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Atilio-Boron-Filosofia-Politica-Contemporanea

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EDUARDO GRÜNER<br />

esto conviene, sin embargo, levantar algunas reservas, casi siempre<br />

pertinentes ante los excesivos entusiasmos del mercado cultural. Creo<br />

que la teoría postcolonial tanto como los estudios culturales deberían<br />

atender a los siguientes riesgos.<br />

Primero: pese a las ventajas que hemos señalado, la fascinación<br />

postestructuralista tiene, para los fines políticos de la teoría postcolonial,<br />

sus aspectos que –con el único ánimo de asustar un poquitín– voy a<br />

llamar de derecha. A saber, la lógica de fetichización de lo ‘particular’, del<br />

‘fragmento’, de la arreferencialidad (que no es lo mismo que el<br />

antirreferencialismo), de la ahistoricidad (que no es lo mismo que el<br />

antihistoricismo) y, para decirlo todo, del textualismo, entendido como la<br />

miltancia seudoderridiana del ‘dentro del texto todo/fuera del texto nada’.<br />

El textualismo, está claro, tiene la enorme virtud de hacernos sensibles a<br />

las singularidades de la escritura, las diseminaciones del sentido, y otras<br />

ganancias que hemos obtenido sobre la hipercodificada y binarista aridez<br />

del estructuralismo ‘duro’, tanto como sobre los economicismos o<br />

sociologismos reductores. Sin embargo, no me parece tanta ganancia la<br />

posible caída en lo que Vidal–Naquet llamaría el inexistencialismo que<br />

desestima el conflicto entre el texto y la ‘realidad’ –cualquiera sea el<br />

estatuto que se le de a ese término problemático (1995). Si se trata de<br />

estudios culturales y postcolonialidades, me voy a permitir, con algunos<br />

matices, acompañarlo a Stuart Hall, un pionero en este campo de<br />

trabajo, cuando dice (cito):<br />

“Pero yo todavía pienso que se requiere pensar en el modo en el cual<br />

las prácticas ideológicas, culturales y discursivas continúan existiendo<br />

en el seno de líneas determinantes de relaciones materiales (...) Por<br />

supuesto, tenemos que pensar las condiciones materiales en su forma<br />

discursiva determinada, no como una fijación absoluta. Pero creo que<br />

la posición discursivista cae frecuentemente en el riesgo de perder su<br />

referencia a la práctica material y a las condiciones históricas” (Hall,<br />

1994).<br />

La ‘materialidad’ a la que se refiere Hall no es la del materialismo<br />

vulgar empiricista.<br />

Es aquello que de lo ‘real’ puede ser articulado por una teoría que<br />

sepa que no todo lo real es articulable en el discurso. Pero, entonces, es<br />

necesario tener una teoría que reconozca alguna diferencia entre lo real<br />

y el discurso. Aún en el terreno del ‘puro significante’ de la poesía o la<br />

literatura de vanguardia, es discutible que no haya nada ‘fuera del texto’:<br />

la literatura más interesante de la modernidad occidental, justamente, es<br />

la que explícitamente pone en escena la imposibilidad de que el texto lo<br />

contenga todo (Kafka o Beckett, por citar casos paradigmáticos). La<br />

eliminación de la ‘realidad’ como lo Otro de cuya naturaleza inaccesible<br />

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