El niño con el pijama de rayas - John Boyne

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9 Bruno recuerda que le gustaba jugar a los exploradores Durante un tiempo nada cambió en Auchviz. Bruno tenía que aguantar a Gretel, que se ponía muy antipática con él cuando estaba de mal humor, es decir casi siempre, porque su hermana era tonta de remate. Y seguía anhelando volver a su casa de Berlín, aunque los recuerdos de la vida allí empezaban a difuminarse. Llevaba varias semanas sin proponerse siquiera enviar otra carta al Abuelo o la Abuela, y, por lo tanto, sin sentarse a escribirla. Los soldados continuaban entrando y saliendo todos los días de la semana, celebrando reuniones en el despacho de Padre, donde seguía estando Prohibido Entrar Bajo Ningún Concepto y Sin Excepciones. El teniente Kotler seguía paseándose ufano con sus botas negras como si no hubiera en el mundo nadie más importante que él, y cuando no se encontraba con Padre estaba en el camino de la casa hablando 97
con Gretel mientras ella reía nerviosamente y se enroscaba el cabello con los dedos, o susurrando en alguna habitación con Madre. Las criadas seguían lavando, barriendo, cocinando, limpiando, sirviendo, recogiendo, y nunca hablaban con nadie a menos que alguien se dirigiera a ellas. Maria seguía dedicando la mayor parte del tiempo a ordenar la ropa de Bruno y asegurarse de que estuviera bien doblada en su armario. Y Pavel seguía acudiendo a la casa todas las tardes para pelar patatas y zanahorias y ponerse luego su chaqueta blanca y servir la cena. (De vez en cuando Bruno lo veía lanzar una mirada a su rodilla, donde se apreciaba una diminuta cicatriz, secuela de su accidente con el columpio; pero, aparte de eso, nunca se dirigían la palabra.) Y entonces cambiaron las cosas. Padre decidió que era hora de que los niños reanudaran sus estudios, y aunque a Bruno le parecía ridículo que montaran una escuela sólo para dos alumnos, Madre y Padre coincidieron en que necesitaban un profesor particular que acudiera a la casa todos los días para llenarlos de clases las mañanas y las tardes. Unos días después, un individuo llamado herr Liszt llegó traqueteando por el camino en su carraca y dieron comienzo las lecciones. Herr Liszt era un misterio para Bruno. Pese a que en general se mostraba simpático y nunca le levantaba la mano como hacía su antiguo profesor de Berlín, algo en su mirada sugería que albergaba mucha rabia acumulada que podía liberarse en cualquier momento. 98
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John Boyne nació en Dublín, Irlan
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El descubrimiento de Bruno Una tard
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en el comedor cuando ella llegó. L
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—¿Y tenemos que ir todos? —Por
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de que Bruno incumpliera las normas
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Bajaba desde el último piso hasta
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La casa nueva Cuando vio su casa nu
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y verdura. Cuando cerraba los ojos,
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Bruno no sabía qué significaba «
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—Yo no soy nadie para opinar sobr
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—Aparte de eso, no veo qué otra
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Tenía una vasta colección de muñ
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a la idea de pasar todo un mes all
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—Y yo a Hilda, Isobel y Louise
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Gretel se había detenido en el umb
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quizá más allá hubiera algún cl
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—Esto debe de ser el campo —con
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ían regresar a Berlín. Pero ella
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Louise se bañan todas las mañanas
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tella de las manos y derramó parte
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otro lado, pero Shmuel siempre cont
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—Qué interesante —dijo Gretel
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15 Una cosa que no debería haber h
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Había muchas razones más por las
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su casa y no la de Bruno—. Nos po
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Los dos niños miraron al mismo tie
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cido, pero ahora ya es demasiado ta
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—¿Conoces a este niño? —repit
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y Bruno estaba convencido de que su
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cha —así lo llamaba Madre— y n
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Fue todo muy rápido; le horrorizab
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—Sentaos, niños —dijo señalan
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18 Cómo se ideó la aventura final
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—Supongo que habrán llevado a lo
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—Ya —dijo Bruno. Quería añadi
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—Eso tiene fácil arreglo —dijo
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parecía que fuera a remitir, pues
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—Gracias —dijo Bruno, rascándo
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—Vas a tener que dejar las botas
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Lo único que había era grupos de
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dos rodearon una zona del campament
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hasta que amaine y que luego podré
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Y así termina la historia de Bruno
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