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Nabokov, Vladimir-Lolita

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<strong>Vladimir</strong> <strong>Nabokov</strong><br />

<strong>Lolita</strong><br />

Estados Unidos, desde el humilde oeste con la cabeza de ciervo (oscura huella de<br />

larga lágrima en el ángulo del ojo), tarjetas postales «humorísticas» del tipo<br />

«Kurort» posterior, fichas de huéspedes empaladas, visiones de helados<br />

celestiales, media torta de chocolate bajo una campana de vidrio y varias moscas<br />

horriblemente experimentadas, zigzagueando sobre la azucarera, en el innoble<br />

mostrador, hasta los lugares caros, con luces amortiguadas, manteles de<br />

absurda pobreza, mozos ineptos (expresidiarios o alumnos secundarios), la<br />

espalda ruana de una actriz de cine, las cejas como piel de marta de su galán del<br />

momento y una orquesta con trompetas.<br />

Inspeccionamos la estalagmita más grande del mundo en una cueva donde<br />

tres estados sureños celebran una reunión de familia; admisión según la edad;<br />

adultos, un dólar; menores, dieciséis céntimos. Un obelisco de granito que<br />

conmemora la batalla de Blue Licks (huesos viejos y cerámica india en el museo<br />

inmediato): Lo, diez céntimos; muy razonable. La cabaña de troncos donde nació<br />

Lincoln. Un canto rodado, con una placa, en memoria del autor de Árboles<br />

(estamos ahora en Poplar Cove, N. C., a donde hemos llegado, por lo que mi<br />

amable, tolerante y, por lo común, contenido libro de viajes llama «un camino<br />

muy estrecho, en pésimo estado», cosa que suscribo). Desde una lancha<br />

manejada por un ruso blanco entrado en años, pero aún repulsivamente apuesto<br />

(un barón, según decían: las palmas de Lo estaban húmedas, ¡la muy tonta!),<br />

que había conocido en California al buen viejo Maximovich y a Valeria, pudimos<br />

distinguir la inaccesible «colonia de los millonarios» en una isla, un poco alejada<br />

de la costa de Georgia. Seguimos inspeccionando; una colección de tarjetas<br />

postales de hoteles europeos en un museo dedicado a curiosidades, en un lugar<br />

de Mississippi, donde reconocí con una cálida oleada de orgullo una fotografía en<br />

colores del Mirana paternal, sus toldos a rayas, su pabellón ondulado sobre las<br />

palmeras retocadas, «¿Y qué?», dijo Lo, mirando de reojo al dueño bronceado de<br />

un lujoso automóvil que nos había seguido hasta la Mansión de las Curiosidades.<br />

Reliquias de la era del algodón. Una selva en Arkansas y, sobre el hombro<br />

tostado de Lo, una hinchazón rosa-púrpura (obra de algún jején) cuyo veneno de<br />

hermosa transparencia extraje apretando con las largas uñas de mis pulgares,<br />

para succionar después hasta que manó su sabrosa sangre. La calle Bourbon (en<br />

una ciudad llamada Nueva Orleáns) en cuyas aceras, según el libro de viajes,<br />

«pueden encontrarse (me gustó ese «pueden») chiquillas que consentirán (ese<br />

«consentirán» me gustó más) en zapatear por unos pocos céntimos» (qué<br />

divertido), mientras sus «abundantes y pequeños clubes nocturnos están<br />

atestados de visitantes» (malo... ). Colecciones de tradiciones fronterizas. Casas<br />

de la preguerra con balcones de hierro y escaleras hechas a mano, por las cuales<br />

suelen bajar las damas del cinematógrafo (hombres tostados, lujoso technicolor)<br />

recogiéndose el frente de la falda de un modo peculiar, mientras la fiel negra<br />

mueve la cabeza en el descanso superior. La Menninger Foundation, una clínica<br />

psiquiátrica, sólo porque sí. Un pedazo de arcilla de hermosas erosiones; flores<br />

de yuca tan puras, tan sedosas, pero inmundas de moscas. Independence,<br />

Missouri, el punto inicial del Old Oregon Trail; y Abilene, Kansas, el hogar del<br />

Rodeo del Indómito Bill. Montañas distantes. Montañas cercanas. Más montañas,<br />

belleza azulada, nunca accesibles, o que se convierten cada vez en colinas<br />

desiertas; cadenas al sudeste, fracasos de altura como Alpes; grises colosos de<br />

piedra, veteados de nieve, que traspasan el cielo y el alma; picos inexorables<br />

que aparecen de improviso en un recodo de la carretera; enormidades arboladas,<br />

con un sistema de oscuros pinos netamente superpuestos, interrumpidos a veces<br />

por la pálida espuma de los álamos; formaciones rosadas y lilas, faraónicas,<br />

fálicas, «demasiado prehistóricas para las palabras» (Lo, hastiada) montes de<br />

lava negra; montañas de comienzos de primavera, con vello de elefante sobre<br />

sus crestas; montañas de fines de verano, gibosas, con sus pesados miembros<br />

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