CONSUMO, CULTURA E IDENTIDAD - Cholonautas
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Christian, en cambio, dice que siempre se identifica, aunque cuando chatea<br />
con extranjeros prefiere inventar otra nacionalidad porque considera “que lo<br />
peruano no es muy aceptado”. Algo parecido le pasa a Miguel dentro del<br />
ámbito nacional: “cuando se dan cuenta que eres ayacuchano te cortan”. Por<br />
ello, Miguel se hace pasar por limeño. El padre de Christian, en sus cuarentas,<br />
dice que sí se inventa identidades y lo considera como “una manera de<br />
pensar”.<br />
Según Turkle (1995), es muy común cambiar el sexo en el chat. Si eso es así<br />
en Estados Unidos, que llevan años luz al resto del mundo en el uso del<br />
Internet, en Huamanga sólo hemos encontrado algunos intentos más bien<br />
tímidos en este sentido. Betty, por ejemplo, entró una vez como “Sergio”, “y las<br />
chicas empezaban a hablar hasta que me daba roche”. No ha vuelto a hacerlo.<br />
Pero casi todos ocultan parte de su identidad. Como manifiesta Carlos,<br />
“generalmente al principio eres sincero, con todo, ¿no. Entrabas con tu<br />
nombre, con tu apellido Quispe, pero con el tiempo que vas conociendo el chat<br />
y todo eso, el tipo de gente, vas a empezar a mentir”. Puede ser que una chica<br />
busque un varón de 25 años para chatear, “y tu puedes decir yo tengo 25 años,<br />
y ya empiezas a mentir”. Lo mismo sucede con otros aspectos de la vida, “que<br />
haces de trabajo, que soy profesor de universidad, o sea empiezas a alucinar”.<br />
De esta manera, el chat empieza a convertirse en una suerte de juego, “ya no<br />
como medio de comunicación, sino para burlarse de la gente. Por ejemplo,<br />
encontramos a una persona, a una mujer, y nos mandamos a la flaquita”<br />
(Darío). O bien las “flaquitas” se mandan. Protegidas por el anonimato dejan<br />
atrás la timidez de su vida real y “preguntan quieres ser mi ciberenamorado, y<br />
empiezas a tratarlas como la enamorada” (Darío). Con la sensación de<br />
seguridad y de distancia que ofrece la comunicación virtual, las personas están<br />
más dispuestas a deslumbrar en el momento de presentarse – no<br />
necesariamente con la intención de dar una impresión auténtica. ¿Cómo<br />
podemos conocer – ¿o podemos conocer – a otra persona que hemos<br />
encontrado en un ambiente virtual ¿Cómo sabemos si creer o no lo que nos<br />
cuentan”. Las relaciones online, evidentemente, dependen mucho de la<br />
confianza.<br />
Ciberenamoradas y ciberpatas<br />
César es estudiante universitario en el tercer ciclo. Empezó a chatear hace un año, y<br />
algunos meses atrás se encontró con una chica que le parecía interesante. El<br />
problema fue que ella buscaba a un varón de 29 años, y César recién tiene 22. Pero<br />
igual se mandó. Que sí tenía 29, que era profesional, deportista, un metro setenta y<br />
tanto, y no sé qué cosas más. Mantienen la relación hasta ahora, la considera como su<br />
“ciberenamorada”. “Yo me imagino que es morena como me dijo, 29 años, 1,60, media<br />
crespa y simpática, ya alucino pues, será o no será”. El problema es que la chica –<br />
parece que es limeña – ahora quiere conocerlo. Varias veces ya ha propuesto un<br />
encuentro, y César está confundido. No sabe qué hacer, “me escribe diario, o sea se<br />
interesa. Ahora estoy con este temor, le digo o no la verdad”. Mientras tanto, busca<br />
consuelo con sus “ciberpatas” que tiene en España y algún país latinoamericano.<br />
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