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Sin embargo, la espiritualidad oriental apuntaba siempre a esa perfección estable. Para los<br />
autores de la filocalia, lo que importa no es la cantidad de oraciones recitadas sino si se ha llegado a<br />
un «estado de oración», o sea, a la disposición habitual que merece el nombre de oración,<br />
independientemente de los actos que derivan de ella de manera más o menos frecuente. En este<br />
contexto conviene leer una frase preciosa de Tomás de Celano en la Vida de San Francisco de Asís.<br />
«Francisco no oraba, Francisco se hizo oración».<br />
La vida tendrá estabilidad por los hábitos adquiridos que se convierten como en una segunda<br />
naturaleza. La escolástica dice que el hábito «se mueve difícilmente» (habitus difficulter mobilis).<br />
La suma de los hábitos generales constituye el estado del corazón. Si estos hábitos son buenos y se<br />
refieren a la vida espiritual, constituyen la estabilidad y seguridad de la vida; más no podemos<br />
desear en esta tierra.<br />
Se cuentan ejemplos de personas que, a pesar de haber vivido mucho tiempo devotamente, un<br />
día han caído en pecados graves; y también al contrario, hay muchos ejemplos de pecadores<br />
convertidos. En el segundo caso se trata de un milagro de la gracia de Dios. ¿Y en el primer caso?<br />
Existe también aquí un mal misterioso, porque humanamente consideramos esos casos como<br />
psicológicamente inexplicables. Por eso, no nos sorprende que los autores orientales insistan tanto<br />
en la perfección del corazón más que en la de cada acto. También santo Tomás habla de la<br />
importancia de los «hábitos». Y el maestro Eckhart invita a «no fundar la santidad en los actos sino<br />
en el ser». Los confesores pueden ser maestros en distinguir la bondad y la malicia de cada acción,<br />
pero cuando actúan como verdaderos padres espirituales se dan cuenta de que es necesario conocer<br />
el corazón de los hombres.<br />
Los padres espirituales de cierto renombre, como los famosos starec rusos, poseen la<br />
kardiognosía, que es una clarividencia para leer en el corazón de los hombres. Pero ese don no se<br />
considera milagroso sino una propiedad natural de los puros de corazón. Dios nos ha creado para<br />
que nos entendamos mutuamente. Es el pecado el que ha construido un muro entre nosotros. Pero<br />
cuando uno se purifica interiormente, lee en el corazón del prójimo como en un libro abierto. San<br />
Gregorio de Nisa dice que la «transparencia» de los corazones es un don «natural» en los hombres.<br />
Según el seudo-Macario, podemos tener el conocimiento de nosotros mismos porque el alma<br />
está presente a sí misma según el grado de su diafanidad personal. La noción de corazón incluye<br />
esta forma de conocimiento intuitivo e integral. Son los «sentimientos» del corazón.<br />
Dice Teófanes el Recluso: «La noción de corazón consiste en sentir lo que atañe a la persona.<br />
Por tanto, el corazón siente siempre y sin interrupción el estado del alma y del cuerpo, así como las<br />
multiformes impresiones que producen las acciones individuales, espirituales y corporales, los<br />
objetos que nos rodean o que encontramos, nuestras circunstancias externas y, en general, el curso<br />
de la vida».<br />
No todos los «sentimientos» tienen el mismo valor. Depende del grado de espiritualización<br />
del corazón.<br />
c) El corazón, fuente de revelación<br />
En la literatura espiritual se habla a menudo de la atención al corazón. Se puede entender en<br />
sentido negativo: atención a la pureza de corazón, apartando todo lo que turba su estado pacífico. El<br />
siguiente estadio consiste en la «atención positiva», o sea, atención a los pensamientos que no<br />
turban sino que, al contrario, salen del mismo corazón. Es el verdadero y auténtico sentido de la<br />
«oración del corazón», que constituye el tema de la filocalia. Para describirla es necesario recordar<br />
algunos principios fundamentales del «discernimiento de los espíritus» indicados por los Padres.<br />
Los Padres distinguen los pensamientos que vienen «de fuera» de los que vienen «de dentro».<br />
Los que vienen «de fuera» son muy numerosos y tienen todos una causa exterior: un objeto visto,<br />
un relato oído, un fragmento de un libro leído; pueden también producirse por la influencia de<br />
alguno con el que hemos hablado y que nos ha «sugerido» una idea o una imagen. Esos