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<strong>Vladimir</strong> <strong>Nabokov</strong><br />
<strong>Lolita</strong><br />
hipnótico impedía hacer la única observación que podía ocurrírsele («Es una<br />
buena chica»... )<br />
—¿De modo que se van ustedes al Canadá? –dije.<br />
En la cocina, Dolly reía por algo que Bill había dicho o hecho.<br />
—¿De modo –aullé– que se van ustedes al Canadá? No, al Canadá no... –<br />
volví a aullar–. Quiero decir a Alaska.<br />
Dick amamantó su vaso y asintiendo cortésmente, contestó:<br />
—Bueno, supongo que se cortó con la lata mellada. Perdió el brazo derecho<br />
en Italia.<br />
Una malva encantadora entre los árboles en flor. Un brazo superrealista<br />
colgando entre el encaje malva. Una muchacha tatuada en una mano. Dolly y<br />
Bill, vendado, reaparecieron. Se me ocurrió que la belleza pálida, ambigua de Lo,<br />
excitaba al manco. Con una mueca de alivio, Dick se puso de pie, imaginaba que<br />
era mejor que él y Bill acabaran de fijar esos alambres. Imaginaba que el señor<br />
Haze y Dolly tenían montones de cosas que decirse. Imaginaba que me vería<br />
antes de que marchara. ¿Por qué imaginan tantas cosas esos tipos y se afeitan<br />
tan poco y desdeñan a tal punto los aparatos para sordos?<br />
—Siéntate –dijo Dolly, golpeándose audiblemente con las manos las<br />
caderas.<br />
Volví a caer en la mecedora negra.<br />
—¿De modo que me traicionaste? ¿A dónde fuiste? ¿Dónde está él ahora?<br />
Tomó una fotografía cóncava y brillante que había sobre la repisa del<br />
hogar. Una vieja de blanco, corpulenta, sonriendo, de piernas combadas y<br />
vestido muy corto; un viejo en mangas de camisa, bigote largo, cadena de reloj.<br />
Sus padres políticos. Vivían con la familia del hermano de Dick, en Juneau.<br />
¿De veras no quieres fumar?<br />
Ella, por su parte, encendió un cigarrillo. Era la primera vez que la veía<br />
fumar. Streng verboten bajo Humbert el Terrible. Airosamente, envuelta en un<br />
vaho azulino, Charlotte Haze surgió de su tumba. Ya lo encontraría por medio del<br />
tío Ivory 19 , si ella se negaba a decírmelo...<br />
—¿Si te he traicionado? No.<br />
Arrojó la ceniza de su cigarrillo, con un rápido golpe del índice, hacia el<br />
hogar, exactamente como solía hacerlo su madre. Y después, como su madre, oh<br />
Dios mío, se quitó con la uña un fragmento de papel de cigarrillo pegado en el<br />
labio. No. No me había traicionado. Yo estaba entre sus amigos. Edusa le había<br />
advertido que a Cue le gustaban las niñas, que había estado a punto de estar<br />
preso, en verdad (encantadora verdad), y que él sabía que ella lo sabía... Sí... El<br />
codo en la palma de una mano, una sonrisa, el humo exhalado, la ceniza hacia el<br />
hogar. Pálidas reminiscencias. Él –una sonrisa– lo sabía todo sobre cada uno y<br />
cada cosa, porque no era como tú ni como yo, era un genio. Un gran tipo. Muy<br />
divertido. Se había doblado de risa cuando ella le confesó su historia conmigo, y<br />
dijo que ya lo había previsto. Dadas las circunstancias, no había ningún peligro<br />
en decirle...<br />
Con que Cue 20 ... Todos los días Cue...<br />
Su campamento, hacía cinco años. Curiosa coincidencia... La llevó a un<br />
rancho formidable, a un día de Elephant (Elphinstone). ¿Cómo se llamaba? Oh,<br />
un nombre gracioso... Rancho «Duk Duk» –qué tontería, verdad–; pero eso poco<br />
importaba ahora, porque el lugar ya no existía. De veras, yo no podía<br />
imaginarme qué formidable era ese rancho. Tenía toda clase de cosas, ¡hasta<br />
una cascada en su interior! ¿Recordaba yo a ese tipo pelirrojo con quien nosotros<br />
19 Ivory: «dientes», en lenguaje coloquial. Así llama jocosamente el autor al doctor<br />
Quilty, el dentista de Ramsdale.<br />
20 «Réplica, pie», en el lenguaje teatral.<br />
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