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Denevi, Marco - Ceremonia secreta

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<strong>Marco</strong> <strong>Denevi</strong><strong>Ceremonia</strong> <strong>secreta</strong>—¿Les has hablado de mí?Nada.—Cecilia, ¿les hablaste de mí?El plumón se infló, tembló, se levantó, se echó hacia atrás, descubrió el huevodel rostro.Una sonrisa de desvarío crispaba aquellos labios. Los ojos refulgían. Miraba a laseñorita Leonides con horrible sorna, como haciéndola cómplice de una befa atroz.Y en un tono viscoso, molusco, alabeado, baboseó:—Te creen muerta.La señorita Leonides, sobrecogida, desvió la vista.Cecilia había salido.Había farfullado una palabra misteriosa, algo así como danerbán, y se habíaido. La señorita Leonides siguió con los ojos aquel puntito negro que se escurría entrelas malas del store, hasta que desapareció. Entonces se volvió, miró a la otra Leonides,que desde su luna de azogue le devolvía una mirada de conspiradora, se pidieronconsejo, se dieron mutuamente ánimo, y al mismo tiempo y por distintas direccionesabandonaron las dos el dormitorio.La casa estaba allí, rendida, prosternada, toda a su disposición. Una febril impacienciala enardecía. Se descolgó sobre la planta baja como sobre una prenda de vestiren cuyas costuras se ocultase un diamante. Encendía y apagaba luces; abría y cerrabapuertas, ventanas, cajones; revisaba uno por uno todos los muebles, tan ardorosamenteque casi no se fijaba en lo que veía y tenía que volver a revisarlos; se cerciorabade haber espulgado hasta el último rincón; espiaba detrás de cada colgadura, decada cuadro, debajo de las alfombras; se sobresaltaba, creía oír un ruido, los pasos de29

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