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EL CAMINO DEL ESPÍRITU

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dirigirse a ellos en la oración, ya que ésta debe dirigirse al Padre que está en los cielos, por medio<br />

de Jesucristo, único mediador entre Dios y los hombres (1 Tim 2,5).<br />

Los teólogos postridentinos, haciendo una concesión a las objeciones, dijeron que el culto de<br />

los santos es «facultativo». En cambio, los teólogos ortodoxos lo consideran obligatorio. Pero hay<br />

que ver el sentido en que lo entienden: lo llaman ontológico. No ponen en duda que el verdadero<br />

mediador es Jesucristo, pero, al decir «por medio de Jesucristo», no se debe reducir el Salvador a su<br />

individualidad. Es el Cristo místico, la Iglesia de los santos que forman su cuerpo. Quien ora con<br />

Cristo, ora con todos los santos. Al cielo sólo se puede subir (eso es lo que se hace en la oración)<br />

junto con todos; al infierno va cada uno solo, dice A. Chomjakov. Por eso, las fórmulas de la<br />

liturgia bizantina invocan a menudo a Cristo «junto con la madre María, con los ángeles y con todos<br />

los santos».<br />

En ese sentido, el culto de los santos pertenece a la esencia de la oración, que es, por<br />

naturaleza, común. Sigue siendo facultativa la invocación a los santos particulares, patronos de las<br />

personas, de los lugares y de las asociaciones. No es sólo un fenómeno folclórico, como algunos<br />

tratan de considerar. Creemos que las relaciones personales no serán destruidas en la vida eterna. El<br />

obispo Macario, en la Teología dogmática ortodoxa, que en su tiempo era casi la teología oficial,<br />

emplea un argumento muy particular para estimular el culto de los santos individualmente. Dice que<br />

ya en esta vida las personas que han alcanzado un grado superior de santidad tienen el don de la<br />

kardiognosía, leen en el corazón de los alejados, sienten sus deseos y les ayudan orando. ¡Cuánto<br />

más conocen los santos del cielo nuestros corazones y con gran amor procuran ayudarnos orando!<br />

Es verdad que cuanto más intenso es el diálogo con Dios, más crece la unión entre los<br />

hombres más se espiritualizan sus relaciones espirituales.<br />

III. Diálogo con el mundo<br />

a) El universo, palabra y revelación<br />

El hombre que trata de intensificar su diálogo con Dios, parece que se distrae de ello por su<br />

situación en el mundo. Por eso, en todas las religiones aparece como necesaria una cierta fuga del<br />

mundo. La recomendaban también fuertemente los filósofos antiguos. «Esto demuestra —dice<br />

Platón— que se impone el esfuerzo de huir de aquí abajo hacia lo alto cuanto antes. Huir quiere<br />

decir asimilarse a Dios en la medida de lo posible. »<br />

También los cristianos deben huir del mundo. Es una enseñanza del evangelio y de una larga<br />

tradición. Pero en este contexto ascético, el término «mundo» tiene un significado moral, como la<br />

suma de las tentaciones. En cambio, en el contexto dogmático, como realidad visible y material, el<br />

mundo ontológicamente es apreciado por Dios mismo como «bueno y bello» desde las primeras<br />

páginas de la Biblia (Gen 1,25).<br />

Pero la belleza de las cosas se ve de modo diferente según las distintas mentalidades. Cuando<br />

nosotros hoy afirmamos que una cosa es bella, nos fijamos sobre todo en sus formas y colores. Para<br />

un semita, lo bello se aprecia según el objetivo más o menos elevado al que sirve. ¿A qué finalidad<br />

puede servir el mundo? La meditación en los ejercicios ignacianos se propone con estas palabras:<br />

«Las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre, y para que le ayuden en la<br />

prosecución del fin para el que es criado».<br />

Como ya hemos visto, la espiritualidad de los padres es antropológica. Pero al mismo tiempo<br />

se caracteriza por ser «cósmica». La herencia de la Grecia antigua contribuyó a ver al hombre<br />

inseparable del universo y de su orden. Los eslavos, por su parte, han conseguido dar un significado<br />

cristiano a las antiguas creencias populares sobre la Tierra húmeda, tierna madre de sus hijos<br />

humanos, que deben conservar amor y afecto por ella. Comentando el Hexaémeron, la obra<br />

creadora de Dios en seis días, los Padres celebran la belleza y la armonía del mundo, jardín<br />

paradisíaco, en el que ha sido colocado el hombre como hijo predilecto para que lo use con alegría.

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