YOUKALI, 1 página 130 Análisis de efectos / reseñasentendiendo por tal <strong>el</strong> momento de esa r<strong>el</strong>ación y no meramente <strong>el</strong> lugar físico d<strong>el</strong> trabajo. La fábricahabrá perdido peso pero <strong>el</strong> espacio de trabajo, de su expropiación, no ha dejado de crecer.Ningún trabajador autónomo deja de pasar y sentir ese espacio. Otra cosa es que haga con esavivencia. No hay que renunciar a la “la int<strong>el</strong>igencia d<strong>el</strong> explotado”, hay que favorecer que esa int<strong>el</strong>igenciase coloque en otra narración donde su explosión pueda cobrar sentido. Hay que construirun espacio donde <strong>el</strong> “no”, la reb<strong>el</strong>ión, la rabia, <strong>el</strong> rencor, se sienta cobijado. Hay que destruir lanarración dominante pero para eso no es suficiente ni mucho menos denunciarla, es necesario,construir la otra, otra imaginación. Decía Juan Blanco que <strong>el</strong> hambre es la <strong>ver</strong>dadera int<strong>el</strong>igencia yeso explica las revu<strong>el</strong>tas, pero esa revu<strong>el</strong>ta para no quedarse en desahogo tiene que vehiculareshacia un lugar, la organización revolucionaria, donde <strong>el</strong> conocer sea hacer, donde <strong>el</strong> rencor se conviertaen condición subjetiva y no en mera subjetividad.P: El hecho de que uno de los componentes d<strong>el</strong> engranaje de esta “maquinaria infernal” quese r<strong>el</strong>ata (a sí misma) en El año que tampoco hicimos la Revolución, financie la edición d<strong>el</strong>libro y pague su publicación y su distribución; y que algunos de los dientes más duros de larueda motriz que mantiene la máquina en funcionamiento -en España, al menos-, alabe <strong>el</strong>esfuerzo (tan necesario) de su editor, ¿no os resulta un poco desalentador? ¿No teméis serabsorbidos por la propia idea de que vuestra publicación les justifica?R: Creemos que afortunadamente tanto nosotros como nuestro editor somos bastante conscientes d<strong>el</strong>alcance y límites de nuestro trabajo. El libro tiene vocación de herramienta y de poco más. Es herramientapero se presenta como discurso y como tal discurso puede ser perfectamente deglutido por <strong>el</strong>sistema. Que se convierta en herramienta es una cuestión que ya depende de otras variables. Por ejemplo<strong>el</strong> escritor Félix de Azúa escribió (en su blog, que no deja de ser un espacio poco comprometido encuanto que es un espacio más cercano a lo privado que a lo público) que su aparición era un acontecimientoeditorial y algunas críticas han sido “literariamente” <strong>el</strong>ogiosas, pero más r<strong>el</strong>evante o lo únicor<strong>el</strong>evante al menos para nosotros, ha sido que una organización revolucionaria como Corriente Roja hapromovido la lectura-discusión d<strong>el</strong> libro. En ese sentido es alentador comprobar que aún en este horizontede lectura como consumo <strong>el</strong> libro puede devenir en herramienta de lectura como trabajo.Evidentemente la publicación d<strong>el</strong> libro ayuda a la legitimación d<strong>el</strong> aparato cultural-editorial-empresarialy al respecto era fundamental que en <strong>el</strong> propio libro se diera cuenta, como se hace, d<strong>el</strong> conglomeradoempresarial en <strong>el</strong> que <strong>el</strong> libro aparece. Ese es su valor de cambio y sobre ese valor no se puede apenasactuar (aunque la <strong>el</strong>ección de la editorial se ha hecho tomando en consideración ese valor: no es <strong>el</strong>mismo “cambio” <strong>el</strong> que se establece publicando en Anagrama que en Caballo de Troya). Como ya hemosdicho: cabe con todo confiar en su valor de uso, si lo tiene, y nosotros pensamos que sí lo tiene.ISSN: 1885-477Xwww.tierradenadieediciones.comROSSANA ROSSANDA EN ESPAÑAEl texto que sigue, traducido por Montserrat Galcerán Huguet, forma parte(páginas 232 a 236) d<strong>el</strong> libro La chica d<strong>el</strong> siglo pasado (La ragazza d<strong>el</strong> secoloscorso, Turín, Einaudi, 2005) en <strong>el</strong> que Rossana Rossanda aborda una especiede “memoria d<strong>el</strong> tiempo de la militancia”. En estas páginas se referencian lasimpresiones de su paso por nuestro país y de su contacto con la “oposición antifranquista”.El libro de Rossanda será próximamente publicado en cast<strong>el</strong>lanoen la colección “Cuestiones de Antagonismo” de la editorial Akal.Tenía dudas sobre lo que estábamos haciendo, nosotros, miembros d<strong>el</strong> PCI…Todas las dudasprocedían d<strong>el</strong> interior de nuestro horizonte. Y durante muchos años fueron dudas de aquéllasque no deprimen – no sentía la necesidad de venerar la autoridad – sino que ponen a funcionarla cabeza.La primera duda tuvo que <strong>ver</strong> con <strong>el</strong> esquema antifascista. A principios de 1962 fui enviada aEspaña para tomar contacto con los escasos miembros de la oposición pero en aqu<strong>el</strong> viaje semarcharon también algunas categorías, de las que me había sentido segura. Me parecía obvioque <strong>el</strong> fascismo era la forma más brutal d<strong>el</strong> capital productivo y financiero por lo que, ¿quiénpodría abatir a aqu<strong>el</strong> viejo dictador malvado y paralizante si no la fuerza y las masas antifranquistasque estaban emergiendo de la larga opresión? Iba a <strong>ver</strong>lo, llevando solidaridad y experienciapero nada fue como lo había esperado. Nuestro fascismo había sido estruendoso hasta<strong>el</strong> final, mientras que aquí ese estruendo faltaba, <strong>el</strong> país estaba adormecido y silenciado. NoISSN: 1885-477Xwww.tierradenadieediciones.comYOUKALI, 1 página 131 Un clásico, un regalo
YOUKALI, 1 página 132 Un clásico, un regalopude saber si la policía seguía mi rastro, tenía que evitar cualquier a<strong>ver</strong>iguación porque mispasos habrían sugerido o confirmado algo. Los antifranquistas estaban muy cansados, estabandivididos y se fiaban muy poco de cualquier ayuda que pudiera venirles d<strong>el</strong> mundo. De losmuchos con los que me reuní, ninguno me recibió en su casa, sólo una vez en Barc<strong>el</strong>ona y unaen <strong>el</strong> País Vasco, y en ambos casos fue un desafío.En Barc<strong>el</strong>ona, un señor muy serio, dirigente de la Esquerra de Catalunya, me dijo con amargura:habéis tenido la suerte de tener la guerra y nos habéis olvidado. ¡La suerte! Ninguno de losespañoles que encontré me ahorró aqu<strong>el</strong> mensaje. Me decía que no sabían lo que había sidoaqu<strong>el</strong>la guerra y al mismo tiempo, me di cuenta de que nosotros no asimilábamos bien lo quehabía sido aqu<strong>el</strong>la guerra civil que había dividido a hermanos y padres e hijos y los había anegadoen un mar de sangre. Y había dejado una serie detallada de fichas y ficheros que salían ala luz con ocasión de tal o cual detención. ¡Dios!, la guerra civil había terminado en 1939 cuandoteníamos la vista fija en la guerra sin adjetivos que caía sobre nosotros, pero para todos losque encontraba parecía que hubiera terminado la semana antes. Nosotros la habíamos alejado.¿Quién se había ocupado otra vez de España después de 1939, excepto aquéllos que habían buscadoun pasaje a través de <strong>el</strong>la para irse todavía más lejos, atravesando los Pirineos, esperandoembarcarse, muriendo a veces o matándose antes de encontrarlo?. De aqu<strong>el</strong>la soledad habíamuerto Walter Benjamin. Y no era muy glorioso para <strong>el</strong> resto de Europa que algún judío hubierapodido huir a través de aqu<strong>el</strong> país. No supimos nada ni siquiera de la guerrilla residual queperduró hasta 1949. Ni de la represión que no cesaba en un país minuciosamente vigilado.Durante la postguerra teníamos otras preocupaciones y <strong>el</strong>los lo sabían muy bien. Y ahora laItalia fanfaniana había empezado a colaborar con <strong>el</strong>gobierno de Franco, inclusive algunos brillantes economistasy sociólogos. Ni siquiera tenía claro qué era lo queinquietaba al régimen, al principio nadie me habló másque de un torpe envejecimiento. Ciertamente no se preveíaningún tipo de insurrección y no sólo porque <strong>el</strong> paísestaba gobernado con una policía de hierro, sino porquenadie habría intentado una sublevación, ni siquiera sihubiese tenido la certeza absoluta de la victoria. Sóloentonces lo pude entender. Si alguien hablaba no era <strong>el</strong>pueblo, era tiempo de silencio como había titulado sulibro Luis Martín Santos, médico y escritor que estandoya confinado en <strong>el</strong> País Vasco, podía permitirse escribir eincluso publicar.En cuanto a los comunistas, algunos acababan de salir d<strong>el</strong>a cárc<strong>el</strong> y todos estaban fuera de sí porque la hu<strong>el</strong>gageneral pacífica que se venía preparando desde habíatanto tiempo y que debía ser un gran acontecimiento, nohabía tenido ningún éxito, había sido una fracaso total. La dirección d<strong>el</strong> partido en <strong>el</strong> exteriorno lo admitía, mentía. Todo era objeto de división entre los comunistas, que estaban solos, dentroy fuera de las cárc<strong>el</strong>es. El comunismo quedaba extremadamente lejano, incluso en la <strong>ver</strong>siónque yo prefería, como horizonte d<strong>el</strong> movimiento presente. Porque no había ningún movimientopresente. Y <strong>el</strong> Partido comunista español en Moscú había perdido <strong>el</strong> pulso de su país.A través de cuidadosos contactos, me reunía por todas partes con pequeños grupos antifranquistas,residuos o herederos de los años treinta y no llegaba a discernir si la gente normal tambiénlos veía o sólo los recordaba. Estaban escondidos, desconexos, llenos de desconfianzaISSN: 1885-477Xwww.tierradenadieediciones.comunos hacia otros y todos hacia los comunistas por lo que, cuando me presentaba aquí y allá,omitía muchísimo de lo que era. Me daban citas indirectas, en <strong>el</strong> cruce de una calle o en un caféapartado, no me llamaban por t<strong>el</strong>éfono al hot<strong>el</strong> ni podía llamarles yo desde allí, salía con laGuía azul bajo <strong>el</strong> brazo y tenía que pasar por turista de modo que la policía no me pidiera ladocumentación. De lo que me decían todo me sorprendía, <strong>el</strong> recuerdo presente d<strong>el</strong> pasado, <strong>el</strong>cuadro que se hacían d<strong>el</strong> momento presente, <strong>el</strong> vacío ante sí. Excepto algunos demócrata cristianos,cuya consistencia no pude garantizar, y que también estaban divididos entre la derechay una especie de fanfanismo, llenos de esperanza de que <strong>el</strong> desarrollo d<strong>el</strong> mercado común europeoprovocaría la caída d<strong>el</strong> régimen. A condición de que se mantuviera fuera a los comunistas.Me lo confirmó con calma y seguridad en su <strong>el</strong>egante estudio de abogado <strong>el</strong> viejo José MaríaGil-Robles, residuo de la Ceda.Ciertamente <strong>el</strong> país no estaba al borde ni de una explosión ni de una desastrosa ruina. Teníaun aspecto polvoriento. Uno decía que la economía estaba despuntando, otro lo negaba. Elhecho de que <strong>el</strong> consumo despuntara sugería que se daba un uso publicitario d<strong>el</strong> lenguaje totalmentediferente d<strong>el</strong> lenguaje soporífero d<strong>el</strong> mundo oficial y de la iglesia (se publicitaba un lavavajillascon <strong>el</strong> slogan bucólico Más tiempo para <strong>el</strong> amor). A medida que iba introduciéndomeen este mundo, me resultaba evidente que no sería aqu<strong>el</strong> chapucero arco iris antifascista <strong>el</strong> quese sacaría de encima a Franco y al bloque de militares e iglesia y latifundistas y propietarios ycapitanes de industria que lo habían acompañado yque se habían nutrido de él. Era desde su mismo interiorque se percibía una especie de movimientos caut<strong>el</strong>osospor parte de Manu<strong>el</strong> Fraga Iribarne y que s<strong>el</strong>anzaba algún guiño hacia <strong>el</strong> exterior.Me pareció sorprendente que fuese la base social d<strong>el</strong>franquismo la que estaba decidiendo cambiar <strong>el</strong> régimencon ritmos lentísimos y con pasos casi inad<strong>ver</strong>tidos.Hoy me pregunto porque la cosa me pareció tandura de admitir teniendo en cuenta que las grandespotencias capitalistas habían contribuido a abatir <strong>el</strong>fascismo y <strong>el</strong> nazismo, cosa que sabía. Pero la Alemaniade Hitler era expansionista mientras que la Españade 1962 no lo era en absoluto. Franco había sidoun zorro al mantenerse fuera d<strong>el</strong> conflicto, sólo habíamatado a españoles que me miraban sin ningún d<strong>el</strong>eitea mi, representante de la Europa antifranquista. Nose puede dar de lado a un país durante veinte años yreencontrarlo tal como era cuando se decide vol<strong>ver</strong> abuscarlo.Queda <strong>el</strong> hecho de que al cabo de un mes volví a Italia y le dije a Pajetta, muy excitado, que mehabía reunido con los antifranquistas, anarquistas incluidos, pero que no había ocurrido nada–o al menos nada de lo que habíamos imaginado como una reedición de lo que habíamos vivido.Me miró de lado, sin objetar nada– ciertamente a Giancarlo no le faltaba int<strong>el</strong>igencia. Peropocos días después, en abril de 1962, estalló la hu<strong>el</strong>ga de Asturias y me llamó por t<strong>el</strong>éfono burlándosede mi: lo ves cómo no has entendido nada. Y sin embargo no sucedió nada. Al menosno en nuestro campo.ISSN: 1885-477Xwww.tierradenadieediciones.comYOUKALI, 1 página 133 Un clásico, un regalo
- Page 2 and 3:
Youkali: revista crítica de las ar
- Page 4 and 5:
YOUKALI, 1 página 6 Filosofía y p
- Page 6 and 7:
YOUKALI, 1 página 10 Filosofía y
- Page 8 and 9:
YOUKALI, 1 página 14 Filosofía y
- Page 10 and 11:
YOUKALI, 1 página 18 Filosofía y
- Page 12 and 13:
YOUKALI, 1 página 22 Filosofía y
- Page 14 and 15:
YOUKALI, 1 página 26 Filosofía y
- Page 16 and 17: YOUKALI, 1 página 30 Filosofía y
- Page 18 and 19: YOUKALI, 1 página 34 Filosofía y
- Page 20 and 21: YOUKALI, 1 página 38 Filosofía y
- Page 22 and 23: YOUKALI, 1 página 42 Filosofía y
- Page 24 and 25: YOUKALI, 1 página 46 Filosofía y
- Page 26 and 27: YOUKALI, 1 página 50 Filosofía (y
- Page 28 and 29: YOUKALI, 1 página 54 Filosofía (y
- Page 30 and 31: YOUKALI, 1 página 58 Filosofía (y
- Page 32 and 33: YOUKALI, 1 página 62 Filosofía (y
- Page 34 and 35: YOUKALI, 1 página 66 Elementos de
- Page 36 and 37: YOUKALI, 1 página 70 Elementos de
- Page 38 and 39: YOUKALI, 1 página 74 Elementos de
- Page 40 and 41: YOUKALI, 1 página 78 Elementos de
- Page 42 and 43: YOUKALI, 1 página 82 una no-polém
- Page 44 and 45: YOUKALI, 1 página 86 una no-polém
- Page 46 and 47: YOUKALI, 1 página 90 una no-polém
- Page 48 and 49: YOUKALI, 1 página 94 una no-polém
- Page 50 and 51: YOUKALI, 1 página 98 una no-polém
- Page 52 and 53: YOUKALI, 1 página 102 una no-polé
- Page 54 and 55: YOUKALI, 1 página 106 una no-polé
- Page 56 and 57: YOUKALI, 1 página 110 una no-polé
- Page 58 and 59: YOUKALI, 1 página 114 una no-polé
- Page 60 and 61: YOUKALI, 1 página 118 Análisis de
- Page 62 and 63: YOUKALI, 1 página 122 Análisis de
- Page 64 and 65: YOUKALI, 1 página 126 Análisis de
- Page 68: YOUKALI, 1 página 134 Un clásico,