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Atilio-Boron-Filosofia-Politica-Contemporanea

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FILOSOFÍA POLÍTICA CONTEMPORÁNEA<br />

En otras situaciones históricas –pongamos: la de esa Europa<br />

occidental que ingresa a la Modernidad, y que lo hace entre otros<br />

motivos gracias a ese brutal etnocidio de lo que luego se llamaría<br />

América- las cosas no aparecen tan claras. La razón utópica aparece allí<br />

complejamente entremezclada con los inicios de esa razón instrumental<br />

moderna de la que hablan Weber o Adorno, generando una suerte de<br />

ambigüedad constitutiva con frecuencia fácilmente aprovechable por las<br />

más diversas ideologías o hegemonías culturales. Abordemos la<br />

cuestión, de nuevo, sesgadamente: la comunidad más o menos<br />

falanstérica que a fines del siglo XIX fundara León Tolstoi dio en llamarse<br />

a sí misma Hermandad de las Hormigas, una denominación que<br />

pretende dar cuenta de una funcionalidad cooperativa que se opone al<br />

‘individualismo competitivo’ liberal, pero en la que –no es cuestión de<br />

negarlo- el ideal de igualdad a menudo se confunde peligrosamente con<br />

una bullente uniformidad despersonalizada. Desde entonces, en la<br />

interpretación interesada de las clases dominantes y sus ideólogos y<br />

‘pensadores’ que se apoderaron del concepto siempre equívoco de la<br />

Utopía, la imagen de la hermandad de las hormigas parece haber<br />

terminado por triunfar sobre la de la rama dorada: la metáfora ha servido<br />

simultáneamente, y no por ‘azar’ (ese recurso desconocido por la<br />

ideología), para (des)calificar tanto a la Utopía como a las sociedades<br />

llamadas ‘totalitarias’ –al menos, cuando ellas existían: como sabemos,<br />

hoy hemos alcanzado un huxleyano mundo feliz que, para ser<br />

coherentes con aquella comparación, ya no requiere ni de las utopías ni<br />

de los totalitarismos, puesto que estamos en el reino de la democracia<br />

globalizada, cuya íntima verdad ahora mismo, mientras estas líneas<br />

entran en imprenta, está cayendo nada utópicamente sobre las cabezas<br />

de los iraquíes.<br />

En fin, sea como sea, ese triunfo de la imagen del hormiguero<br />

inhumano sobre la de la rehumanización postapocalíptica a la que nos<br />

referíamos tuvo necesariamente que partir de la premisa de establecer<br />

una equivalencia (utopía/totalitarismo) que, si no es totalmente<br />

injustificada, es por lo menos cuestionable. Se sabe: en la<br />

postmodernidad –a cuyo ‘principio del fin’, permítaseme augurarlo,<br />

estamos asistiendo- ha sido de rigor burlarse de todo discurso ‘utópico’<br />

por ingenuo, cuando no condenarlo enfáticamente por terrorista o –este<br />

pensamiento es rico en eufemismos inventivos- ‘fundamentalista’.<br />

Con lo cual la clásica expresión de ‘arrojar al niño con el agua de la<br />

bañera’ adquiere una inesperada actualidad: si es plausible celebrar el<br />

ocaso de un delirio de la Razón productor de monstruos (como decía<br />

célebremente un Goya), que se imaginaba poder planificar hasta el<br />

último detalle una maquinizada vida futura, no es menos cierto que<br />

nunca como hasta ahora se había presentado tan drásticamente la<br />

posibilidad de liquidar, junto con sus delirios, a la Razón misma, para<br />

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