11.07.2015 Views

Denevi, Marco - Ceremonia secreta

Denevi, Marco - Ceremonia secreta

Denevi, Marco - Ceremonia secreta

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

<strong>Marco</strong> <strong>Denevi</strong>42<strong>Ceremonia</strong> <strong>secreta</strong>—Encarnación: ¡Mercedes! Lo que pasa es que Cecilia ya no estaba en su enterobuen juicio. A veces las personas así, un poco trastornadas, le toman odio a alguiensin motivo, porque sí.—Anabelí: Es verdad. ¿Y después?—Encarnación: ¿Después?—Mercedes: ¡Ay, Dios mío!—Encarnación: Después ocurrió lo que temíamos que ocurriese. Fue una tarde.Habíamos quedado en que yo acompañaría a Belena hasta el consultorio del doctorCriscuolo, usted lo habrá oído nombrar, un sabio, especialista del corazón. Sí, pobreBelena, creía estar enferma del corazón. Me pidió que la acompañase porque yo lehabía dicho que conocíamos a Criscuolo desde chicos. Convinimos en que yo la pasaríaa buscar. Y así fue. Eran las cuatro de la tarde. Me acuerdo que antes de irnos Belenale dijo a Cecilia: “No sé qué me da dejarte sola”. Fíjese, parecía que presentíaalgo, pobre Belena. En cambio yo me reí y le dije: “Pero si en un momentito vamos yvenimos. Quién la va a comer”. El doctor Criscuolo atendió a Belena a eso de las seis.Le dijo que lo del corazón no era nada. Después nos fuimos a tomar el té a Los DosChinos. Estábamos sentadas, lo más bien, cuando Belena empezó a ponerse nerviosa,y a decirme que el día anterior Cecilia había recibido una carta, y que ella estaba preocupadísima,porque sospechaba, por varios indicios, que su prima andaba en amoríos,y que etcétera, etcétera, y que habíamos hecho muy mal en dejarla sola tantotiempo. En resumidas cuentas: con el té con leche en la garganta tuve que levantarmey acompañar otra vez a Belena hasta su casa. Cuando llegamos ya era de noche. Lapuerta de calle estaba entreabierta. Entramos. Todo a oscuras. Belena enciende luz yvemos algunos muebles con los cajones abiertos, un sillón volcado, colillas de cigarrillospor el suelo. Belena empezó a gritar; “¡Cecilia! ¡Cecilia!”. Cecilia no aparecía. Yoestaba muerta de terror. “Llamemos a la policía”, le dije a Belena. Pero Belena seguíagritando: “¡Cecilia! ¡Cecilia!”. Recorrimos toda la planta baja, y ni rastros de Cecilia.Belena me arrastró escaleras arriba. Yo no quería subir, porque estaba segura de quela encontraríamos en medio de un charco de sangre, degollada, apuñaleada. PeroBelena me obligó. La puerta de su dormitorio estaba cerrada con llave, aunque con lallave puesta en la cerradura y del lado de afuera. Abrimos, y ahí estaba Cecilia.—Mercedes: Viva.—Encarnación: Qué novedad. Claro que viva. ¡Pero en un estado! Temblabacomo un perro rabioso, tenía la vista extraviada, el pelo en desorden, la ropa desgarrada.Y la cama, si usted me entiende, también. Toda revuelta.—Mercedes: Contale lo de Belena.—Encarnación: Al entrar en el dormitorio de Cecilia y ver aquel cuadro, Belenasufrió una transformación. Puso una cara que yo jamás olvidaré mientras viva. Hastase volvió fea, no sé si me explico. Una cara tan espantosa que Cecilia se encogió ygritó, como si temiese que Belena fuera a castigarla, o a matarla. Algo muy extraño.Pero Belena, aparte de poner aquella cara, no hizo nada. Se quedó inmóvil. Y de golpesalió de la habitación como un huracán. Yo la seguí. Cruzó la antecámara y entróen el dormitorio de Guirlanda. Y yo detrás. Se puso a revolver todos los muebles. Yyo también.—Anabelí: ¿Qué buscaban?—Encarnación: Las joyas de Guirlanda, las libras esterlinas, los soles peruanos,los mejicanos de oro, todas las monedas que coleccionaba Jan, una fortuna.—Anabelí: Habían desaparecido.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!