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EL CAMINO DEL ESPÍRITU

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extrañarse, pues, de que sea despreciado por los otros más diligentes. Más tarde, sobre todo en<br />

tiempo de los profetas, la situación cambia. Hay muchos pobres que son inocentes. La culpa recae<br />

entonces sobre la injusticia de los ricos. Esos pobres, aunque sean despreciados por los hombres,<br />

encontrarán un protector inesperado: Dios mismo. Desde ese momento, serán afortunados a pesar<br />

de su pobreza y sus debilidades.<br />

Estos humildes del Antiguo Testamento, pobres de Yavé, son símbolo de la actitud cristiana<br />

fundamental que expresa la virtud de la humildad. No es la metriótes de los filósofos, la situación<br />

media entre una exagerada grandeza y un insincero abatimiento. La humildad cristiana une dos<br />

extremos: la debilidad del hombre y el poder de la gracia divina. Según el pensamiento de san<br />

Agustín, la humildad cristiana se asemeja a un árbol que hunde sus raíces en profundidad para<br />

crecer más alto. El cristiano humilde es el constructor de su propia casa. Cuanto más alta vaya a ser,<br />

más habrá que ahondar los cimientos.<br />

Al ser una virtud que encierra una antinomia, es difícil expresar lo que es la humildad con<br />

términos profanos. Hay en ella algo de divino, de misterioso, de inexplicable, sobre todo en la<br />

humildad de los santos. Según Juan Clímaco, «con la humildad sucede como con el sol: nunca<br />

sabremos definir claramente su virtud y su sustancia.... la juzgamos por sus diversos efectos y<br />

cualidades».<br />

Los Padres son unánimes en hacer de Cristo el modelo de humildad. Por eso llaman a esta<br />

virtud «imitadora de Cristo», quien, por una parte, es Hijo unigénito del Padre que está en los<br />

cielos, heredero del universo, y, por otra, se ha humillado hasta la muerte de cruz (Flp 2,8).<br />

Por eso, el cristiano debe reconocer su grandeza de hijo adoptivo de Dios. «El hombre es una<br />

gran cosa», exclama san Basilio. Para Dios, dice Clemente de Alejandría, «es mucho más querido el<br />

hombre, el viviente, que todas las demás cosas creadas por Él». «¿Hay algún otro habitante de la<br />

tierra que haya sido hecho a imagen del Creador?», se pregunta Basilio, y él mismo responde: «Tú<br />

has recibido un alma inteligente... Todos los animales terrestres son esclavos tuyos... Por ti Dios<br />

está en medio de los hombres y el Espíritu Santo derrama su liberalidad».<br />

Además el hombre tiene una gran capacidad de hacer el bien por la gracia divina. Son<br />

maravillosos también los dones naturales de conocer, trabajar, crear y transformar la tierra. Quien<br />

desprecia estos dones deshonra al Dador, dice san Juan Crisóstomo.<br />

Pero, al mismo tiempo, hay que ver el otro aspecto de la antinomia. Se advierte la debilidad<br />

humana sobre todo en tres aspectos. El soberbio se atribuye a sí mismo sus grandes cualidades,<br />

olvidando al Dador. Es imagen de Dios pero se transforma en ídolo.<br />

El vanidoso cae en otro defecto. Considera grandes las cosas que, a los ojos de Dios y desde<br />

la perspectiva de la eternidad, no tienen valor, como, por ejemplo, los éxitos mundanos y los<br />

encantos carnales.<br />

Pero la prueba más segura de humildad es la de saber reconocer el propio pecado. Condenar la<br />

propia maldad, reconocerse pecador, es el principio de la sabiduría espiritual, repiten a menudo los<br />

Padres del desierto. Todos somos capaces de parecer humildes, pero la humildad sincera depende<br />

del grado de la propia perfección espiritual. Sólo los santos son capaces de considerarse los mayores<br />

pecadores del mundo.<br />

Por eso, el abad Isaías incita a no exagerar las confesiones demasiado humildes y a ejercitarse<br />

en cosas sencillas: no juzgar al prójimo, no censurarlo, no tratar de dominarlo, no contradecir a los<br />

superiores, dedicarse al trabajo. Ése es el camino cristiano que conduce al conocimiento de sí<br />

mismo y a dar gloria a Dios por la grandeza de los dones que nos concede.<br />

II. Diálogo con Dios<br />

a) Creo en un solo Dios Padre

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