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—¡Bruno! —dijo.<br />
—¿Qué haces aquí? —repitió Bruno, pues, aunque<br />
seguía sin compren<strong>de</strong>r qué pasaba al otro lado <strong>de</strong><br />
la alambrada, intuía que los que vivían allí no <strong>de</strong>bían<br />
entrar en su casa.<br />
—Me ha traído él —dijo Shmu<strong>el</strong>.<br />
—¿<strong>El</strong>? ¿Te refieres al teniente Kotler?<br />
—Sí. Dijo que aquí había un trabajo para mí.<br />
Bruno bajó la vista y vio sesenta y cuatro vasitos,<br />
los que Madre utilizaba cuando se tomaba uno <strong>de</strong><br />
sus licores medicinales, encima <strong>de</strong> la mesa <strong>de</strong> la cocina,<br />
junto a un cuenco <strong>de</strong> agua caliente <strong>con</strong> jabón y un<br />
montón <strong>de</strong> servilletas <strong>de</strong> pap<strong>el</strong>.<br />
—¿Qué haces? —preguntó.<br />
—Me han pedido que limpie estos vasos. Dicen<br />
que <strong>de</strong>be hacerlo alguien <strong>con</strong> los <strong>de</strong>dos muy pequeños.<br />
Y como si quisiera <strong>de</strong>mostrar algo que su amigo<br />
ya sabía, levantó una mano y Bruno no pudo evitar<br />
fijarse en que parecía la mano d<strong>el</strong> esqu<strong>el</strong>eto <strong>de</strong> mentira<br />
que herr Liszt había llevado para la lección <strong>de</strong><br />
anatomía.<br />
—Nunca me había fijado —musitó <strong>con</strong> incredulidad.<br />
—¿Nunca te habías fijado en qué? —preguntó<br />
Shmu<strong>el</strong>.<br />
A modo <strong>de</strong> respuesta, Bruno levantó una mano y<br />
la acercó a la <strong>de</strong> Shmu<strong>el</strong> hasta que la yema <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>dos<br />
corazón casi se tocaron.<br />
—En nuestras manos —dijo—. Son muy diferentes.<br />
;Mira! w • ..,.. •<br />
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