dolorosos, contra el tercero los gloriosos».<br />
En las grandes apariciones marianas de Lourdes, La Salette y Fátima se recomienda el rosario.<br />
La Iglesia concedió muchas indulgencias al rezo de esta oración.<br />
Existe en los tiempos modernos cierta aversión respecto al rosario. Parece que la oración no<br />
se adapte a los intelectuales puesto que ha nacido en un ambiente primitivo, cuando la gente no<br />
sabía leer. Hoy nos cansa su monotonía.<br />
Estamos convencidos de la sinceridad de estas objeciones. Pero precisamente la fuerza<br />
especial de esta oración está en el elemento que le falta: el intelectual. Quizá se equivocaban<br />
también los libros que intentaban suplir esta carencia con métodos artificiales, recomendando la<br />
meditación de sus «misterios» cada diez avemarías.<br />
Tengamos en cuenta que el rosario es, en primer lugar, la oración del pueblo sencillo, de<br />
nuestras madres, de nuestras peregrinaciones y devociones del anochecer. En este contexto se<br />
necesita también aprender a rezar el rosario.<br />
Es muy natural que los intelectuales traten de hacer sus oraciones de modo inteligente y<br />
hablar a Dios como están habituados a pensar. Pero precisamente los intelectuales se dan cuenta de<br />
las dificultades para concentrarse y también a ellos les asaltan continuas distracciones. En cuanto<br />
toman en la mano el salterio, vienen a la mente una gran cantidad de pensamientos que impiden<br />
concentrarse en el objeto del texto escrito o recitado.<br />
La gente sencilla reza de modo diferente. No se concentra en una cosa sino que trata de poner<br />
en relación con Dios todo lo que viene a la mente. Piensa en los familiares, los frutos del campo, la<br />
salud. Y a todos esos recuerdos se añade un avemaría. Las 50 avemarías del rosario pueden servir<br />
para ir recordando todo lo que pesa en el corazón. Evidentemente ese tipo de oración exige<br />
sencillez. Quien la ha perdido no puede rezar el rosario. Pero ha perdido más de lo que cree. el<br />
corazón sencillo está más cerca de Dios.<br />
2<br />
El significado originario de la palabra «rosario» es «corona de rosas» (N. del T.).