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YOUKALI, 1 página 16 Filosofía y políticaISSN: 1885-477Xwww.tierradenadieediciones.combajo de la apariencia de un sistema cuya intrincada armoníapodría ser apreciada como una especie de b<strong>el</strong>lezaaustera y turbadora, un sistema de auto-regulación,quizás no <strong>el</strong> ideal, pero <strong>el</strong> mejor de todos los sistemasposibles, se halla la exigencia de que algunos se dejenmorir. Esto, por supuesto, hace surgir la posibilidad deque aqu<strong>el</strong>los así convocados rechacen esta exigencia,esto es, de que rechacen dejarse morir. Es en este puntoque <strong>el</strong> estado, que podría parecer no tener otra r<strong>el</strong>acióncon <strong>el</strong> mercado que la aquiescencia contemplativa,es llamado a la acción: aqu<strong>el</strong>los que rechacen dejarsemorir deben ser obligados por la fuerza a hacerlo.Esta fuerza, entonces, aunque externa al mercado, esnecesaria para su existencia y funcionamiento. Éste,por tomar prestada una expresión de Carl Schmitt, es<strong>el</strong> momento de la decisión que hace posible la sistematicidadmisma d<strong>el</strong> sistema de mercado.Comencemos no con los casos extremos de la escasezy la hambruna, sino simplemente con <strong>el</strong> caso de unareducción de los salarios de los trabajadores (y, portanto, una reducción en su subsistencia a la que lesfuerzan sus patrones). Como señala Smith, una reducciónen los salarios puede ser de tal magnitud que sea«se<strong>ver</strong>amente sentida» por los asalariados cuya capacidadpara comprar «provisiones» se vea significativamentecomprometida. Frente a la búsqueda por partede los patrones de un incremento de su ganancia de estamanera particular, los trabajadores «como a vecesocurre, se someten sin resistencia» 47 . En realidad, sufalta de voluntad para resistir incluso una reducciónse<strong>ver</strong>a en su niv<strong>el</strong> de subsistencia puede derivar de suaguda conciencia de la competencia por <strong>el</strong> trabajo característicade un mercado específico. La ausencia deresistencia por su parte puede estar, además, determinadapor un reconocimiento de la ventaja natural desus patrones discutida antes, esto es, su capacidad paraaguantar más que los trabajadores gracias a las reservasque poseen.Pero, las fuerzas d<strong>el</strong> mercado por sí solas, por razonesque Smith trata sólo <strong>el</strong>ípticamente, son «con frecuencia»insuficientes para impedir la resistencia de los trabajadores.Estos, a menudo, responden a la reducciónde salarios con «una unión defensiva de la que siemprese oye hablar abundantemente … Organizan grandesalborotos, a veces recurren a la violencia y los atrop<strong>el</strong>losmás reprobables» 48 . Smith explica tal comportamientocon una honestidad que desarma: «Se tratade personas desesperadas, que actúan con la locura yfrenesí propias de desesperados, que enfrentan la alternativade morir de hambre o de aterrorizar a sus patronospara que acepten de inmediato sus condiciones»49 . En una situación semejante, cuando las fuerzasd<strong>el</strong> mercado por sí solas no protegen a los patronesde la indignación de aqu<strong>el</strong>los que se enfrentan a la inanición(que, como teóricos actuales nos han recordado,no conduce automáticamente o inmediatamente ala muerte), la autoridad civil debe intervenir haciendoefectivas rigurosamente las leyes contra la asociaciónde los trabajadores. La amenaza de «castigo o ruina»romperá, en consecuencia, su resistencia y permitiráque <strong>el</strong> mercado les proteja como decida. Smith, tan deseosoen otros lugares de hacer juicios acerca de leyesque encuentra ineficientes o injustas, no dice nada, extrañamente,acerca de las leyes contra la asociación queforman un inalterable t<strong>el</strong>ón de fondo de las luchas quedescribe. Parecen injustas, ya que prohíben sólo la asociaciónde trabajadores, pero la injusticia, desde <strong>el</strong> puntode vista d<strong>el</strong> sistema de Smith, es sólo aparente: enrealidad, liberan <strong>el</strong> mercado para recompensar a lostrabajadores tanto como sea posible al tiempo que lesprotegen de los efectos de sus propias avaricia y miopía.El caso de los comerciantes de grano, «tratantes detrigo», cuyo producto, a diferencia d<strong>el</strong> de los fabricantesde alfileres, es necesario para la mera supervivenciade la población es tratado por Smith con gran atención.Las peculiaridades d<strong>el</strong> comercio implican que <strong>el</strong>comerciante de trigo no sólo «se merece la entera protecciónde la ley», sino que, en realidad, la necesita. Supap<strong>el</strong> como aprovisionadores de la nación los expone«al odio popular… En años de escasez, los estratos inferioresd<strong>el</strong> pueblo culpan a los comerciantes de trigode sus problemas, convirtiéndolos en objeto de su ira eindignación» 50 . El racionamiento d<strong>el</strong> grano producidopor la búsqueda de ganancias d<strong>el</strong> comerciante se lorepresenta la imaginación popular como «emb<strong>el</strong>esadory hechicero» (esto es, como acaparamiento y especulacióncon los precios), una representación que, argumentaSmith, «debe compararse con los terrores yrec<strong>el</strong>os populares hacia la brujería», las víctimas de loscuales «no fueron menos inocentes de los infortuniosque se les imputaban» 51. El «crimen imaginario» imputadoa los comerciantes de grano, aunque comparablea aqu<strong>el</strong> de los desafortunados acusados de brujería,es castigado mucho más se<strong>ver</strong>amente. Tal castigo puedetomar la forma de un gobierno llevado por «<strong>el</strong> odiopopular» y la amenaza de tumultos a ordenar a los comerciantesque vendan sus reservas a precios más bajosde lo que, de lo contrario, permitiría <strong>el</strong> mercado. Elefecto de semejante acto de imprudencia es permitirque los estratos inferiores de la sociedad satisfagan inmediatamentesu demanda, mientras que, en realidad,se les expone a la hambruna que su consumo inmoderadode todo <strong>el</strong> grano disponible acarreará en brevetiempo. Es como si los cuerpos de los pobres sufrierantales transformaciones en tiempos de penuria que sehicieran aptos para consumir mucha más comida de laque pueden ingerir en tiempos de abundancia.Pero, mucho más amenazante es <strong>el</strong> p<strong>el</strong>igro de que <strong>el</strong>comerciante «se arruine completamente y … sus almacenessean saqueados y destruidos» por las masas conducidaspor «la ira y la indignación» 52 . Los estratosinferiores de la sociedad no comprenden ni, en efecto,se puede esperar que comprendan que sus problemas,incluso su miseria y su lenta inanición, son necesariosy que al racionamiento de comida que realiza <strong>el</strong> mercadodebe inevitablemente seguirle un racionamientode la vida misma, <strong>el</strong> consentimiento de que algunosmueran, con <strong>el</strong> fin de que otros, una mayoría quizás,pueda vivir. La muchedumbre, enfrentada no con laescasez absoluta, esto es, con la ausencia demostradade comida a cualquier precio, sino con una escasez r<strong>el</strong>ativaen la que existe suficiente comida para alimentaruna población entera pero que, en virtud de los preciosse encuentra más allá de sus medios, puede rechazar lamortalidad o incluso la lenta inanición y simplementeapoderarse de las reservas. Es aquí donde debe intervenir<strong>el</strong> poder soberano, no necesariamente para matara aqu<strong>el</strong>los que rehuyen morir, sino para asegurar,por medio d<strong>el</strong> uso de la fuerza, que estarán expuestosa morir y obligados a aceptar <strong>el</strong> racionamiento de la vidaque realiza <strong>el</strong> mercado.Así, al lado de la figura d<strong>el</strong> Homo Sacer, aqu<strong>el</strong> que puedeser asesinado impunemente, se encuentra otra figura,una cuya muerte es, sin duda, menos espectacularque la primera y que no es objeto de ningún recuerdoo conmemoración: aqu<strong>el</strong> al que, impunemente, puededejárs<strong>el</strong>e morir, lenta o rápidamente, en nombre de laracionalidad y <strong>el</strong> equilibrio d<strong>el</strong> mercado.1 Louis Althusser And Etienne Balibar, Reading Capital (London: New Left Books, 1970), p. 13. [Para leer El capital, MéxicoD.F., Siglo XXI, 1990, p. 18]2 Althusser, Reading Capital, p. 13. [18]3 G.W.F. Heg<strong>el</strong>, The Phenomenology of Spirit, trans. A.V. Miller. Oxford: Oxford UP, 1977. P. 213. [Fenomenología d<strong>el</strong> espíritu,Madrid, FCE, 1966, p. 210]4 Adam Smith, An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations. 2 vols. Indianapolis: Liberty Fund, 1981. Vol.I, p. 26.[La riqueza de las naciones, Madrid, Alianza Editorial (AE), 1994, p. 45 AE]5 Smith, Wealth of Nations, Vol. I, p. 25 [45 AE]6 Heg<strong>el</strong>, Phenomenology, p. 213 [210]7 Heg<strong>el</strong>, Phenomenology, p. 213 [210]8 Adam Smith, The Theory of Moral Sentiments. Indianapolis: Liberty Fund, 1986, p. 301 [La teoría de los sentimientos morales,Madrid, Alianza Editorial, 1997, p. 526]9 Smith, Theory of Moral Sentiments, p. 313. [544]10 Ver <strong>el</strong> comentario de Mich<strong>el</strong> Foucault, Naissance de la Biopolitique: Cours aux Collège de France. 1978-1979. Paris:Gallimard, 2005, pp. 282-290.11 Seneca, The Stoic Philosophy of Seneca: Essays and Letters. New York: Norton, 1958, p. 32. (Diálogos sobre la providencia…,Barc<strong>el</strong>ona, RBA, 2003)12 Smith, Theory of Moral Sentiments, pp. 184-185 [333]13 Giorgio Agamben, Homo Sacer: So<strong>ver</strong>eign Power and Bare Life. Stanford: Stanford UP, 1998, p. 4. [Homo Sacer. El podersoberano y la nuda vida, I, Valencia, Pre-textos, 1999, p. 11]14 Agamben, Homo Sacer, pp. 3-4. [10]15 Achille Mbembe, «Necropolitics,» Public Culture 15 (1), 2003, p. 19.16 Mbembe, «Necropolitics,» p. 20.ISSN:1885-477Xwww.tierradenadieediciones.comYOUKALI, 1 página 17 Filosofía y política

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