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Nabokov, Vladimir-Lolita

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<strong>Vladimir</strong> <strong>Nabokov</strong><br />

<strong>Lolita</strong><br />

paraíso con todo...<br />

El hábil psiquiatra que estudia mi caso –sumido por el doctor Humbert,<br />

confío, en un estado de fascinación leporina– sin duda estará ansioso por saber<br />

que llevé a <strong>Lolita</strong> junto al mar para encontrar allí, por fin, la «gratificación» de un<br />

anhelo de mi vida toda, y perder la obsesión «subconsciente» de un amor infantil<br />

incompleto con la señorita Lee 5 de mis comienzos.<br />

Y bien, camarada, permíteme decirte que no busqué ninguna playa,<br />

aunque también debo confesar que cuando llegamos al espejismo de su agua<br />

gris, mi compañera de viajes me había garantizado ya tantos deleites que la<br />

busca de un Reino junto al mar, una Riviera sublimada o lo que fuere, lejos de<br />

ser el impulso del subconsciente, se había convertido en la persecución racional<br />

de un estremecimiento puramente teórico. Los ángeles lo sabían, y dispusieron<br />

las cosas de acuerdo a ello. Una visita a una ensenada plausible en la costa<br />

atlántica fue completamente frustrada por un temporal. Un cielo de nubes<br />

espesas, olas fangosas, una sensación de niebla infinita, pero de algún modo<br />

muy concreta... ¿qué podía ser más alejado del terso encanto, de la ocasión azul<br />

como un zafiro y de la rosada templanza de mi amor de la Riviera? Un par de<br />

playas semitropicales en el Golfo, aunque harto brillantes, estaban plagadas de<br />

alimañas ponzoñosas y barridas por huracanes. Al fin, en una playa californiana,<br />

ante el fantasma del Pacífico, di con el aislamiento harto perverso de una<br />

ensenada desde la cual se oían los chillidos de un grupo de girl scouts que<br />

tomaban su primer baño en una parte aislada de la playa, detrás de unos árboles<br />

podridos; pero la niebla era como una sábana mojada, y la arena estaba<br />

pegajosa, y Lo estaba cubierta de esa arena y tenía carne de gallina, y yo la<br />

deseaba tanto como a un manaí. Quizá mis lectores afines den un respingo si les<br />

digo que aunque hubiéramos descubierto en alguna parte un pedazo de playa<br />

simpático, habría sido demasiado tarde, puesto que mi verdadera liberación<br />

había ocurrido antes, cuando Annabel Haze, alias Dolores Lee 6 , alias Loleeta, se<br />

me mostró dorada y castaña, de rodillas, mirando hacia arriba, en aquella<br />

presuntuosa galería, en un ambiente marino ficticio, deshonesto pero muy<br />

satisfactorio, aunque sólo había en los alrededores de la vecindad un lago de<br />

segundo orden.<br />

Ésas eran, pues, las sensaciones peculiares influidas, si no provocadas por<br />

los dogmas de la psiquiatría moderna. Por consiguiente, me aparté –retiré a mi<br />

<strong>Lolita</strong>– de playas que o bien eran demasiado lúgubres cuando estaban solitarias,<br />

o demasiado populosas cuando resplandecían. Sin embargo, movido acaso por<br />

recuerdos de infructuosas buscas de parques públicos en Europa, estaba muy<br />

interesado por las actividades al aire libre y deseoso de encontrar espacios<br />

convenientes en una naturaleza donde había padecido tan vergonzosas<br />

privaciones. También en esto sería burlado. La decepción que debo registrar en<br />

esta nueva ocasión mientras gradúo suavemente mi relato hacia la expresión del<br />

riesgo y el temor incesante que corrían a través de mi deleite, no han de reflejar<br />

en modo alguno los paisajes agrestes, líricos, épicos, trágicos, pero nunca<br />

arcádicos, de Norteamérica. Son hermosos, de una belleza desgarradora, con<br />

una calidad de abandono infinito, inefable, inocente, que ya no poseen mis<br />

barnizadas aldeas de juguete suizas ni los Alpes elogiados hasta el hartazgo.<br />

Innumerables amantes se han deslizado y se han besado en el pulido césped de<br />

las laderas europeas, en el musgo aterciopelado, junto a arroyos higiénicos y<br />

asequibles, sobre rústicos bancos debajo de robles con iniciales, y en tantas<br />

cabanes, en tantos bosques de hayas. Pero en las soledades de Norteamérica el<br />

5 Alusión a la Annabel Lee, de Poe, mediante una referencia a la Annabel que ha sido el<br />

primer amor del protagonista.<br />

6 Nueva alusión a la Annabel Lee de Poe; Lee se pronuncia Li en inglés.<br />

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