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CONSUMO, CULTURA E IDENTIDAD - Cholonautas

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http://www.cholonautas.edu.pe - Biblioteca Virtual<br />

Huamanga no es París, pero también acá se nota, sobre todo entre los<br />

jóvenes, una cierta preocupación por la moda, que siempre está sometida al<br />

cambio de los gustos y, hoy en día, tiene representaciones globales:<br />

“Últimamente, la ropa es considerada como un significador del<br />

transnacionalismo, o bien forjada por la ideología consumerista difundida<br />

por los medios dominados por los EEUU, o bien seleccionada y<br />

adaptada por aquellos en contacto con flujos culturales transnacionales.<br />

No solamente la moda parece cambiar, sino también los valores y<br />

significados apegados a ella” (Wilson y Arias 1995: 2).<br />

Un caso muy común es la ropa “bamba”: los jeans Wrangler o las camisas<br />

Lacoste hechas en algún taller familiar en el Cerro el Pino en La Victoria, Lima,<br />

y vendidos en la vereda de la 28 de Julio en Huamanga por un comerciante<br />

huancaíno. Recuerdo haber visto, a mediados de los noventa, cuando<br />

trabajaba en Gamarra, ambulantes que vendían etiquetas falsificadas<br />

importadas del Brasil para ropa de marca. Para James (1993), ponerse este<br />

tipo de indumentaria es un “esfuerzo de crear la apariencia de un consumo<br />

moderno sin realidad”. Sea como sea, las reproducciones de marcas de<br />

prestigio – no sólo jeans y camisas, sino también lentes RayBan o relojes<br />

Citizen – se han ganado un mercado importante en casi todos los países en el<br />

Tercer Mundo (Ibíd.) e introducido cada vez más compradores de estratos<br />

sociales inferiores a una moda globalizada.<br />

Pero también hay mercado para los originales con sus precios elevados.<br />

Escucho comerciales en la emisora “Zeta Rock and Pop” de una boutique,<br />

propaganda para jeans Lee, Levi´s y Wrangler (el locutor lo pronuncia<br />

“rrrrongler”) – las verdaderas, como no se olvida recalcar. El mensaje se dirige<br />

a “la otra juventud”, aquella con conciencia para la moda y suficiente dinero<br />

como para comprarla.<br />

Es sentido común que la ropa señala identidades étnicas (véase Femenias<br />

1997, para el caso del Valle del Colca); no se requiere de mucha imaginación<br />

para identificar a las señoras en polleras que colman las calles de Huamanga<br />

como campesinas de los pueblos aledaños. Pero también grupos como las<br />

subculturas juveniles – las “tribus urbanas” – utilizan el ropaje para<br />

diferenciarse, tanto de otros grupos entre sus coetáneos como del discurso<br />

hegemónico de la sociedad. En su estudio sobre la subcultura británica de los<br />

años setenta, el sociólogo Dick Hebdige afirma que la lucha contrahegemónica<br />

de las subculturas es, básicamente, una lucha por la posesión de signos:<br />

“... el desafío a la hegemonía que representan las subculturas ... es<br />

expresado oblicuamente, en estilos. Las objeciones están depositadas y<br />

las contradicciones exhibidas en el nivel profundamente superficial de la<br />

apariencia: quiere decir, en el nivel del signo (Hebdige 1979: 17).<br />

Esta estetización de la vida cotidiana (Featherstone 1991) no es el predominio<br />

de las clases media para arriba, sino atraviesa todos los sectores sociales. La<br />

expresión de individualidad no requiere de bienes costosos, sino más que nada<br />

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