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EL CAMINO DEL ESPÍRITU

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podrá hacer esto en la gran familia humana? Su primer principio de unión es la persona viva de<br />

Jesucristo. Encontrando la unión con él, se construirá la unión con los otros.. no hay otro camino.<br />

Entonces se presenta otra cuestión también importante: ¿dónde encontraremos al Cristo vivo?<br />

Los cristianos cultos corren continuamente el peligro de reducir la persona de Cristo al<br />

«cristianismo», o sea, a un sistema de verdades y leyes. Pero el verdadero Cristo vive en el pueblo<br />

de Dios, en nuestras madres, en la gente cristiana. ¿También en la jerarquía eclesiástica? A<br />

Chomjakov se le acusa de infravalorar el sacerdocio y el episcopado, propagando ideas a favor de<br />

una «democratización» no ortodoxa, pero se le interpreta erróneamente. Él reconoce el valor del<br />

sacerdocio y de la jerarquía. Sin embargo, considera que, en el orden de la evolución espiritual, se<br />

debe partir del pueblo de Dios. Piensa que no fue el sacerdote el que le enseñó a amar a su madre,<br />

sino que, al contrario, fue la madre la que le enseño a apreciar al sacerdote y a ir a la iglesia.<br />

Así pues, para salvar a la humanidad es necesario despertar el sentido de la Iglesia como tal y<br />

el de Cristo presente en todos los fieles. En una famosa frase suya, dice que al infierno cada uno va<br />

por su cuenta; pero al paraíso sólo se puede entrar con todos los demás (cfr. la representación del<br />

Juicio Universal del beato Angélico, en la que los elegidos están con las manos unidas, mientras que<br />

los condenados se dan la espalda unos a otros).<br />

Terminamos con un texto suyo: «Es necesario tener a Cristo viviente en sí mismo, para<br />

acercarse a su trono sin ser aniquilado por la grandeza ante la cual los espíritus más puros se postran<br />

con alegría y temblor. La Iglesia santa e inmortal, tabernáculo viviente del Espíritu divino, que lleva<br />

en su seno a Cristo, su Salvador y su Jefe, unida a él con lazos más íntimos de cuanto la palabra<br />

humana pueda expresar y el espíritu humano pueda concebir, sólo la Iglesia tiene el derecho y el<br />

poder de contemplar la majestad celeste y de penetrar en sus misterios».<br />

«La Iglesia terrena es la unidad de los hombres creyentes operada por el amor mutuo en el<br />

hombre Jesús, nuestro Salvador y nuestro Dios». «El hombre no encuentra en la Iglesia algo que le<br />

sea extraño. Ya no se encuentra en la debilidad de su aislamiento espiritual, sino en la fuerza de su<br />

perfección o, más bien, encuentra lo que es perfecto en él, la inspiración divina, que se pierde<br />

constantemente en la impureza grosera de cada existencia individual».<br />

c) G. S. Skovoroda (1722-1794): Cristo cósmico<br />

Skovoroda puede ser considerado como el primer filósofo ucraniano en el sentido actual de la<br />

palabra. Educado en el antiguo espíritu eclesiástico, recuerda con pesar la cantidad de milagros de<br />

santos que tuvo que escuchar. Pero en su época en Rusia se hacía sentir con fuerza la cultura<br />

francesa. Era el tiempo del iluminismo y de los enciclopedistas.<br />

Skovoroda empezó estudiando las ciencias naturales, se le abrieron los ojos y creyó en un<br />

mundo ordenado, lleno de armonía, efecto de las leyes cósmicas inmutables. ¡Qué ridículos<br />

resultaban entonces los relatos de milagros de las vidas de santos! Llegaba a la misma conclusión<br />

que los iluministas: Dios existe pero sólo como causa primera o como ideal inalcanzable. El mundo<br />

sigue su propio ritmo, dictado por sus leyes: por eso es bello y puede ser estudiado. Al nacer las<br />

ciencias, muere el antiguo Dios de los milagros.<br />

Pero tras el primer entusiasmo, a Skovoroda se le presentó un nuevo problema: ¿dónde<br />

ponemos al hombre? No hay duda. también debe estar sometido al orden científico; la ciencia debe<br />

dirigir la vida humana ordenada. Pero el hombre integrado en el orden científico ¿será todavía<br />

hombre? ¿Dónde estarán la libertad, el amor y la amistad? Muere el antiguo Dios, pero con la<br />

ciencia muere también el antiguo hombre que ama y decide libremente. Y este hecho nos tiene que<br />

entristecer. Pero ¿hay una solución?<br />

Para Skovoroda está claro que no podemos volver al Dios de los milagros y el hombre no<br />

puede vivir ahora al modo precientífico. La cuestión parecía insoluble. Pero un día le vino al<br />

filósofo una luz. Las leyes naturales son inmutables: estudiemos su validez, yendo a su origen. Las

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