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Denevi, Marco - Ceremonia secreta

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<strong>Marco</strong> <strong>Denevi</strong>38<strong>Ceremonia</strong> <strong>secreta</strong>—A causa de la enfermedad. Pero Guirlanda no era flaca —afirmó Encarnación,calurosamente, como si ser flaca fuese un vicio, y agregó, amablemente—: Además,usted tiene menos cabello que Guirlanda.—No, si ahora que la miro bien, usted es muy distinta.—Natural. No sé cómo pudiste confundirte.—Es que en un primer momento...Hasta que cayeron en la cuenta de que tenían a la visita de pie y en la galería.—Pase.—Pase.Entraron en un cuarto a oscuras y con olor a gato, Mercedes alzó un postigo, laluz de la tarde iluminó crudamente una salita amueblada con un gusto detestable. Ylo primero que vio la señorita Leonides fue una muñeca holandesa que con la bocaabierta, con los ojos abiertos, con los brazos abiertos, clamaba a gritos por que la librasendel horrible sofá donde la habían sentado y la devolviesen junto a sus hermanas,a una repisa, a un muerto dormitorio clausurado donde había un secrétairedonde había una carta donde había un nombre, Fabián.La visita y las dos dueñas de casa se sentaron en sillones de cretona, se miraron,se sonrieron, se estudiaron; la muñeca pareció callarse y ponerse a escuchar, y unasuculenta conversación se inició entre la sedicente prima y las dos mejores amigas dela difunta Guirlanda Santos.—Encarnación: Así que usted es prima de la pobre Guirlanda.—La Prima de la Pobre Guirlanda: Prima segunda.—Encarnación: ¿Por el lado de la madre?—La Prima: Del padre.—Encarnación: Así que usted también se llama Santos. De apellido, dijo.—La Prima: Naturalmente.—Mercedes: Entonces usted tendrá un nombre de lo más estrafalario, como todaslas Santos. Papá decía que los sacaban de las novelas.—La Prima: Ah, sí. ¿De las novelas? Bueno, el mío no. El mío lo sacaron de unlibro de versos. Yo me llamo Anabelí.—Mercedes: ¿No digo?—Encarnación: ¡Mercedes! Es un precioso nombre, Anabelí. Y usted, de Belena,¿qué viene a ser?—Anabelí: ¿Yo? ¿De Belena? Pues...—Mercedes: Tía. Porque si usted es prima de Guirlanda, y Guirlanda era tía deBelena, usted tiene que ser también tía de Belena.—Anabelí: Naturalmente. Pero no tía carnal, sino de tercer grado.—Encarnación: ¿Y cómo es que Guirlanda nunca nos habló de usted?—Anabelí: Querida, no dudará...—Encarnación: No, si no dudo. No hay más que verle la cara. Pero qué extraño,Guirlanda decía que, salvo Belena, no quedaba nadie de la familia Santos. Y como Janhabía venido solo a América, decía que ella y Cecilia estaban solas en el mundo. Porquea Belena no la contaba, usted sabe.—Anabelí: A mí tampoco me contaba, querida.—Encarnación: Ah.—Mercedes: Ah.—Anabelí: Hubo ciertos disgustos, ciertas cuestiones de familia, de las que prefierono hablar.

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