YOUKALI, 1 página 10 Filosofía y políticapolis y <strong>el</strong> oikos, la política y la economía, <strong>el</strong> ámbito d<strong>el</strong>a libertad, producido por los humanos, y <strong>el</strong> ámbito naturalde la necesidad. Si podemos hablar de necropolítica,¿podemos y, en efecto, debemos hablar, además,al mismo tiempo, en uno y <strong>el</strong> mismo gesto, de una necro-economía?Mbembe ha puesto en cuestión implícitament<strong>el</strong>a descripción que hace Foucault de la biopolíticacomo <strong>el</strong> in<strong>ver</strong>so de la operación de soberanía:mientras que esta última consiste en hacer morir o dejarvivir (faire mourir ou laisser vivre), <strong>el</strong> biopoderopera según <strong>el</strong> principio de hacer vivir o dejar morir(faire vivre ou laisser mourir) 17. Siguiendo a Agambenen su énfasis en la co-existencia d<strong>el</strong> poder soberanoy d<strong>el</strong> biopoder, Mbembe asigna a la política modernauna r<strong>el</strong>ación mucho más activa con la muerte, que,en efecto, se convierte en su objetivo prioritario. Lacuestión de la necro-economía nos empuja a regresara la noción de «dejar morir» o «exponer a morir» y nosimplemente a morir en batalla. Esta no debería comprendersecomo una alternativa a la necropolítica tal ycomo la entiende Mbembe, sino de nuevo como sucomplemento, como si ambas fueran uno y <strong>el</strong> mismoproceso entendido de diferentes maneras. Pensar estaposibilidad, sin embargo, nos exige abandonar la perspectivade cualquier dualismo, una tarea efectivamentedifícil cuando lo que se nos ha asegurado es que laúnica alternativa al dualismo son la refundición, la vaguedady la indistinción.Antes de seguir ad<strong>el</strong>ante, resumiré mi lectura de la lecturaque Heg<strong>el</strong> hace de Smith, deteniéndome sólo paraseñalar que este Heg<strong>el</strong> se encuentra lejos y en lugaropuesto d<strong>el</strong> Heg<strong>el</strong> invocado por Mbembe (que es, dehecho, Heg<strong>el</strong> leído por Kojeve y, por tanto, como Althussersubrayó 18 , un Heg<strong>el</strong> existencialista en <strong>el</strong> que laconfrontación entre conciencias ocurre en la soledadd<strong>el</strong> estado de naturaleza). Para Heg<strong>el</strong>, <strong>el</strong> rechazo deSmith de cualquier existencia humana pre-social, suISSN: 1885-477Xwww.tierradenadieediciones.comdeclaración de que la cooperación es necesaria para lamera supervivencia y, por tanto, de que no es simplemente<strong>el</strong> trabajo de individuos disociados intercambiando,quizás, después de producir, sino una ciertaforma mínima de sociedad y, por tanto, de política, hacede él un pensador de la inmanencia d<strong>el</strong> uni<strong>ver</strong>sal enla vida humana en virtud d<strong>el</strong> trabajo necesariamentecolectivo que hace posible que ésta se dé. Él es, portanto, para Heg<strong>el</strong> <strong>el</strong> pensador de la uni<strong>ver</strong>salidad no enun sentido jurídico o moral, sino en tanto que la uni<strong>ver</strong>salidadse realiza en la producción de la vida. Lacuestión que debemos plantear ahora, teniendo encuenta que, a pesar de la denuncia ritual de Heg<strong>el</strong> queuno encuentra tan a menudo en la teoría actual, no sonlos «principios centrales» 19 de Heg<strong>el</strong> (o Marx) aqu<strong>el</strong>losque hoy gobiernan <strong>el</strong> mundo, sino los de Adam Smith,es si es sostenible la lectura que Heg<strong>el</strong> hace de Smith.Por decirlo de otra manera, ¿es <strong>el</strong> mercado, entendidoglobalmente, si no uni<strong>ver</strong>salmente, esa esfera naturalhumanade la producción y reproducción de la vida, d<strong>el</strong>a vida de un pueblo, la vida d<strong>el</strong> pueblo? Como he argumentadoantes, Heg<strong>el</strong> sólo pudo hacer de Smith <strong>el</strong> pensadord<strong>el</strong> uni<strong>ver</strong>sal y de la vida privando su sistema desu carácter providencial, convirtiendo <strong>el</strong> inconscientede los productores de Smith en una carencia temporalde conocimiento que no podía hacer otra cosa que desestabilizary poner en cuestión su r<strong>el</strong>ación con <strong>el</strong> mundode sus obras, de forma que quedara así situado en<strong>el</strong> proceso hacia aqu<strong>el</strong>la característica de devenir otrode los momentos d<strong>el</strong> largo regreso hacia sí mismo d<strong>el</strong>Espíritu. Si, para separarnos de Heg<strong>el</strong>, le permitimos aSmith pensar <strong>el</strong> mercado global como una teodiceaque es en sí misma una parte de una t<strong>el</strong>eología naturalmás amplia que supera la capacidad d<strong>el</strong> int<strong>el</strong>ecto humano,¿cuál es la r<strong>el</strong>ación d<strong>el</strong> mercado con la vida (y,corr<strong>el</strong>ativamente, con la muerte)?Responderé esta pregunta regresando al famoso pasajede La teoría de los sentimientos morales citado antesen <strong>el</strong> que Smith esboza la naturaleza providencialde la «distribución de las cosas necesarias para la vida»:a los ricos «una mano invisible les conduce a realizarcasi la misma distribución de las cosas necesariaspara la vida que habría tenido lugar si la tierra hubierasido dividida en porciones iguales entre todos sus habitantes,y así, sin pretenderlo, sin saberlo, promueven<strong>el</strong> interés de la sociedad y aportan medios para la multiplicaciónde la especie. Cuando la Providencia distribuyóla tierra entre unos pocos patrones, ni olvidó niabandonó a los que parecían haber quedado excluidosd<strong>el</strong> reparto. También estos últimos disfrutan de unaparte de todo lo que se produce. En lo que constituy<strong>el</strong>a genuina f<strong>el</strong>icidad de la vida humana, no están enningún sentido por debajo de quienes parecerían sertan superiores a <strong>el</strong>los. En <strong>el</strong> bienestar d<strong>el</strong> cuerpo y lapaz d<strong>el</strong> alma todos los di<strong>ver</strong>sos rangos de vida se hallancasi al mismo niv<strong>el</strong>, y <strong>el</strong> mendigo, que toma <strong>el</strong> sol a uncostado d<strong>el</strong> camino, atesora la seguridad por la qu<strong>el</strong>uchan los reyes» 20Jacob Viner ha examinado con detalle la función de losconceptos de providencia y teodicea en la historia d<strong>el</strong>pensamiento económico en los siglos XVII y XVIIIcomo <strong>el</strong> mod<strong>el</strong>o de un sistema que no puede fallar ycuyos supuestos fallos no son otra cosa que un error deconocimiento y, en consecuencia, al mismo tiempocomo una justificación de la desigualdad, en tanto quemal sólo aparente, necesario para la función moral(demasiado a menudo invisible) d<strong>el</strong> todo 21 . Aunquesus observaciones son ciertamente pertinentes respectoa Smith, no dilucida completamente los efectos de lanoción de teodicea en la concepción en torno al mercadoque éste defiende. Ésta sirve también para identificar<strong>el</strong> mercado como un ámbito meta-humano que nilos individuos ni los colectivos pueden dominar o dirigir.De hecho, está construido de tal manera que <strong>el</strong> mal,originalmente ausente de la totalidad, surge sólo de losintentos humanos de «interferir» en las tareas de undesignio providencial cuya magnitud escapa a nuestroconocimiento o control. La Providencia, así entendida,no es un sistema de determinación absoluta, sino un designioo plan accesible a la humanidad a través d<strong>el</strong> ejerciciode la razón y a través de la persecución racional d<strong>el</strong>interés personal, que debemos escoger seguir. Su perfecciónde ninguna manera impide que los individuos osociedades enteras se desvíen d<strong>el</strong> único camino <strong>ver</strong>daderoque conduce a la razón y la justicia.De ahí, la necropolítica bastante pronunciada d<strong>el</strong> propioSmith, su interés en la muerte y en la dación demuerte no sólo por parte d<strong>el</strong> estado, sino por parte d<strong>el</strong>mismo individuo en <strong>el</strong> momento en <strong>el</strong> que comprendeque él es «<strong>el</strong> objetivo justo y adecuado para la enemistady <strong>el</strong> desdén de nuestros semejantes» 22 . Para Smith,si la sociedad es naturalmente necesaria para <strong>el</strong> mantenimientode la vida humana, «<strong>el</strong> pavor a la muerte[es] <strong>el</strong> gran veneno para la f<strong>el</strong>icidad, pero <strong>el</strong> gran frenoante la injusticia humana, que aflige y mortifica al individuopero guarda y protege a la sociedad». Todo hombre«en la carrera hacia la riqueza, los honores y laspromociones podrá correr con todas sus fuerzas, tensandocada nervio y cada músculo para dejar atrás atodos sus rivales», pero si, en cambio, «empuja o derribaa alguno» se con<strong>ver</strong>tiría en objetivo de «odio e indignación»y, por <strong>el</strong>lo, en merecedor de un castigo 23 .Una parte necesaria, entonces, de la producción colectivade vida, un proceso dirigido por <strong>el</strong> interés personal,es la conciencia de la fuerza de la justicia siemprepresente que toma, o debería tomar, la vida con una regularidadmaquínica que se ocupará inmediatamented<strong>el</strong> exceso de interés personal que conduce a un individuoa salirse d<strong>el</strong> ámbito de la justa competición y loinvolucra en <strong>el</strong> robo o <strong>el</strong> fraude para conseguir las pertenenciasque desea. En realidad, la sociabilidad necesariapara la existencia humana sólo es posible a travésd<strong>el</strong> constante ejemplo que supone quitar la vida al individuojuzgado culpable. Si no tuvieran este ejemploante <strong>el</strong>los, los hombres «sentirían muy poco hacia alguiencon quien no mantienen una conexión especialen comparación con lo que sienten hacia sí mismos»,que, en ausencia d<strong>el</strong> terror hacia <strong>el</strong> castigo merecido,«estarían permanentemente listos para atacarlo, comobestias salvajes; en tales circunstancias, una personaentraría en una asamblea de personas igual que a unajaula de leones» 24 . Es más, <strong>el</strong> deseo de infligir la penacapital es racional y, al mismo tiempo, está enraizadoen la pasión humana por la venganza, una simultaneidadque expresa, de nuevo, la labor de la providencia:la producción de vida requiere y, al mismo tiempo,induce <strong>el</strong> ejercicio d<strong>el</strong> derecho a matar. Así, «una personahumanitaria … aplaude con ardor, incluso conarrebato, la justa represalia que parece debida a» loscrímenes contra las vidas y las propiedades de losotros 25 . Y si <strong>el</strong> arrebato que uno siente ante una ejecuciónparece en sí mismo innoble, debemos entenderque, como la búsqueda apasionada d<strong>el</strong> interés personal,<strong>el</strong> instinto de auto-conservación es <strong>el</strong> medio realmente(en cuanto opuesto a idealmente) existente d<strong>el</strong>que nos ha dotado la naturaleza para alcanzar «<strong>el</strong> finque se propone» 26 . La adecuación entre medios y fineses <strong>el</strong> signo más seguro de que «la economía de lanaturaleza es en este aspecto d<strong>el</strong> mismo tenor que resultaen muchas otras ocasiones» 27 .La expresión «economía de la naturaleza», que aquímarca la unión de la política y la economía, nos permitehacer la transición desde la necropolítica de Smith,su fundación de la vida en la muerte, de la producciónde la vida en la producción de la muerte, a su necro-ISSN:1885-477Xwww.tierradenadieediciones.comYOUKALI, 1 página 11 Filosofía y política
YOUKALI, 1 página 12 Filosofía y políticaeconomía. Si las sociedades, en virtud de la economíade la naturaleza, deben ejercer, y no solamente poseer,<strong>el</strong> derecho a matar, <strong>el</strong> mercado, entendido como la formamisma de la uni<strong>ver</strong>salidad humana en tanto quevida, debe necesariamente, en ciertos momentos precisos,«dejar morir». Con <strong>el</strong> fin de abordar esta cuestión,debemos regresar a la discusión que Smith mantieneen La riqueza de las naciones respecto a los mediosprecisos a través de los que los ricos d<strong>el</strong> mundo,guiados por la mano invisible, distribuyen al resto d<strong>el</strong>os habitantes de la Tierra las «cosas necesarias para la vida».Además de la escasa suma que los mendigos d<strong>el</strong>mundo logran «extorsionarles» (<strong>el</strong> término es de Smith),esta distribución adopta la forma d<strong>el</strong> pago de salarios.Aquí, y me refiero al capítulo 8 de la Parte I de La riquezade las naciones, dejamos de confrontarnos conun mundo de individuos autónomos conducidos por <strong>el</strong>interés personal a tratar, hacer trueques o intercambiarcon vistas a su conveniencia, un esquema teóricoque podría fácilmente acomodarse al contrato de trabajo,entendido como un intercambio entre individuos.Por <strong>el</strong> contrario, Smith explica <strong>el</strong> antagonismo,que determina en parte la tasa d<strong>el</strong> salario, esto es, <strong>el</strong> alcancede la distribución realizada por los ricos d<strong>el</strong>mundo, como algo colectivo en su naturaleza: «lossalarios corrientes dependen en todos los lugares d<strong>el</strong>contrato que se establece normalmente entre dos partes,cuyos intereses en modo alguno son coincidentes.Los trabajadores desean conseguir tanto, y los patronesentregar tan poco, como sea posible. Los primerosestán dispuestos a asociarse para <strong>el</strong>evar los salarios, ylos segundos para disminuirlos» 28 . Dejaré a un lado <strong>el</strong>hecho de que la misma idea de acción colectiva aquí invocadaplantea una serie de cuestiones y problemasque Smith no trata y quizás no pueda tratar dadas laslimitaciones de su teoría. Bastará con decir aquí, sinembargo, que las «partes», un término que le permiteISSN: 1885-477Xwww.tierradenadieediciones.commo<strong>ver</strong>se libremente entre <strong>el</strong> individuo y <strong>el</strong> colectivo,en discordia funcionan como individuos cuya competenciay oposición produce, sin su conocimiento oaceptación, una distribución «casi» igual de las cosasnecesarias para la vida. Las apariencias son, en efecto,decepcionantes: la naturaleza d<strong>el</strong> mercado es, por supuesto,tal que toda la ventaja en esta disputa entre lostrabajadores y sus patrones recae en estos últimos. Lostrabajadores sólo pueden abandonar <strong>el</strong> trabajo o abstenersede trabajar en protesta por los salarios duranteunos pocos días. Su capacidad para mantenerse a símismos, su misma subsistencia, depende d<strong>el</strong> salarioque puedan ganar. Los patrones, por <strong>el</strong> contrario tienensuficientes reservas en la mayoría de los casos comopara «vivir un año o dos» sin emplear trabajo. Estaventaja les permite «forzar a los trabajadores a aceptarsus condiciones» 29. Y sus condiciones, la mayor partede las veces, no son muy favorables: los patrones deSmith «están siempre y en todo lugar en una especiede acuerdo, tácito pero constante y uniforme, para no<strong>el</strong>evar los salarios sobre la tasa que exista en cada momento»30 . Es más, «algunas veces entran en unionesparticulares para hundir los salarios por debajo de esatasa» 31 . El mercado parece, entonces, haber puestopocos, si alguno, límites a la capacidad de los patronespara incrementar su beneficio bajando simplemente lacantidad que entregan en forma de salarios. El límiteque, en realidad, establece sobre la reducción de los salarioses <strong>el</strong> límite d<strong>el</strong> mismo mercado: no es otro que lavida desnuda d<strong>el</strong> trabajador, cuyo «salario debe al menosser capaz de mantenerlo … a un niv<strong>el</strong> consistentecon la humanidad corriente» e incluso «más; si no seráimposible mantener a su familia y la raza de los trabajadoresse extinguirá pasada una generación» 32 .Podría parecer que tal postulado condena a la granmayoría de personas de cualquier sociedad a una vidade duro trabajo a cambio de la mera supervivencia; enrealidad es <strong>el</strong> fundamento d<strong>el</strong> único medio racionalpara incrementar la tasa de los salarios y, así, mejorarsus vidas. Una reducción de los salarios al niv<strong>el</strong> de lavida desnuda permite paradójicamente (¿dialécticamente?)que <strong>el</strong> fondo disponible para <strong>el</strong> pago de los salariosse acumule hasta tal punto que su única salidapueda ser <strong>el</strong> empleo de más manos. «Cuando en unpaís la demanda por los que viven de su salario, trabajadores,jornaleros, sirvientes de toda clase, aumentasin cesar, cuando cada año hay empleo para un númeromayor que <strong>el</strong> año anterior, los trabajadores no necesitancoaligarse para obtener un salario mayor» 33.Pero existen ciertas sociedades, y Smith aduce ejemplosextraídos únicamente d<strong>el</strong> mundo no-europeo,donde la naturaleza de las «leyes e instituciones» noles permite adquirir una mayor riqueza, sociedadesque él juzga «estacionarias» e incapaces de crecimien-to, en <strong>el</strong> que <strong>el</strong> límite por debajo de los salarios parecemucho más variable de lo que la expresión «consistentecon la humanidad corriente» parecería sugerir. Yaque en China, tal como Smith la imagina, ni siquierauna alta tasa de mortalidad infantil como la que se correspondecon la pobreza de los habitantes de las TierrasAltas de Escocia (donde, según ha oído, solo sobrevivendos de cada veinte niños) bastará para distribuirlos salarios al niv<strong>el</strong> necesario para mantener altrabajador. En cambio, incluso ante una alta mortalidadinfantil, <strong>el</strong> hecho de que muchos miles de familiassubsistan con recursos tan escasos como «cualquier carroña,un perro o un gato muertos, por ejemplo, aunqueesté semiputrefacto y maloliente» que es «bienvenidopor <strong>el</strong>los igual que lo es <strong>el</strong> mejor manjar por lasgentes de otros países» 34, significa que, con <strong>el</strong> fin de que<strong>el</strong> obrero subsista, sus hijos deben ser destruidos, «abandonadosen la calle o ahogados como cachorros» 35 .Aquí, <strong>el</strong> rigor d<strong>el</strong> mercado como mecanismo que ajustala proporción de trabajadores al fondo disponible paralos salarios, distribuyendo liberalmente la malnutriciónentre aqu<strong>el</strong>los estratos sociales más numerosos d<strong>el</strong>o que alcanza su capacidad para subsistir, en consecuencia«destruyendo una gran parte de los niños» sinque ningún agente «lo pretenda o lo conozca», debe sercomplementado con una acción humana directa.El caso de la hambruna, y aquí Smith privilegia laBengala d<strong>el</strong> siglo XVIII por encima de la Francia definales d<strong>el</strong> XVII y comienzos d<strong>el</strong> XVIII donde casi dosmillones de ciudadanos franceses perecieron en lashambrunas de 1694 y 1708-9, es quizás incluso másinstructivo 36 . «En un país donde los fondos destinadosal mantenimiento d<strong>el</strong> trabajo estuvieran cayendomarcadamente» los salarios se reducirían «a la másmiserable y mínima subsistencia d<strong>el</strong> trabajador» 37 .Llega a hacerse claro en este punto que <strong>el</strong> término«subsistencia», en cuanto denota la «tasa por debajode la que parece imposible reducir» los salarios, no tienefijado un límite social o biológico. Un fondo de salariosque vaya cayendo reduce de tal modo la demandade trabajo que la subsistencia d<strong>el</strong> trabajador individualdeja de hacerse necesaria, dado <strong>el</strong> gran número de desempleadospreparados para ocupar <strong>el</strong> lugar de aqu<strong>el</strong>loscon suficiente fortuna como para haber encontradoempleo. El resto «o bien pasaría hambre o se <strong>ver</strong>íaobligado a buscar la subsistencia en la mendicidad operpetrando las mayores barbaridades. La miseria, lahambruna y la mortalidad prevalecerían inmediatamenteen esa clase, y de ahí se extenderían a todas lasclases superiores, lo que sería seguido por una reducciónd<strong>el</strong> número de habitantes d<strong>el</strong> país hasta <strong>el</strong> quepudiese ser mantenido con <strong>el</strong> ingreso y <strong>el</strong> capital quequedara» 38 . Si parece que una especie de infalible racionalidadinmanente a la misma naturaleza restablece,incluso por medio de la mortalidad, un equilibrioentre los trabajadores y <strong>el</strong> fondo de salarios suficientepara garantizar la mera vida d<strong>el</strong> obrero, tal «calamidad»,como él la llama, puede surgir sólo como consecuenciade «regulaciones impropias» y «limitacionesimprudentes» impuestas por <strong>el</strong> gobierno sobre <strong>el</strong> comercio.El mercado, si se le permite trabajar sin interferencias,siempre y en todas partes impedirá que loque él llama «escasez» (carencia de comida como resultadode una caída en la producción) se convierta enhambruna. La teoría de Smith en torno a la hambrunaconstituye una de la secciones más contestadas y debatidasde La riqueza de las naciones, citada frecuentementepor Amartya Sen 39 entre otros, por sus erroresteóricos y empíricos; y aunque no tengo nada en contrade aqu<strong>el</strong>los que intentan refutar los argumentos deSmith, una tarea tan importante hoy como lo ha sidosiempre, mi objetivo aquí es entender su discusión d<strong>el</strong>a hambruna, con su entero trasfondo teológico, comosíntoma de los conflictos que animan toda su obra.En un primer vistazo, postular que «la hambrunanunca ha surgido por ninguna otra causa que no fuerala violencia d<strong>el</strong> gobierno intentado, por medios impropios,remediar los inconvenientes de una escasez» 40 ysu corolario que «la ilimitada, incondicionada libertadd<strong>el</strong> comercio d<strong>el</strong> grano… es <strong>el</strong> único medio efectivo paraprevenir las miserias de la hambruna» 41 parece tancategórico como absurdo, nada más que una declaraciónde fe sin ninguna conexión necesaria con la realidadhistórica (Los holocaustos de la última época victorianade Mike Davis puede considerarse como la refutaciónempírica definitiva de esta doctrina). Es aquí,sin embargo, en torno a la cuestión de la hambruna y,por tanto, de la vida misma, donde las marcas de laposición de Smith se clarifican, este es <strong>el</strong> punto en <strong>el</strong>que Smith ya no puede continuar por más tiempo dividiendoy sub-dividiendo la subsistencia, pues ya no se-ISSN:1885-477Xwww.tierradenadieediciones.comYOUKALI, 1 página 13 Filosofía y política
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