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EL CAMINO DEL ESPÍRITU

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eligiosa. Los hermanos, acusados falsamente de un robo grave, confiesan: «Estamos pagando lo<br />

que hicimos con nuestro hermano, pues vimos la angustia con que nos pedía clemencia y no lo<br />

escuchamos. Por eso nos ha venido esta desgracia» (Gen 42,21). Pero, después de un breve tiempo,<br />

la historia cambia, el malentendido se soluciona, José se hace reconocer y dice: «No estéis<br />

angustiados. La Providencia ha convertido vuestro crimen en instrumento de salvación para<br />

vosotros y para toda nuestra familia» (Gen 45,5.7).<br />

Es, por tanto, falsa la idea de que la Biblia no conoce la contemplación y que ésta es una<br />

herencia de la filosofía griega. Las contemplaciones bíblicas son menos cósmicas pero más<br />

históricas: se busca el sentido espiritual de toda la historia de Israel, y así ésta se revela como<br />

sagrada.<br />

Quizá no hacemos debidamente una aplicación concreta de este tipo de contemplación a<br />

nuestra vida de cada día. El examen de conciencia es una práctica religiosa con mucha tradición.<br />

Hoy nos lamentamos de que se ha ejercitado poco y mal. ¿Cuál es la razón? La principal parece<br />

ésta: se reduce al aspecto moralista a la enumeración de nuestros defectos y faltas. Los propósitos<br />

de enmienda resultan ineficaces; entonces el ejercicio del examen de conciencia nos desanima,<br />

cuando debería darnos un impulso gozoso para continuar con los esfuerzos espirituales. El remedio<br />

es fácil. En vez de centrarnos sólo en nuestros defectos, debemos contemplar cómo ha trabajado la<br />

divina Providencia en nuestra jornada y así descubriremos que, también en la historia de nuestra<br />

vida, aparece continuamente un elemento «sacro», que da el verdadero sentido a todo lo que<br />

pensamos y hacemos y también sana nuestros pecados y errores.<br />

La última contemplación, la quinta, que Evagrio denomina «teología», contiene los aspectos<br />

de la vida mística. Hay varios aspectos pero todos tienen el mismo fundamento: un gran amor nos<br />

hace entrar en el misterio de Dios-amor, y a sus elegidos Dios hace entrever su gloria ya en esta<br />

tierra.<br />

IV. Dios en el corazón<br />

a) La integridad del hombre<br />

Son los puros de corazón los que ven a Dios (Mt 5,8). Pero ¿cómo definir el corazón y cómo<br />

describir su actividad? Es un término bíblico que los místicos utilizan constantemente; los autores<br />

orientales recientes lo toman a veces como emblema para distinguirse del Occidente «racionalista»,<br />

que, según ellos, olvida demasiado fácilmente que el fundamento de la vida cristiana es el corazón.<br />

Escribe uno de ellos: «Tratar de alimentar el corazón es dirigirse a Dios: Dios mismo es un corazón<br />

que abraza todo. Sólo en el corazón es posible captar el secreto del universo, lo que Kant llama la<br />

“cosa en sí”. Quien tiene un corazón capta el sentido de Dios, de los hombres, de los animales y de<br />

la naturaleza. El corazón es el único órgano capaz de dar la paz al espíritu». La oración más<br />

perfecta, según los autores orientales, es la oración del corazón. Dice Teófanes el Recluso: «¿Acaso<br />

no ha mandado el Señor cerrarse en la propia habitación para orar? (Mt 6,6). La habitación del<br />

hombre es su corazón; por tanto, el Señor nos manda orar en nuestro corazón».<br />

Pero es preciso dar la noción precisa de este término porque tiene un uso muy amplio. En la<br />

Biblia el corazón indica toda la vida interior: el corazón reflexiona, proyecta y decide. Siente el<br />

temor de Dios y en él reside la fidelidad a Yavé. En el Nuevo Testamento es la sede del Espíritu<br />

Santo (cfr. Rom 10,10). Pero a menudo para los Padres y para los autores medievales, las<br />

expresiones bíblicas tienen un toque demasiado semítico y se ven obligados a interpretarlas con una<br />

terminología más aceptable para la psicología tradicional. Su interpretación revela claramente la<br />

corriente de espiritualidad a la que pertenecen.<br />

Los griegos son especulativos por naturaleza y sustituyen el corazón bíblico por la mente. El<br />

sursum corda se convierte entonces en «la elevación de la mente a Dios». Por el contrario, la<br />

literatura espiritual de la Edad Media en Occidente oponía el «afecto del corazón» al pensamiento

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