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Denevi, Marco - Ceremonia secreta

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<strong>Marco</strong> <strong>Denevi</strong>6<strong>Ceremonia</strong> <strong>secreta</strong>cias y divergencias con mayor detalle.Me refería, en el párrafo anterior, al espacio mágico donde se cumplen las pruebasy, en efecto, a los ojos de la protagonista, la casa de Cecilia aparece como un auténticocastillo de cuento de hadas. AI igual que en éste, su cámara maravillosa —lahabitación de Guirlanda— está rodeada de un ámbito siniestro que la encubre —elresto de la casa corroído por la mugre, el abandono, las alimañas y los rancios oloresa medicamentos— y en ella se abre un espacio de metamorfosis y transformacionesque nos hace recordar las mutaciones por las que debe pasar el príncipe para lograrsu cometido. Aquí, sin embargo, no se trata ya de transformarse en pájaro u otro objetoo animal mágico, sino de asumir primero el aspecto y luego la función de GuirlandaSantos, la madre muerta de Cecilia. Esta mutación superará el mero disfrazposteriormente, cuando Leonides, bajo el nombre de Anabelí, la inventada prima deGuirlanda, visite a Encarnación y Mercedes y las expulse a esas “viejas bribonas” dela vida de Cecilia. Al respecto, esta segunda instancia de su metamorfosis en Guirlanda—que se cumplirá casi definitivamente al volver al espacio mágico proclamándosela madre muerta— nos remite también a la destrucción de los guardianes quetradicionalmente mantienen encarcelada a la princesa en el cuento maravilloso. Elfactor de vinculación aparece en las comparaciones de las dos mujeres con animales—eloso, la serpiente y la cabra—, que recuerdan a los que la fantasía popularimaginó como carceleros de la heroína.Estas pruebas y transformaciones implican, a su vez, reconocer en Cecilia al objetoamado. La muchacha, al igual que las princesas de numerosos cuentos infantiles,presenta un aspecto y una condición alterados por intervención de la “bruja mala” —Belena— y tanto como su aspecto de “campesina” o “animalito” actualiza el motivode la princesa-sapo y de Cenicienta, su atontamiento —el “profundo sueño mórbido”en el que se refugia la joven tras el trauma de la violación—, nos remite sutilmente al“sueño” en el que quedan sumidas la Bella durmiente y Blancanieves. Sólo que aquí,como lo dice el texto, cuando las pisadas del visitante se detengan y ella salte de susueño, no será para caer en brazos del príncipe prometido y partir hacia el banquetenupcial, sino para entrar en la muerte. Porque, de nuevo, a diferencia de lo que ocurreen el cuento de hadas, a esta princesa no se le ha prometido un héroe que la iniciaráen el amor y el sexo sancionados por la comunidad a través de las bodas, sino laascesis que alcanza su realización más pura en la muerte.Este aspecto nos lleva a la consideración del personaje del padre. En el universodel cuento maravilloso, las princesas son hijas de un rey terrestre, cuyo interés estácentrado en el entorno social y material del reino y para quien la hija es la garantía dela transmisión de la riqueza y la estirpe. En cambio, Jan Engelhardt es, en palabras deCecilia, “el sabio, el mago, el santo”, el hombre del espíritu y las ciencias ocultas que,lejos de preparar a la hija para el reino de este mundo la hace su discípula en la purificaciónpor medio del dolor y la prescindencia respecto del mundo y sus dones.Aquí, en consecuencia, no hay promesa de descendencia o de continuidad social, porlo cual no cabe la sexualidad sino el ascetismo, no se registra una búsqueda de unintercambio interpersonal sino la de la soledad. En rigor, lo único que queda en estaespecie de Amfortas que es Jan Engelhardt de las señales propias del rey del cuentode hadas, es el dinero, pero que en la nouvelle funciona esencialmente como marca dearistocracia, no ya de poder material.En un mundo donde sexo y dinero están excluidos en aras de la purificación y elsufrimiento, es coherente, entonces, que, por el contrario, la bruja mala o dragón fatí-

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