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EL CAMINO DEL ESPÍRITU

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La finalidad de esa lista es proporcionar una orientación. Encontramos análisis detallados de<br />

los ocho vicios, por ejemplo, en Casiano y en san Nilo.<br />

Entre esos vicios, se considera como el más peligroso en los monjes y clérigos el de la acidia,<br />

el llamado «demonio meridiano». Evagrio lo describe así: «El demonio de la acidia, llamado<br />

también demonio meridiano, es el más cargante de todos; ataca al monje hacia la hora cuarta [las<br />

10] y acecha a su alma hasta la hora octava [las 14]». Describe de modo pintoresco los sentimientos<br />

que se experimentan en ese período: «Empieza por hacerte experimentar una sensación como si el<br />

sol se moviese con lentitud o incluso se quedase quieto y el día tuviese cincuenta horas. Después te<br />

impulsa a tener continuamente los ojos fijos en las ventanas, a saltar fuera de la celda, a observar el<br />

sol para ver si está lejos de la hora nona [tiempo de la comida principal] y a mirar a derecha e<br />

izquierda ... ». De esa tentación, digamos diaria, se pasa al simbolismo del mediodía de la vida (35<br />

años). Sigue Evagrio: el demonio del mediodía «le inspira aversión por el lugar en que se encuentra,<br />

por su estado de vida, por el trabajo manual y, más aun, le hace creer que la caridad entre los<br />

hermanos ha desaparecido, porque no hay ninguno que le consuele. Y si encuentra alguno que esos<br />

días ha contrariado al monje, el demonio se sirve también de esto para aumentar su aversión. Lo<br />

lleva entonces a desear otros lugares donde encontrar fácilmente lo que necesita y ejercer un oficio<br />

menos fatigoso y más rentable. Made que para agradar a Dios no importa el lugar: en todas partes,<br />

dice él, se puede adorar a la divinidad. Une a eso el recuerdo de su familia y de su vida de otro<br />

tiempo; le hace ver la larga duración de la vida poniendo ante sus ojos las fatigas de la ascesis; en<br />

resumen, emplea todas sus energías en conseguir que el monje abandone su celda y se aleje del<br />

lugar del combate».<br />

En conclusión, la mayor tentación de los hombres que siguen la vida espiritual es el cansancio<br />

de las cosas de Dios, la tibieza, las ganas de dejarlo todo. ¿Qué medios hay que utilizar para vencer?<br />

Habla todavía Evagrio: «A este demonio no le sigue de inmediato ningún otro», y esto dura mucho<br />

tiempo. Se necesita mucha fuerza para vencerlo. «Tras la lucha, el alma entra en un estado pacífico<br />

y de inefable alegría.»<br />

c) La voluntad propia<br />

Aunque no sea fácil reconocer los malos pensamientos, los Padres creen que no es tan difícil<br />

combatirlos. Basta aprender a ir en contra de lo que nos sugieren. Pero esa resistencia se ve<br />

paralizada por un defecto capital, que es como la raíz de los «ocho demonios»: la voluntad propia.<br />

«Jesús se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Flp 2,8). La desobediencia del<br />

primer hombre llevó al mundo a la perdición, la obediencia con Cristo y en Cristo nos reconduce al<br />

paraíso. No es, pues, extraño que los autores condenen severamente la «voluntad propia», fuente de<br />

todos los males según san Benito.<br />

En Oriente se apreciaba mucho la vida eremítica, en soledad. Pero el derecho canónico no<br />

permitía a los monjes seguirla al principio sino tras diez años de vida en la comunidad del<br />

monasterio. Como motivación se daba que el monje primero tenía que liberarse de la voluntad<br />

propia. Y por eso se inventaban diversos ejercicios para los principiantes con el fin de «romper su<br />

voluntad», para liberarlos del propio querer o no querer, de los propios deseos.<br />

Se comprende que hoy nos escandalice ese método educativo. Recuerda los sistemas<br />

totalitarios y dictatoriales en los cuales el hombre no es hombre sino sólo una pieza en la terrible<br />

máquina estatal. O nos parece encontrarnos en un viejo colegio de chicas en que éstas andan como<br />

sombras tras las faldas barrocas de la directora y amoldan sus sonrisas a las de la superiora.<br />

Pero la experiencia nos enseña que muchos equívocos proceden de los diferentes significados<br />

que se dan a la misma palabra. Y de los equívocos nacen también los errores. Por eso, conviene fijar<br />

bien, antes de nada, el contenido de las palabras. ¿Qué quiere decir, en ascética, «voluntad propia»?<br />

Esa expresión no significa lo mismo que «voluntad libre». Ésta forma parte de la perfección.<br />

Somos libres y sólo decidiendo libremente podemos salvarnos y crecer en la perfección. El progreso

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