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Perfil
escribe M. Laura Neffen
Pablo Rotemberg: “Cuando dirijo me siento
muy poderoso”
Desde adolescente el protagonista de esta
entrevista se encontró con grandes disciplinas
que supo investigar. Piano, teatro, cine, danza
e incluso jardinería fueron su materia de estudio
y hoy, tras años de búsqueda, llega a una certeza
que no es concluyente: “Soy coreógrafo”.
Así se define el intenso director argentino Pablo
Rotemberg quien estuvo en Rosario en el último
festival El Cruce y en este diálogo con Inquieta
desarrolló su historia, sus miedos, su rol como
director, sus obras.
Pablo fue músico en su adolescencia en Ramos
Mejía, su primer acercamiento a lo creativo fue
con el piano. Hijo de médicos, tenía una tía
cuyo piano de cola lo deslumbraba y un padre
con cierta sensibilidad que lo motivó para que
desarrollara una disciplina ligada al arte. Estudió
varios años piano, hasta que llegó a un momento
clave que él describe con estas palabras: “En
mi casa cuando yo tenía 16 años el discurso era
‘Pablo va a ser pianista’, ‘Pablo se tiene que ir
a estudiar a Estados Unidos’. En ese momento
me agarró una crisis que tenía que ver con
otras cosas de mi vida, estaba colapsando y en
ese marco la perspectiva de un viaje de cinco
años me dio pánico. Hice un pre examen y fui
aceptado”. Pero en ese mismo momento sus
padres se enteraron de que Pablo no podía irse
a ningún sitio, se los comunicó y recuerda con
esta frase la incertidumbre de sus padres:
“Qué es lo que va a hacer Pablito que
no va a tocar el piano”.
Luego de ese episodio comenzó una
investigación en distintas disciplinas.
“Siempre fui muy disperso, mis padres
me pedían que me dedicara a una
sóla cosa, de hecho todavía me
lo piden porque no entienden
bien lo que hago. Hoy el rasgo
de la multiplicidad es algo muy
presente, pero en ese momento
era raro. Cuando yo era chico,
era raro”, relata Pablo y propone:
“Cuando sos tan disperso
tenés que organizarte para no
volverte improductivo”. Estudió
teatro a pesar de que en ese
momento era un hombre muy
tímido, que iba con sus anteojos,
su mirada hacia adentro, respondía físicamente
a la imagen simbólica de un pianista de música
clásica. Dice que en su primera clase creyó que
se iba a morir porque “debía componer una
escena… estaba muerto de miedo pero asombrosamente
cuando lo hice me dio una alegría,
una felicidad total, de exhibicionismo, ese goce
en mostrarte, eso son para mí las artes escénicas”.
Luego, su acercamiento al cine tuvo
que ver con una pulsión erótica: “En situaciones
adolescentes eróticas, de mi despertar sexual
me veía en medio del marco cinematográfico”.
Como el cine y el teatro no le parecían suficientes
ingresó en la Facultad de Agronomía para
hacer la carrera de paisajismo. “Soy jardinero,
me encanta la jardinería, alguna vez fantasee
con irme a Londres a profesionalizarme”. Pero
luego llegaría una propuesta que lo tentó más,
la de comenzar a probar clases de elongación
y, posteriormente, danza. “Lo único que conocía
de danza lo había visto en una obra muy
fría en la tele, un ballet muy de mujeres con
hombres con polleras, era clásico. Ahí me gustó,
me erotizó, me atrajo. Justamente para mí la
pulsión del artista tiene que ver con lo erótico”.
-Esa cuestión interdisciplinaria de tu formación
te debe haber dejado distintas marcas. En la