CONSUMO, CULTURA E IDENTIDAD - Cholonautas
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http://www.cholonautas.edu.pe - Biblioteca Virtual<br />
virtuales” que Rheingold (1993) define como “agregaciones sociales que<br />
emergen desde el Internet siempre y cuando un número suficiente de personas<br />
se entremetan en discusiones públicas con suficiente tiempo y con suficiente<br />
sentimiento humano, para formar redes de relaciones personales en el<br />
ciberespacio”.<br />
Nótese otra vez la ausencia de dimensiones territoriales en esta definición. Una<br />
comunidad virtual se establece a través de intereses y proyectos comunes,<br />
independientemente de criterios geográficos. Rheingold postula que<br />
comunidades en el ciberespacio surgen en parte debido a la desaparición de<br />
espacios públicos informales en la vida real – los mencionados “Grandes<br />
Buenos Lugares” - y en parte debido al espíritu pionero de navegadores que se<br />
sienten atraídos por la posibilidad de interactúar con otras personas en un nivel<br />
completamente nuevo.<br />
“Las personas en comunidades virtuales utilizan palabras en pantallas<br />
para intercambiar amabilidades o para discutir, participan en discursos<br />
intelectuales, hacen negocios, intercambian conocimientos, comparten<br />
apoyo emocional, hacen planes, se desenfrenan, chismean, disputan, se<br />
enamoran, encuentran y pierden amigos, juegan, coquetean, crean un<br />
poco de arte y un montón de conversación vanidosa. Las personas en<br />
comunidades virtuales hacen todo lo que hace la gente en la vida real,<br />
pero dejando atrás sus cuerpos” (Rheingold 1993).<br />
Una comunidad virtual, según esta percepción, es un grupo más o menos<br />
estable que se organiza a través de los nuevos medios electrónicos. De esta<br />
manera, la cibercultura crea lazos sociales que no se basan en pertenencias<br />
territoriales o relaciones institucionales, sino en la alianza a través de intereses<br />
comunes; forman parte de las “comunidades interpretativas de consumidores”<br />
que han reemplazado a las “comunidades nacionales, entendidas como<br />
unidades territoriales, lingüísticas y políticas” (García Canclini 1996a: 12).<br />
En Ayacucho, la experiencia con el Internet es demasiado fresca todavía como<br />
para que se puedan formar comunidades virtuales estables. Aunque algo de<br />
eso también hay. Darío, por ejemplo, que es músico, se comunica<br />
constantemente con algunos amigos virtuales de la Asociación Internacional de<br />
Músicos Andinos (http://www.aima.8m.com/), y aunque lo hace de preferencia<br />
con músicos bolivianos y limeños, podría hacerlo también con el “Conjunto<br />
Yugoslavo para la Música de los Andes” (Jugoslovenski ansambl za muziku<br />
Anda) “Pachamama” (http://www.fortunecity.com/tinpan/humperdinck/358/).<br />
Otros chatean con un grupo fijo y limitado en ventanas como Limarave donde<br />
todos más o menos se conocen, aunque sea virtualmente.<br />
Ahora bien, ¿qué significa todo eso para nuestras relaciones sociales; ¿hay<br />
algo “real” todavía en estas relaciones virtuales<br />
Manuel Castells sí cree que las comunidades virtuales “son comunidades,<br />
aunque no físicas, y no siguen los mismos patrones de comunicación e<br />
interacción como las comunidades físicas. Pero no son ‘a-reales’, funcionan en<br />
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