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Por todo lo que puede significar un compañero y un amigo<br />
verdadero, que es como decir un hermano, de Fidel podemos<br />
afirmar, como Camilo, que más fácil nos sería dejar de respirar, que<br />
dejar de ser fiel a su confianza, o decir con el Ché, y a nuestra<br />
manera, que seguimos admirándole sus dotes de estadista, brillante<br />
ayer en los días luminosos y tristes de la Crisis de Octubre, inmenso<br />
hoy después del derrumbe del socialismo en Europa; que sentimos<br />
a su lado el orgullo de pertenecer a un pueblo revolucionario; que<br />
nos enorgullecemos de haberle seguido sin vacilaciones,<br />
identificados con su manera de pensar y de ver y apreciar los<br />
peligros y los principios; que seguimos adelante con la fe que nos<br />
ha inculcado, con sus enseñanzas y su ejemplo; y, finalmente, que<br />
ante los avatares peligrosos de la vida, trataremos de serle fieles<br />
hasta las últimas consecuencias de nuestros actos.<br />
A Fidel nos unen muchas afinidades e identificaciones, muchos<br />
valores que dan sentido a la vida, muchas visiones y sueños que<br />
sirven de rumbo para el quehacer revolucionario, rebeldías para<br />
intentar una y otra vez transformar los mundos chicos y grandes.<br />
Coincidimos con el Ché en su visión genial de la síntesis de su gran<br />
personalidad, y admiramos en Fidel su trayectoria de liderazgo<br />
indiscutible y consecuente, su audacia, fuerza y valor, su espíritu de<br />
dignidad y sacrificio, su extraordinario afán de auscultar siempre la<br />
voluntad del pueblo, su capacidad de aglutinar, de unir, cerrándole<br />
el paso a la división que debilita y destruye, su capacidad de<br />
asimilar los conocimientos y las experiencias, para comprender el<br />
conjunto de una situación dada sin perder de vista los detalles, su<br />
capacidad de dirigir a la cabeza de todos la acción del pueblo, su<br />
entrega y posición internacionalista, su capacidad de ver siempre<br />
más lejos y mejor que sus compañeros; su amor infinito al pueblo, a<br />
los trabajadores, a los humildes de la tierra, su fe en el futuro y su<br />
capacidad de preverlo; por construir de la nada el aparato<br />
formidable de la Revolución Cubana.<br />
Pero junto a esos valores indiscutibles, en Fidel reconocemos su<br />
extraordinario apego y culto a la verdad; su natural modestia en la<br />
grandeza; su cohibido gesto de niño grande ante los demasiados<br />
elogios merecidos, un antídoto natural contra el llamado culto a la<br />
personalidad, que no propicia; su infinita sensibilidad ante los<br />
dolores y sufrimientos de los individuos y del pueblo; su delicadeza<br />
en el trato personal, esa forma llana de acercarse a la gente, de<br />
igual a igual, como si siempre se tratase de conocidos; esa pasión<br />
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