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EL CAMINO DEL ESPÍRITU

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Las Escrituras son para Orígenes una «incorporación del Verbo de Dios». La palabra de la<br />

Biblia es una especie de cuerpo de Cristo. El Verbo de Dios estaba presente entre los judíos bajo la<br />

forma de la Ley y los Profetas. Si no, ¿cómo se habría podido anunciar su venida si no hubiera<br />

estado ya presente de algún modo?<br />

Pero esa afirmación, ¿no contradice la carta a los Hebreos (11), donde se lee que Dios ha<br />

hablado antiguamente muchas veces y de diversos modos a nuestros padres y sólo en los últimos<br />

tiempos por medio de Jesús? Responde Orígenes: los autores profanos expresan cosas diferentes<br />

con palabras diferentes, pero la palabra de Dios es única en sus diversas manifestaciones.<br />

Es importante ver la relación que existe entre Cristo, las Escrituras y las otras voces de Dios.<br />

Se puede presentar esquemáticamente este camino progresivo. Al principio Dios habló a Adán en su<br />

alma, en su conciencia pura, a la vez que la revelación del cosmos, en la naturaleza visible. El alma<br />

pura y el cosmos creado por Dios podrían ser también hoy fuente suficiente de la revelación. En esa<br />

línea existe un dicho de san Antonio abad: «¿Qué es antes: la mente o los libros? Si tienes la mente<br />

sana, no tienes necesidad de los libros». En la biografía de Simeón de Edesa, «loco por Cristo», se<br />

dice que su alma se había hecho tan pura que no necesitaba de lecturas.<br />

Pero el alma y el cosmos, dos fuentes de revelación, se han hecho a causa del pecado como<br />

los pozos de agua que Jacob había excavado pero que, por desgracia, los filisteos contaminaron con<br />

la arena. Entonces, según Orígenes, Dios suscitó algunos hombres «videntes». Éstos eran capaces<br />

de contemplar a Dios y llegaron a ser «profetas», es decir, manifestaron su visión con palabras<br />

pronunciadas y después escritas. Y así surgió la Sagrada Escritura.<br />

Entre el alma y las Escrituras hay una connaturalidad. Se completan mutuamente. Leyendo los<br />

textos sagrados el hombre se conoce mejor a sí mismo, se ve como en un espejo. Y, por otro lado,<br />

conociéndose mejor a sí mismo comprende los textos sagrados. El alma es, por tanto, como una<br />

biblioteca en la que se colocan los libros sagrados. Entonces, la interpretación de la Biblia es<br />

necesariamente personal. Pero con esto no se propugna ningún tipo de subjetivismo. Al contrario, el<br />

fundamento es la unidad de la inspiración divina.<br />

Asimismo, la lectura de la Biblia es inseparable de la observación del cosmos, de la naturaleza<br />

visible. También ésta es palabra de Dios: viendo el universo tenemos que ver a Dios. Por desgracia,<br />

la mayoría de los hombres están ciegos ante el espectáculo de la creación. Las Escrituras nos abren<br />

los ojos para acoger el Lógos de Dios. De hecho los campos están ya maduros para la siega, llenos<br />

de lógoi (iconográficamente esta idea se expresa en el icono de Novgorod de la Transfiguración).<br />

Pero, si en las Escrituras el alma encuentra a Cristo, tiene que haber también una unión entre las<br />

Escrituras y la Eucaristía. Por eso, la liturgia las une. En la Homilía sobre el Éxodo (13,1), Orígenes<br />

hace ver que, en la fracción del pan eucarístico, debemos tener cuidado de que no caiga a tierra la<br />

más mínima partícula. La misma exigencia debe existir en la «fracción» de la palabra de Dios<br />

cuando se lee y explica.<br />

Se puede continuar el razonamiento. Si la Escritura es una «especie» de cuerpo de Cristo,<br />

tiene también relación con la Iglesia, que es el cuerpo místico de Cristo. Por eso, la Iglesia explica<br />

el verdadero sentido de las Escrituras y, al mismo tiempo, se nutre de ese pan que es la Escritura.<br />

Es difícil decir a cuál de esas voces de Dios se debe dar la primacía. Algunos piensan que<br />

Orígenes daba mas valor a las Escrituras que a la Eucaristía, porque en ellas el cuerpo del Verbo es<br />

más espiritual, pero ésa es una interpretación dudosa. La verdad es que él insistía en la<br />

inseparabilidad de las diferentes «comuniones» con el Verbo de Dios. Cuanto más unidas están,<br />

más se completan mutuamente.<br />

b) Buscando el sentido espiritual<br />

El lector de la Biblia debe ser espiritual, porque el auténtico exégeta de los textos sagrados es<br />

el Espíritu Santo. El sacerdote, durante la liturgia, «cambia» el pan en el cuerpo de Cristo. El lector

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