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EL CAMINO DEL ESPÍRITU

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El segundo error es más sutil. El alma es inmaterial, pero eso no significa todavía espiritual, según<br />

el concepto cristiano. Los cristianos se pueden llamar «espirituales» sólo según el grado de<br />

participación del Espíritu Santo. Por eso Ireneo propone esta definición de hombre espiritual: «El<br />

hombre perfecto está compuesto de tres elementos: la carne, el alma y el Espíritu Santo». Es la<br />

famosa tricotomía de los Padres.<br />

La antropología latina, que siguió fiel a la antigua dicotomía, habla del Espíritu Santo no<br />

como Persona sino como un don creado que constituye una nueva propiedad del alma, fundamento<br />

real para unas nuevas relaciones con el mismo Espíritu Santo. La insistencia en la distinción entre<br />

nosotros, los hombres, y la tercera Persona de la Divinidad era necesaria. El misterio del amor de<br />

Dios es un misterio de unión, pero también de distinción. El alma no se pierde en un «nirvana»,<br />

sino, al contrario, afirma su pleno valor. Pero, por otra parte, los antiguos autores ortodoxos se<br />

veían obligados a insistir sobre todo en la unión íntima con el espíritu. Para el sirio Afraates, por<br />

ejemplo, el Espíritu de Cristo se nos da de tal manera que llega a ser lo que hay de más íntimo en<br />

nosotros, nuestro verdadero «yo». Así, afirma san Basilio, los condenados serán «cortados en dos»,<br />

lo cual hay que entenderlo como una «completa separación del Espíritu».<br />

Esa insistencia en la unión personal con el Espíritu estuvo extrañamente provocada por el<br />

carismatismo exagerado de los mesalianos. Éstos querían ponerse en sus oraciones bajo el influjo<br />

directo del Espíritu. Pero, según ellos, esto se realizaba por medio de una fuerza divina que se<br />

apoderaba del hombre desde fuera; esa fuerza es más potente en unos momentos y desaparece en<br />

otros, cuando no se siente.<br />

Contra ellos, Basilio dice que el Espíritu es como si fuese nuestra «forma». Teófanes el<br />

Recluso afirma que el Espíritu es el «alma de nuestra alma», el que hace espiritual toda nuestra<br />

vida, santificándola. Lo que importa no es «sentir» más o menos este misterio sino que la vida<br />

cristiana se desarrolle como una «espiritualización progresiva del alma y del cuerpo» y, por medio<br />

de nosotros, de todo el universo, para que Dios sea todo en todos.<br />

b) La imagen y la semejanza con Dios<br />

El Espíritu Santo, al unirse a nuestra persona, nos diviniza. El término «divinización»<br />

(théosis, theopoíesis) es familiar a los Padres griegos. Sin embargo, algunos tenían miedo de que no<br />

se interpretase en sentido patrístico. Y así, por no decir que somos «divinos», la mayoría de los<br />

Padres prefieren desarrollar la idea de que hemos sido creados «a imagen y semejanza de Dios»<br />

(Gen 1,26-27). Los occidentales buscan sobre todo la causa de los hechos, mientras que los<br />

orientales centran su atención en lo que cada hecho prefigura, qué mensaje nos indica y de qué cosa<br />

futura es imagen. Por eso, no puede sorprendernos que el tema del hombre hecho a imagen y<br />

semejanza de Dios haya sido ampliamente tratado por los Padres, que utilizaban las antiguas<br />

nociones filosóficas relativas a este tema cuando interpretaban los textos de la Biblia.<br />

En el libro de la Sabiduría (2,33), el hombre no sólo está «hecho a imagen de Dios» sino que<br />

«es imagen de Dios». El Dios de los cristianos es la Santísima Trinidad. Por eso, san Agustín se<br />

esfuerza por encontrar en la estructura psicológica del hombre la expresión de las tres Personas<br />

divinas (memoria, entendimiento y voluntad). Sin embargo, eso es algo que no entra en las<br />

preocupaciones de los orientales. Los Padres griegos leyeron la Biblia de los Setenta, en la que se<br />

dice que el hombre ha sido creado «según» (katà, secundum) la imagen de Dios. Mirando la primera<br />

imagen que es Jesucristo, el Creador formó la siguiente «según» la primera. El hombre es, por tanto,<br />

imagen de Cristo. Escribe P. Evdokimov: «Lo que diferencia al hombre de los ángeles es que el<br />

hombre es a imagen de la encarnación, su carácter espiritual puro se encarna y penetra toda la<br />

naturaleza con sus energías vivificantes».<br />

En el texto del Génesis leemos dos términos: «imagen» y «semejanza». La distinción entre los<br />

dos no aparece en hebreo, donde propiamente se trata de una «imagen semejante». Pero el griego la<br />

traduce con una expresión coordinada: «somos imagen y semejanza». Orígenes, y después gran

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