YOUKALI, 1 página 94 una no-polémicaLos medios de formación de masas son <strong>el</strong> más poderoso agente pedagógico que cualquier tirano pudojamás soñar. Su éxito radica en que invaden nuestra intimidad, ap<strong>el</strong>an directamente al individuo aislado,consiguiendo así su objetivo fundamental: la atomización de las masas. Suponen la ecuación perfectade la mano invisible: con<strong>ver</strong>tir los intereses privados d<strong>el</strong> sistema en intereses personales inalienablesde cada individuo. La oferta debe ser ingente, no se vayan a levantar sospechas de uniformidad: cuantasmás cadenas de t<strong>el</strong>evisión, cuantas más opiniones encontradas, cuantos más opciones y sabores,cuantos más estilos y tendencias, más oculta y efectiva la uniformización. Tú <strong>el</strong>ijes. Tú accionas <strong>el</strong> mandoa distancia, tú ejerces <strong>el</strong> control remoto. Tu gusto es tuyo, no hay trampa ni cartón. Los medios de formaciónde masas presentan los estereotipos y los roles a seguir: es la pedagogía d<strong>el</strong> Capital; los gestos,los deseos, las inflexiones de voz, las miradas, las complicidades, los odios y fobias, son sistemáticamenteaprendidos desde la más tierna infancia de nuestros actores favoritos, de nuestras estr<strong>el</strong>las d<strong>el</strong> pop,de los campeones deportivos. La t<strong>el</strong>evisión es nuestra niñera incansable ofreciéndonos redundantement<strong>el</strong>os patrones a seguir para saber amar, llorar, triunfar, perder, temer o alegrarse, convenciéndonosimplacablemente de que uno mismo es <strong>el</strong> rey, ya que <strong>el</strong> gusto, nuestro capricho personal, es la fuenteinsobornable de la que mana nuestra libertad: libertad forzada y condicional a realizar permanentemente<strong>el</strong>ecciones amañadas que excluyen toda nueva posibilidad. Posibilidades sin embargo, de las quese nos asegura somos reyes, pues la audiencia manda qué se emite, qué caduca. Por si no fuera suficiente,la publicidad, la propaganda comercial, sustento de todo <strong>el</strong> tinglado mediático, nos persuade de qu<strong>el</strong>a única vía de acceso a esta f<strong>el</strong>icidad programada es <strong>el</strong> consumo: sólo mediante la adquisición de mercancíasnos identificamos, sólo convirtiéndonos en mercancías lograremos ser quien somos y ocuparnuestra casilla correspondiente en la sociedad.Empujan al límite su codicia: todo <strong>el</strong> tiempo, todo <strong>el</strong> espacio y toda la experiencia, para existir, ha de serproductiva. Aquí adentro comienza <strong>el</strong> espectáculo. Allí afuera, <strong>el</strong> infierno.Armas de legitimación masiva.La desigualdad, la injusticia, la desesperación, la tristeza, <strong>el</strong> expolio medioambiental, <strong>el</strong> hambre y la muerteno pueden aumentar indefinidamente . Sin embargo, los beneficios que estas desgracias producen sequieren infinitos. El posmoderno asalto a la totalidad precisa, por <strong>el</strong>lo, de armas de legitimación masiva.Para que los tanques y misiles puedan asegurar la propiedad privada de los más importantes recursospetroleros, o para que <strong>el</strong> SIDA extienda por África <strong>el</strong> derecho de patente sobre los medicamentos, lasindustrias petrolera, armamentística y farmacéutica deben asegurarse d<strong>el</strong> apoyo a estos objetivos de lapoblación de las naciones centrales y de las oligarquías de los Estados periféricos. D<strong>el</strong> mismo modo, lacreciente desigualdad dentro de los países industrializados sólo puede darse si las élites económicas consiguenlegitimar su acumulación de poder, riqueza y capital cultural. La inmensa mayoría de la poblaciónmundial permanece excluida de cualquier mecanismo que les otorgue capacidad de decisión sobre estosasuntos. El poderoso proceso de legitimación espectacular sustituye la participación real: <strong>el</strong> Imperio sóloprecisa que sus súbditos avalen su derecho natural a gobernar. Actualmente, existe un gran consensomundial sobre <strong>el</strong> capitalismo, es decir, se considera bueno, o al menos inevitable, que una oligarquía corporativaguerree por <strong>el</strong> control de la casi totalidad de la riqueza y <strong>el</strong> poder mundial. Este beneplácitopopular resulta ajeno, en su mayor parte, a los mecanismos democráticos formales y a los Estados dederecho nacionales. Fundamentalmente, se consigue de otros modos.El consumismo ha aumentado enormemente <strong>el</strong> número de personas que acceden a la acumulación depequeñas mercancías (coche, ropa, bisutería, tecnología barata, domicilio propio…). Presentado comouna forma de acceso generalizado a la riqueza socialmente producida, <strong>el</strong> consumismo logra mostrar lapropiedad privada como algo beneficioso. El micropropietario juega una pobre simulación d<strong>el</strong> enormeacopio de riqueza y poder de las élites, pero resulta suficiente para hacerle sentir que la diferencia entreél mismo y un gran magnate de empresa se debe a un simple cambio de escala. No hay distancia entreISSN: 1885-477Xwww.tierradenadieediciones.comsólo ser propietario de tu propio domicilio y serlo de un tercio de la ciudad, cuando se sacraliza <strong>el</strong> conceptode propiedad privada como organizador de la vida entera. Aunque, por supuesto, la especulacióninmobiliaria sigua impidiendo <strong>el</strong> acceso a la vivienda a los más jóvenes, desalojando a los más pobresy atando al resto a la explotación laboral a través de hipotecas infernales. No por nada, <strong>el</strong> credo oficialsostiene que cada cual obtiene lo que se merece. La oligarquía mundial ha impuesto estas ideas a unaparte importante de la ciudadanía de las naciones industriales (especialmente en los EE.UU., espejo d<strong>el</strong>Imperio). La cínica meritocracia d<strong>el</strong> esfuerzo y <strong>el</strong> trabajo duro, la fantasía de la igualdad de oportunidadesy <strong>el</strong> excluyente derecho a la propiedad privada conforman la base d<strong>el</strong> posmoderno individualismo.Se conforma así una sociedad como una suma de “unos” que reciben beneficios, según su valía, d<strong>el</strong>os “otros”. En semejante mundo, los individuos no están determinados más que por sus propios impulsosy por <strong>el</strong> justo reconocimiento de una comunidad de “otros” invisible, de la que no se forma parte. Noexisten limitaciones, excepto las debidas a las propias capacidades. El estatus y la riqueza no se heredan.Ninguna estructura de poder se manifiesta en las vidas individuales. No hay clases sociales, ni ningunainstancia social organizativa ajena a uno mismo. Esta es la utopiita publicitaria que nos ofrece la éliteeconómica.Individualismo, sacralización de la propiedad privada y meritocracia. Control de la información y <strong>el</strong>conocimiento. R<strong>el</strong>ativismo ético. Confusión. Y, finalmente, legitimidad de la pesadilla totalitaria.La homeopatía postmoderna: lo que te mata te hace fuerte.Todo dentro, nada fuera. Carecer de fronteras. Dos máximas d<strong>el</strong> postmoderno asalto económico a la totalidad.Libertad sin límites. Sé tú mismo. Te mereces más. Pronto todo <strong>el</strong> mundo lo tendrá. El tiempo nos dala razón. El futuro <strong>el</strong>ige Visa. Ha llegado la revolución ¿Te vas a quedar fuera? La máxima moral eshoy también comercial. Estas disposiciones, que nos instan a la uniformidad y a la di<strong>ver</strong>sidad (a la uniformidaddi<strong>ver</strong>sificada), al individualismo y al comunitarismo (al individualismo gregario), al orden y ala reb<strong>el</strong>día (a la reb<strong>el</strong>día ordenada), sólo son aparentemente contradictorias. D<strong>el</strong> mismo modo, a nuestroalrededor se dan la opulencia y la extrema pobreza, la carrera tecnológica y la miseria instrumental,la liberación sexual y la prostitución esclava, la violencia contra las mujeres y la igualdad entre sexos, laindustria armamentística y las guerras pacificadoras, <strong>el</strong> despilfarro energético y <strong>el</strong> calentamiento atmosférico,la explotación laboral y la neurosis consumista…Nos presentan estos extremos como los efectossecundarios indeseables que se dan juntoa los beneficios terapéuticos, o como la distanciaentre <strong>el</strong> occidente avanzado y f<strong>el</strong>iz y laperiferia atrasada e ignorante por nuestrasculpas o sus propios vicios. El niño esclavo, <strong>el</strong>marginado, la mujer prostituida o <strong>el</strong> varón enla matanza racial no han sido colocados entr<strong>el</strong>a liga de fútbol y las cotizaciones de bolsa paraproducir compasión, sino miedo y mala conciencia.Son exhibidos como <strong>el</strong> re<strong>ver</strong>so trágicode nuestra vida publicitaria. Como hay ci<strong>el</strong>o,hay infierno. Pero también nuestras vidas,nuestros proyectos vitales, nuestros sexos yemociones, nuestra int<strong>el</strong>igencia, aquí adentro,ISSN: 1885-477Xwww.tierradenadieediciones.comYOUKALI, 1 página 95 una no-polémica
YOUKALI, 1 página 96 una no-polémicason bombas de fragmentación en un continuo estallido. Porque todo es válido, pero inútil. Porque todoes diferente, pero igual. Porque los tiempos cambian, pero <strong>el</strong> espíritu permanece. Porque todas las salidasde emergencia han sido previamente señaladas. Por todo <strong>el</strong>lo, aquí adentro cada vez más prójimosse hunden en la locura, <strong>el</strong> aislamiento, la tristeza y la neurosis hedonihilista. Nos existen divididos endemasiadas esquirlas que se expanden demasiado rápido como para poder ser reconstruidos.En <strong>el</strong> mundo de lo ya hecho, en <strong>el</strong> paraíso de las ofertas prefabricadas, no hay redención posible. Todasatisfacción es frustrada por efímera, toda meta es decepción: nuestras pulsiones, mercantilizadas,reconducidas por los caminos trillados, pavimentados y convenientemente señalizados, sólo se satisfacenmediante <strong>el</strong> consumo de lo ya dado y se hunden permanentemente en la insatisfacción, ya que sufuerza emergente sólo quisiera romper los moldes, desbrozar caminos, abandonar la autopista de peajepara explorar lo nuevo, para encontrarse con los otros fuera de las casillas d<strong>el</strong> tablero, para inventarnuevos juegos, para recrear un mundo <strong>ver</strong>daderamente habitable, dónde la satisfacción sea <strong>el</strong> caminoy no se confunda con la meta. Pero <strong>el</strong> afuera no es posible, se nos dice: afuera sólo existe la miseria y lamarginación. Por <strong>el</strong>lo <strong>el</strong> deseo permanentemente insatisfecho no se sale d<strong>el</strong> redil y recorre neuróticamente<strong>el</strong> laberinto de laboratorio que nos ha sido destinado.De nuevo, la tensión que causa nuestra enfermedad se nos ofrece como única medicina: seguir trabajando,seguir consumiendo.Puedes decir lo que quieras, porque da igual lo que digas.Todos hablan y nadie escucha. De las bocas de las gentes atomizadas de y por los medios de formación demasas salen discursos vacuos, redundantes, repetidos, reiterados, que cubren todo campo, que agotan todaextensión, que lanzan una férrea red de sentido sobre la realidad cuyo centro auto referencial es unomismo. El individuo posmoderno occidental posee una opinión sobre todas las cosas, y los valores de cambiode sus mercancías opinión, diseñan la marca corporativa “Yo Mismo”. En la sociedad de consumo lapropiedad privada es sagrada. Mi opinión debe ser respetada sobre todas las cosas, porque mi opinión seidentifica conmigo mismo; mi opinión es mía. El grado más bajo d<strong>el</strong> conocimiento encaramado al pedestalde un dogma individual inquebrantable. Todo es <strong>ver</strong>dad puesto que nada es mentira. Todo es una cuestiónde gusto. El individuo infantilizado <strong>el</strong>ige opiniones como sabores a los que su capricho se queda aferradoy a los que nada le hará renunciar. Los medios deciden sobre qué se ha de opinar; desde una sopade sobre a una guerra preventiva, desde cuál es <strong>el</strong> mejor dentífrico o qué detergente lava más blanco, hastala última cumbre mundial o <strong>el</strong> mal arbitraje dominical. El exceso de información ahoga así todas las posibilidadesde reflexión, creando patrones a la medida de cualquier consumidor posible. Cualquier opiniónha sido ya dada, lanzada a los medios de comunicación, prontas a ser <strong>el</strong>egidas según la talla, <strong>el</strong> color y <strong>el</strong>corte que más nos favorezca. Se ofrecen las valoraciones ya empaquetadas como consignas listas para corear.Así, una vez más, cada cual ve amputada su capacidad creativa por la imposibilidad de ejercerla frentea una oferta interminable de productos realizados en serie con un planchado impecable.La opinión se lleva, como la ropa, como <strong>el</strong> perfume, como <strong>el</strong> coche, para medirnos con los demás, paradecir aquí estoy yo, este soy yo. El conocimiento es cosmética; vaciado de su contenido, es la confección deun traje a medida que nos viste ante los otros. Nadie cambia su opinión porque nadie se desnuda en público.Nadie cambia su opinión hasta que sale al mercado la nueva temporada, nuevas opiniones sobre nuevostemas o nuevas opiniones sobre los temas clásicos de siempre, lo importante es renovarse, estar a lamoda, no perder <strong>el</strong> carro de lo que se lleva. Así, toda discusión es disputa, es lucha, es contienda, es guerra:se toman y defienden posiciones, se arrincona al enemigo, se esgrimen y disparan opiniones. Lasideas no fluyen de uno a otro mientras se recorre un camino conjunto, mientras se construye una sendacomún que nos conduzca al conocimiento profundo d<strong>el</strong> problema tratado. No se discuten ideas, ni se tratanproblemas: se cuestionan identidades. Toda discusión se mueve en <strong>el</strong> ámbito ad hominem. Las ideasISSN: 1885-477Xwww.tierradenadieediciones.comcon<strong>ver</strong>tidas en eslóganes, en propiedad, en opinión, generan un torneo donde los machos cabríos arremetena la carga para imponer la solidez de su armadura; <strong>el</strong> que pega más fuerte, <strong>el</strong> que grita más altovence. Después los dos contendientes marchan cada uno por su lado enseñoreando sus colores. Nada hacambiado, <strong>el</strong>los quizá un poco magullados, pero las opiniones ni siquiera se han arrugado.¡Dejad de pensar! He aquí la máxima posmoderna. En <strong>el</strong> mejor de los mundos posibles, con<strong>ver</strong>tido todopensamiento en dato, en insignia, no hay aprendizaje posible, solo una gama dada de uniformes para lafalsa contienda de yoes.Alta cultura, cultura de masas:El museo, tributo a las musas, a la inspiración, al conocimiento, a la más alta expresión cultural de la qu<strong>el</strong>a especie humana es capaz, es hoy, en nuestra posmoderna utopiíta, un hipnótico y deslumbrante centrocomercial, un infantilizado parque temático. Su contenido, los frutos d<strong>el</strong> ingenio humano, de su capacidadde generar b<strong>el</strong>leza, están así mismo mercantilizados, vaciados de contenido; meras atraccionesespectaculares desprovistas d<strong>el</strong> más mínimo valor cognoscitivo.El mercado d<strong>el</strong> arte al igual que casi cualquierotro mercado de la sociedad de consumo estábasado en la rentabilidad. En los márgenesde beneficio que produce en las manos de losintermediarios. Comprar cristal a precio debarro y venderlo al precio que los diamantesalcancen en <strong>el</strong> mercado internacional. El Artese ha con<strong>ver</strong>tido en uno de los mercados másrentables para <strong>el</strong> negocio de los grandes capitales.Una fuente indispensable para <strong>el</strong> blanqueode dinero y de imagen: las grandes compañíasmultinacionales invierten cantidadesastronómicas en adquirir y promocionarobras y artistas como inequívoco signo de sumagnánima filantropía subvencionada porlos Estados. Así su interés privado es <strong>el</strong>evado a la categoría de interés público obteniendo por <strong>el</strong>lo grandesexenciones fiscales al mismo erario público que las sostiene. Así algunas de las grandes cotizacionesde obras de arte han sido <strong>el</strong> resultado de la acción de ciertas compañías de seguros: En <strong>el</strong> circo de lasgrandes exposiciones es ahora fundamental contratar pólizas de seguros para cubrir cualquier tipo deaccidente cobrando un tanto por ciento d<strong>el</strong> valor estimado d<strong>el</strong> objeto; por lo que si sube <strong>el</strong> valor de la obrasube así mismo <strong>el</strong> beneficio de las aseguradoras.Por este <strong>el</strong>evado valor económico que ciertas obras de arte llegan a alcanzar en <strong>el</strong> mercado junto con laimposibilidad d<strong>el</strong> gran público no iniciado en comprenderlo y disfrutarlo refuerzan <strong>el</strong> carácter mítico que<strong>el</strong> Arte siempre ha poseído. En la ignorancia sólo cabe tomar una postura r<strong>el</strong>igiosa: creer o no creer. Laobra no representativa implica la explícita aceptación de un uni<strong>ver</strong>so de “creencias” en <strong>el</strong> más puro y tradicionalsentido; contribuyendo eficazmente a sostener y reforzar <strong>el</strong> carácter <strong>el</strong>itista d<strong>el</strong> fenómeno estéticoy así conseguir su perfecto acoplamiento al sistema capitalista. El consumo cultural, es decir la mistificaciónd<strong>el</strong> arte como forma de sublimación. El consumo como canalización d<strong>el</strong> Eros.Los estados y fundaciones invierten nuestro dinero en nuevos y sorprendentes edificios neomanieristasposmodernos, que perdiendo su funcionalidad arquitectónica adquieren, ahora, la virtud publicitariaISSN: 1885-477Xwww.tierradenadieediciones.comYOUKALI, 1 página 97 una no-polémica
- Page 2 and 3: Youkali: revista crítica de las ar
- Page 4 and 5: YOUKALI, 1 página 6 Filosofía y p
- Page 6 and 7: YOUKALI, 1 página 10 Filosofía y
- Page 8 and 9: YOUKALI, 1 página 14 Filosofía y
- Page 10 and 11: YOUKALI, 1 página 18 Filosofía y
- Page 12 and 13: YOUKALI, 1 página 22 Filosofía y
- Page 14 and 15: YOUKALI, 1 página 26 Filosofía y
- Page 16 and 17: YOUKALI, 1 página 30 Filosofía y
- Page 18 and 19: YOUKALI, 1 página 34 Filosofía y
- Page 20 and 21: YOUKALI, 1 página 38 Filosofía y
- Page 22 and 23: YOUKALI, 1 página 42 Filosofía y
- Page 24 and 25: YOUKALI, 1 página 46 Filosofía y
- Page 26 and 27: YOUKALI, 1 página 50 Filosofía (y
- Page 28 and 29: YOUKALI, 1 página 54 Filosofía (y
- Page 30 and 31: YOUKALI, 1 página 58 Filosofía (y
- Page 32 and 33: YOUKALI, 1 página 62 Filosofía (y
- Page 34 and 35: YOUKALI, 1 página 66 Elementos de
- Page 36 and 37: YOUKALI, 1 página 70 Elementos de
- Page 38 and 39: YOUKALI, 1 página 74 Elementos de
- Page 40 and 41: YOUKALI, 1 página 78 Elementos de
- Page 42 and 43: YOUKALI, 1 página 82 una no-polém
- Page 44 and 45: YOUKALI, 1 página 86 una no-polém
- Page 46 and 47: YOUKALI, 1 página 90 una no-polém
- Page 50 and 51: YOUKALI, 1 página 98 una no-polém
- Page 52 and 53: YOUKALI, 1 página 102 una no-polé
- Page 54 and 55: YOUKALI, 1 página 106 una no-polé
- Page 56 and 57: YOUKALI, 1 página 110 una no-polé
- Page 58 and 59: YOUKALI, 1 página 114 una no-polé
- Page 60 and 61: YOUKALI, 1 página 118 Análisis de
- Page 62 and 63: YOUKALI, 1 página 122 Análisis de
- Page 64 and 65: YOUKALI, 1 página 126 Análisis de
- Page 66 and 67: YOUKALI, 1 página 130 Análisis de
- Page 68: YOUKALI, 1 página 134 Un clásico,