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YOUKALI, 1 página 12 Filosofía y políticaeconomía. Si las sociedades, en virtud de la economíade la naturaleza, deben ejercer, y no solamente poseer,<strong>el</strong> derecho a matar, <strong>el</strong> mercado, entendido como la formamisma de la uni<strong>ver</strong>salidad humana en tanto quevida, debe necesariamente, en ciertos momentos precisos,«dejar morir». Con <strong>el</strong> fin de abordar esta cuestión,debemos regresar a la discusión que Smith mantieneen La riqueza de las naciones respecto a los mediosprecisos a través de los que los ricos d<strong>el</strong> mundo,guiados por la mano invisible, distribuyen al resto d<strong>el</strong>os habitantes de la Tierra las «cosas necesarias para la vida».Además de la escasa suma que los mendigos d<strong>el</strong>mundo logran «extorsionarles» (<strong>el</strong> término es de Smith),esta distribución adopta la forma d<strong>el</strong> pago de salarios.Aquí, y me refiero al capítulo 8 de la Parte I de La riquezade las naciones, dejamos de confrontarnos conun mundo de individuos autónomos conducidos por <strong>el</strong>interés personal a tratar, hacer trueques o intercambiarcon vistas a su conveniencia, un esquema teóricoque podría fácilmente acomodarse al contrato de trabajo,entendido como un intercambio entre individuos.Por <strong>el</strong> contrario, Smith explica <strong>el</strong> antagonismo,que determina en parte la tasa d<strong>el</strong> salario, esto es, <strong>el</strong> alcancede la distribución realizada por los ricos d<strong>el</strong>mundo, como algo colectivo en su naturaleza: «lossalarios corrientes dependen en todos los lugares d<strong>el</strong>contrato que se establece normalmente entre dos partes,cuyos intereses en modo alguno son coincidentes.Los trabajadores desean conseguir tanto, y los patronesentregar tan poco, como sea posible. Los primerosestán dispuestos a asociarse para <strong>el</strong>evar los salarios, ylos segundos para disminuirlos» 28 . Dejaré a un lado <strong>el</strong>hecho de que la misma idea de acción colectiva aquí invocadaplantea una serie de cuestiones y problemasque Smith no trata y quizás no pueda tratar dadas laslimitaciones de su teoría. Bastará con decir aquí, sinembargo, que las «partes», un término que le permiteISSN: 1885-477Xwww.tierradenadieediciones.commo<strong>ver</strong>se libremente entre <strong>el</strong> individuo y <strong>el</strong> colectivo,en discordia funcionan como individuos cuya competenciay oposición produce, sin su conocimiento oaceptación, una distribución «casi» igual de las cosasnecesarias para la vida. Las apariencias son, en efecto,decepcionantes: la naturaleza d<strong>el</strong> mercado es, por supuesto,tal que toda la ventaja en esta disputa entre lostrabajadores y sus patrones recae en estos últimos. Lostrabajadores sólo pueden abandonar <strong>el</strong> trabajo o abstenersede trabajar en protesta por los salarios duranteunos pocos días. Su capacidad para mantenerse a símismos, su misma subsistencia, depende d<strong>el</strong> salarioque puedan ganar. Los patrones, por <strong>el</strong> contrario tienensuficientes reservas en la mayoría de los casos comopara «vivir un año o dos» sin emplear trabajo. Estaventaja les permite «forzar a los trabajadores a aceptarsus condiciones» 29. Y sus condiciones, la mayor partede las veces, no son muy favorables: los patrones deSmith «están siempre y en todo lugar en una especiede acuerdo, tácito pero constante y uniforme, para no<strong>el</strong>evar los salarios sobre la tasa que exista en cada momento»30 . Es más, «algunas veces entran en unionesparticulares para hundir los salarios por debajo de esatasa» 31 . El mercado parece, entonces, haber puestopocos, si alguno, límites a la capacidad de los patronespara incrementar su beneficio bajando simplemente lacantidad que entregan en forma de salarios. El límiteque, en realidad, establece sobre la reducción de los salarioses <strong>el</strong> límite d<strong>el</strong> mismo mercado: no es otro que lavida desnuda d<strong>el</strong> trabajador, cuyo «salario debe al menosser capaz de mantenerlo … a un niv<strong>el</strong> consistentecon la humanidad corriente» e incluso «más; si no seráimposible mantener a su familia y la raza de los trabajadoresse extinguirá pasada una generación» 32 .Podría parecer que tal postulado condena a la granmayoría de personas de cualquier sociedad a una vidade duro trabajo a cambio de la mera supervivencia; enrealidad es <strong>el</strong> fundamento d<strong>el</strong> único medio racionalpara incrementar la tasa de los salarios y, así, mejorarsus vidas. Una reducción de los salarios al niv<strong>el</strong> de lavida desnuda permite paradójicamente (¿dialécticamente?)que <strong>el</strong> fondo disponible para <strong>el</strong> pago de los salariosse acumule hasta tal punto que su única salidapueda ser <strong>el</strong> empleo de más manos. «Cuando en unpaís la demanda por los que viven de su salario, trabajadores,jornaleros, sirvientes de toda clase, aumentasin cesar, cuando cada año hay empleo para un númeromayor que <strong>el</strong> año anterior, los trabajadores no necesitancoaligarse para obtener un salario mayor» 33.Pero existen ciertas sociedades, y Smith aduce ejemplosextraídos únicamente d<strong>el</strong> mundo no-europeo,donde la naturaleza de las «leyes e instituciones» noles permite adquirir una mayor riqueza, sociedadesque él juzga «estacionarias» e incapaces de crecimien-to, en <strong>el</strong> que <strong>el</strong> límite por debajo de los salarios parecemucho más variable de lo que la expresión «consistentecon la humanidad corriente» parecería sugerir. Yaque en China, tal como Smith la imagina, ni siquierauna alta tasa de mortalidad infantil como la que se correspondecon la pobreza de los habitantes de las TierrasAltas de Escocia (donde, según ha oído, solo sobrevivendos de cada veinte niños) bastará para distribuirlos salarios al niv<strong>el</strong> necesario para mantener altrabajador. En cambio, incluso ante una alta mortalidadinfantil, <strong>el</strong> hecho de que muchos miles de familiassubsistan con recursos tan escasos como «cualquier carroña,un perro o un gato muertos, por ejemplo, aunqueesté semiputrefacto y maloliente» que es «bienvenidopor <strong>el</strong>los igual que lo es <strong>el</strong> mejor manjar por lasgentes de otros países» 34, significa que, con <strong>el</strong> fin de que<strong>el</strong> obrero subsista, sus hijos deben ser destruidos, «abandonadosen la calle o ahogados como cachorros» 35 .Aquí, <strong>el</strong> rigor d<strong>el</strong> mercado como mecanismo que ajustala proporción de trabajadores al fondo disponible paralos salarios, distribuyendo liberalmente la malnutriciónentre aqu<strong>el</strong>los estratos sociales más numerosos d<strong>el</strong>o que alcanza su capacidad para subsistir, en consecuencia«destruyendo una gran parte de los niños» sinque ningún agente «lo pretenda o lo conozca», debe sercomplementado con una acción humana directa.El caso de la hambruna, y aquí Smith privilegia laBengala d<strong>el</strong> siglo XVIII por encima de la Francia definales d<strong>el</strong> XVII y comienzos d<strong>el</strong> XVIII donde casi dosmillones de ciudadanos franceses perecieron en lashambrunas de 1694 y 1708-9, es quizás incluso másinstructivo 36 . «En un país donde los fondos destinadosal mantenimiento d<strong>el</strong> trabajo estuvieran cayendomarcadamente» los salarios se reducirían «a la másmiserable y mínima subsistencia d<strong>el</strong> trabajador» 37 .Llega a hacerse claro en este punto que <strong>el</strong> término«subsistencia», en cuanto denota la «tasa por debajode la que parece imposible reducir» los salarios, no tienefijado un límite social o biológico. Un fondo de salariosque vaya cayendo reduce de tal modo la demandade trabajo que la subsistencia d<strong>el</strong> trabajador individualdeja de hacerse necesaria, dado <strong>el</strong> gran número de desempleadospreparados para ocupar <strong>el</strong> lugar de aqu<strong>el</strong>loscon suficiente fortuna como para haber encontradoempleo. El resto «o bien pasaría hambre o se <strong>ver</strong>íaobligado a buscar la subsistencia en la mendicidad operpetrando las mayores barbaridades. La miseria, lahambruna y la mortalidad prevalecerían inmediatamenteen esa clase, y de ahí se extenderían a todas lasclases superiores, lo que sería seguido por una reducciónd<strong>el</strong> número de habitantes d<strong>el</strong> país hasta <strong>el</strong> quepudiese ser mantenido con <strong>el</strong> ingreso y <strong>el</strong> capital quequedara» 38 . Si parece que una especie de infalible racionalidadinmanente a la misma naturaleza restablece,incluso por medio de la mortalidad, un equilibrioentre los trabajadores y <strong>el</strong> fondo de salarios suficientepara garantizar la mera vida d<strong>el</strong> obrero, tal «calamidad»,como él la llama, puede surgir sólo como consecuenciade «regulaciones impropias» y «limitacionesimprudentes» impuestas por <strong>el</strong> gobierno sobre <strong>el</strong> comercio.El mercado, si se le permite trabajar sin interferencias,siempre y en todas partes impedirá que loque él llama «escasez» (carencia de comida como resultadode una caída en la producción) se convierta enhambruna. La teoría de Smith en torno a la hambrunaconstituye una de la secciones más contestadas y debatidasde La riqueza de las naciones, citada frecuentementepor Amartya Sen 39 entre otros, por sus erroresteóricos y empíricos; y aunque no tengo nada en contrade aqu<strong>el</strong>los que intentan refutar los argumentos deSmith, una tarea tan importante hoy como lo ha sidosiempre, mi objetivo aquí es entender su discusión d<strong>el</strong>a hambruna, con su entero trasfondo teológico, comosíntoma de los conflictos que animan toda su obra.En un primer vistazo, postular que «la hambrunanunca ha surgido por ninguna otra causa que no fuerala violencia d<strong>el</strong> gobierno intentado, por medios impropios,remediar los inconvenientes de una escasez» 40 ysu corolario que «la ilimitada, incondicionada libertadd<strong>el</strong> comercio d<strong>el</strong> grano… es <strong>el</strong> único medio efectivo paraprevenir las miserias de la hambruna» 41 parece tancategórico como absurdo, nada más que una declaraciónde fe sin ninguna conexión necesaria con la realidadhistórica (Los holocaustos de la última época victorianade Mike Davis puede considerarse como la refutaciónempírica definitiva de esta doctrina). Es aquí,sin embargo, en torno a la cuestión de la hambruna y,por tanto, de la vida misma, donde las marcas de laposición de Smith se clarifican, este es <strong>el</strong> punto en <strong>el</strong>que Smith ya no puede continuar por más tiempo dividiendoy sub-dividiendo la subsistencia, pues ya no se-ISSN:1885-477Xwww.tierradenadieediciones.comYOUKALI, 1 página 13 Filosofía y política

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